viernes 26 de abril de 2024 - Edición Nº3688

Economía | 26 feb 2014

Análisis

Se intensifica el “ajuste” vía inflación


Informe del Instituto para el Desarrollo Social Argentino –IDESA-
Especial para ANDigital

La aceleración en el crecimiento de los precios está asociada a la profundización de la brecha entre el ritmo de expansión de la demanda agregada y el de la oferta de bienes y servicios disponibles en la economía.

Frente a este desequilibrio macroeconómico, la inflación “licua” la demanda –especialmente el consumo de las familias– para que sea consistente con la oferta disponible. Esta forma de “ajustar” la economía, vía inflación, es muy regresiva porque el mayor impacto es sobre los hogares de bajos ingresos. Mejorando la calidad de las políticas públicas se podría, aprovechando el contexto externo favorable, evitar estos costos sociales.  

Una multiplicidad de factores pueden operar, de manera aislada o combinada, como factores causantes de aumentos en los precios de los bienes y servicios. En algunos casos, se presentan como aumentos puntuales y de efectos transitorios. En otros, los incrementos son generalizados y persistentes.

Un factor que frecuentemente subyace en los fenómenos inflacionarios son los desequilibrios entre la demanda y la oferta agregadas. Planteado en términos simplificados, la suma de lo que demandan las familias (consumo privado), el Estado (consumo público), las empresas (inversión) y los extranjeros (exportaciones) es significativamente mayor a la disponibilidad total de bienes y servicios, conformada por lo que se produce internamente (PBI) más lo que se compra en el extranjero (importaciones).

En base a datos oficiales se pueden aproximar las dimensiones cuantitativas de este desequilibrio macroeconómico que se ha ido acumulando en la última década en la Argentina y sus impactos en el crecimiento de los precios. Según el Ministerio de Economía de la Nación se puede observar que:

--) En el 2009, la demanda por bienes y servicios –es decir, el consumo privado, el consumo público, las inversiones y las exportaciones– medida en términos nominales, es decir a los precios de cada año, es un 310% superior al nivel del año 2000.

--) La oferta agregada –es decir, la producción total interna más las importaciones– medida en términos reales, es decir, la cantidad efectiva de bienes y servicios disponibles, es apenas un 36% superior a la que había en el año 2000.

--) La brecha entre lo que creció la demanda nominal y la oferta real fue compensada por el aumento en el nivel general de precios, es decir, la inflación, la cual se triplicó entre los años 2000 y 2009.

Los datos oficiales muestran un desequilibrio grande y creciente entre la demanda y la disponibilidad de bienes y servicios. Aunque muchos precios suben por reacomodamientos transitorios o fenómenos puntuales, es el crecimiento muy alto de la demanda agregada, frente a relativamente modestos incrementos en la disponibilidad real de bienes y servicios, lo que genera las presiones sobre el nivel general de precios. 

La inflación como factor de “ajuste” no resulta trivial desde el punto de vista social. Un indicio en este sentido aparece cuando se detecta que los diferentes componentes de la demanda agregada no han crecido de manera homogénea.

Entre el 2000 y el 2009, el componente más dinámico fueron las exportaciones (660%), asociado a los precios internacionales inéditamente favorables y al impuso que dio la megadevaluación. Le siguen las inversiones (410%), que parten de niveles muy bajos, y el consumo público (340%). Mucho más rezagado aparece el consumo de las familias (235%).

Esto es el reflejo de que el “ajuste” instrumentado en base a la inflación impacta mucho más intensamente sobre el consumo de las familias, sobre todo las de más bajos niveles de ingreso. Por eso, aunque el PBI per capita en el 2009 es un 25% superior al del 2000, la pobreza en el 2009 se ubica entre el 25% y el 30%, un nivel no muy diferente al del año 2000.

El retorno a la alta inflación trae reminiscencias de los ’70 y los ’80. En esa época, el detonante eran las crisis del sector externo. En la actualidad, la Argentina disfruta de un contexto internacional estructuralmente más favorable. Se exporta prácticamente 4 veces más, asociado especialmente a la mayor competitividad de los sectores agroalimentarios (especialmente, el complejo sojero) e industriales ligados a la siderurgia y automotriz. Sin embargo, que el riesgo de crisis externa sea mucho más bajo no implica que los desequilibrios macroeconómicos puedan ser sostenidos indefinidamente.

El desbordante crecimiento del gasto público pareciera estar destinado a ocupar el rol de factor desencadenante de la futura crisis. Con la presión impositiva en niveles inéditos, apropiados los ahorros previsionales y las reservas internacionales, maximizados los litigios contra la ANSeS por incumplimiento de la movilidad, se espera, a través del canje de la deuda externa en default, generar una nueva fuente de financiamiento público. Pero en este contexto, la posible reinserción de la Argentina en los mercados financieros internacionales no aparece como una solución, sino como la vía para prolongar la agonía.    

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