viernes 26 de abril de 2024 - Edición Nº3688

Campo | 2 feb 2018

Del productor al consumidor

Tomate soberano

Por cuestiones mercantilistas, a los comercios llega el cultivo redondito y plastificado, en detrimento del sabroso y naturalmente perecedero que se siembra en el cordón productivo de la Región Capital. Los quinteros no se rinden en la cruzada contra el fruto sin sabor y muestran sus cartas el 17 de febrero en la Feria del Tomate Platense.


LA PLATA-BUENOS AIRES (ANDigital) El sábado 17 de febrero llega la 14ª Edición de la Feria del Tomate Platense. Como siempre, será en la Estación Experimental Julio Hirschhorn de Los Hornos, entre las 10 y las 20 horas, con entrada libre y gratuita.

Además de la venta del producto estrella de la jornada, en el predio de 66 y 167 también podrán adquirirse productos elaborados como dulces y salsas (kétchup inclusive), además hortalizas del cordón frutihortícola de la región.

“La muestra viva es lo más importante del evento: que la gente venga y coseche su propio tomate”, introduce Isabel Palomo, una de las quinteras promotoras de este encuentro.

Consultada por ANDigital sobre la particular situación de que pese a tener un producto noble disponible en la región, en la mayoría de las verdulerías se comercialice el tomate sin gusto, resalta que eso se da “por cuestiones de mercado. Lamentablemente viene la semilla híbrida, da un producto que es redondito, que entra por los ojos, pero es duro, plástico, no tiene sabor”.

“Desde los 90, con el impulso del ingeniero Juan José Garat, nuestra idea viene siendo rescatar las semillas nativas, del tomate platense y otras verduras y hortalizas, las cuales se han guardado por muchos años por los italianos”, añadió la agricultora.

En torno al cultivo que ofrecen, destacó que “nuestro tomate está en estado natural, sin manipularse, ni mejorarse artificialmente, por eso al otro día de cosechado está bien maduro, no tiene mucho tiempo para rondar en el mercado, del mercado a la verdulería, y la gente quizás compra porque lo ve redondito, pero no tiene gusto. Por eso no hay tanta venta, lo hacemos de productor a consumidor”.

También puso de relieve que lo elaboran “a campo abierto, dependemos que no caiga mucha agua, pues se echa a perder. No está plastificado como los otros, siempre plantamos en verano, sin invernadero. Lo más natural que se pueda, sin agrotóxicos como reglamento”.

Justamente para evitar los agregados químicos, por ejemplo, recurre a la ayuda de plantas como la caléndula o la albahaca, que atraen a los insectos para que no ataquen a los tomates.

Cabe reseñar que el tomate platense fue el único que se cultivó en La Plata durante muchas décadas hasta la llegada de los paquetes tecnológicos dependientes de insumos, adoptados a partir de fines de la década de 1980.

En ese momento, el platense comenzó a ser desplazado y sólo sobrevivió gracias a un grupo de quinteros que lo conservaron por tradición: por la memoria de sus padres y abuelos, y porque el platense era el tomate que comían con su familia por su sabroso gusto.

En el año 1999, el ingeniero agrónomo y docente Juan José Garat junto a otros docentes e investigadores de la Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales de la Universidad Nacional de La Plata se propusieron localizar lo que todavía quedaba de este cultivo.

La búsqueda de semillas entre productores familiares del cinturón hortícola de La Plata los llevó a conformar una red de aquellos que todavía cultivaban el tomate: eran unos quince, de los quinientos a mil que habían existido antes. Cultivaban para el autoconsumo o para vender el producto como tomate de mala calidad.

Allí empezó un trabajo de revalorización con el fin de consolidar la producción y que se pudiera conservar el cultivo original.

Más que solamente al tomate platense, el proyecto busca rescatar una cultura de producir: una en la que se respeten la tierra y su diversidad, los materiales cultivados, y las familias que con mucho esfuerzo apuestan a seguir produciendo en la quinta. (ANDigital)

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