jueves 25 de abril de 2024 - Edición Nº3687

Espectáculos | 18 ene 2014

En las bateas

Estelares presenta “Una temporada en el amor”

La banda platense nos entrega el esperado álbum sucesor de “Sistema Nervioso Central”. Destilado y buscado de punta a punta, en el que el oficio autoral por el que tanto bregaron se manifiesta sólido, claro y contundente.


CAPITAL FEDERAL, Mayo 29 (Redactado en base a ideas y textos de Miguel Graziano - www.nopublicable.blogspot.com) Si usted es uno de los pocos que aún cree en vincularse con el artista a través de sus discos (del disco como objeto, con su gráfica, sus créditos, su fragilidad que hay que preservar de manchas y rayones), entonces probablemente quiera tener en sus manos y oídos el quinto esfuerzo de Estelares por dejar constancia de un corpus cancionero construido a lo largo de quince años de fatigar escenarios y pulir grabaciones.

La banda platense nos entrega su Temporada en el amor, un disco destilado y buscado de punta a punta, en el que el “oficio” autoral por el que tanto bregaron se manifiesta sólido, claro y contundente. Decíamos que el disco vale la pena como objeto porque el arte, con ilustraciones de arrabal y milonga, trasunta a la perfección esa esencia de Estelares vinculada a un mismo tiempo con la melancolía y la celebración.

La placa tiene además un costado de investigación, con improvisaciones ejecutadas por la banda sobre los demos de Manuel Moretti, usuales disparadores de lo que los platenses llevan después al disco.

Es un opus lleno de músicas; guiños a artistas adorados por la banda tan dispares como Wilco y Radiohead, Nino Bravo y Sandro aparecen diseminados por doquier. La banda lograr juntar toda esa genealogía y hacer de ella algo estelar, y se puede ver que hay mucho placer involucrado en haber logrado traducir a un lenguaje propio toda esa devoción estética.

Una temporada... está imaginada y ejecutada no en clave temporal sino como la pertenencia o referencia a un lugar geográfico: la decisión de instalarse al menos una temporada en un lugar agreste e incierto, semejante a Sierra de la Ventana; como decir: “Mirá esa geografía, las cuevas, ahí está lleno de luz, ahí hay viento”. Allí se produce el encuentro con la majestad que tiene el amor, acogedora o gélida, según la región que de él exploremos: lugares de disfrute y de contención, y también el vacío de la nada cuando uno no se encuentra a sí mismo ni encuentra al otro.

El álbum está lleno de canciones que están vivas (algunas habían estado latentes, mudas, por más de dos décadas), que eligen por sí mismas, como personajes ya maduros que pugnan por imponerle al autor sus propios derroteros. Y esto es así porque Estelares ya sabe cómo identificar sus  grandes pasiones y traducirlas como canciones. A eso se ha dedicado la banda toda su vida, y en esa entrega consiste su temporada en el amor.


Canción por canción

1 - Cristal. El primer corte de difusión abre el disco. Es la más “pop”, y una de las varias canciones rescatadas por la banda para su quinto CD. Canción del ‘91, de la época en la que Manuel Moretti y el guitarrista Víctor Bertamoni tocaban en Peregrinos. Puede vérsela como un puente entre Sistema Nervioso Central y Una temporada en el amor, por ese aire de familia temático y guitarrero que tiene, por ejemplo, con Aire. El estribillo surgió en los ensayos y el verso es el mismo que el del tema original del ‘91. Una canción para bailar, fuerte, desnuda y autocrítica.

2 - Melancolía. Es una de las canciones compuestas por Moretti en Buenos Aires, después de años de vivir en La Plata. Estelares recién empezaba a ser una banda con recorrido nacional. En un principio la canción era más tanguera; menciona la calle Anchorena y de ella surge el título del disco. La lírica tiene un narrador melancólico que le dice basta a la melancolía, conjurándola a través de la consagración a la canción como oficio vitalicio.

3 - Las trémulas canciones. Una canción homenaje a artistas como Franco Simone, Roberto Carlos o Nino Bravo. Está armada desde un riff de guitarra a lo stone, pero al mismo tiempo inspirada en la canción popular italiano - española. “Yo recuerdo aún el perfume de su piel / sobre mi piel”, canta Moretti. Aparece el primer invitado en el disco: Ariel Rot toca la guitarra y le da una impronta calamaresca.

4 - Las luces del sueño. Es otra canción rescatada. Como si de un jugador de fútbol que espera su momento en el banco de suplentes se tratara, se impuso como “titular”. El tema es también de principios de los ‘90 y los primeros momentos en La Plata. Es uno de los momentos altos del disco, con sus solos épicos y sus imágenes de encuentro, soledad y ternura.

5 - Autobuses. Aparición estelar de Fito Páez. Era un vals, pero fue  zapada en compases binarios y hecha canción. Se destacan las guitarras de Bertamoni, las líneas de piano de Páez y la mixtura de las voces. Fito aparece en gran forma, metido en la canción. “Mis ojos mintieron demasiado en la función / Tus pupilas condenaron mi actuación / No tuve otra cosa mejor para hacer / que callar y volver a empezar”. Estelares arrastra sus cicatrices con la mirada en el camino.

6 - Máscaras. Es una canción llena de luz, mecida por la intuición del poder curativo del amor. Más invitados, esta vez en los coros, con la presencia de los Súper Ratones, que aportan uno de los momentos de mayor belleza del disco. Suena, en el estribillo, una melodía conocida, quizás algo de los Beach boys (God Only knows). Incluye un arreglo muy sencillo, que a la vez es un artilugio musical que les encanta a los Estelares: el estribillo está en Mayor y el solo en Menor.

7 - Superacción. Es otra canción rescatada, aunque no de la primera época de Moretti en La Plata, sino del impasse que se produjo entre el segundo y el tercer disco de Estelares, cuando el cantante editó su disco solista La mañana del aviador (2002). La banda entrega una canción de sensaciones, con imágenes en lenguaje cinematográfico. “Ya somos campeones no hay lugar al que llegar”, dice la letra. Una de las canciones gestadas en la experiencia del “Menemato”, con una profunda sensación de no pertenencia. Resulta una de las mejor plantadas y más “autorales”, salida de un costado del espíritu de Moretti que él ha llegado a llamar “lunático”. Fue compuesta durante la misma semana que “Aire”, sin sensación de cosa lograda alguna. Es rara, encendida, visceral y apabullante.

8 - Cuatro chicos. Un folk clásico. Arranca con las imágenes situacionales que suele emplear la banda: “Cuatro chicos juegan en la calle / dos señoras hablan por hablar”. Y la letra navega en una idea psicológica que tiene su autor sobre la experiencia estructurada por la repetición. El fantasma sonriente de los Beatles flota de comienzo a fin.

9 - Tanta gente. Esta canción también fue grabada en La mañana del aviador y es de finales de los ‘90. Es, además, la más antimenemista y lisérgica de las canciones del disco, aunque habla de la determinación y claridad necesarias para seguir e insistir. Surge como una “canción – intento” por sortear la tristeza, de épocas en las que Moretti luchaba por darle a su vida su propia ley. “Conozco muy bien la casa / donde beber, donde morir / La habitación, la terraza / Este país siempre ha sido así”. Cosas terribles han pasado en esa casa, y el narrador se hace cargo de su eco trágico. La banda urde con maestría un colchón musical para esos versos al borde de la asfixia.

10 - Los ‘90. Quizás la canción que más explícitamente se pronuncia sobre la década menemista. También resulta la única ciento por ciento rockera y up-tempo. La batería de Carlos Sánchez surca el aire con un palo y palo que se pone a la cabeza de un riff reminiscente de los ‘70. “Sigo preguntándome tarado hacia donde ir / La mañana ya quemó las luces no sé qué pensar”. La letra habla de tipos huyendo sobre pedregales y de "ilusión en los ojos de una niña". Como en “Tanta gente”, Moretti asegura que “hay que seguir”, aunque se plantea la posibilidad de que no haya redención.

11 - Hoteles. Es la que en 2003 le dio nombre al disco La mañana del aviador, y ahora llega rescatada por Estelares para Una temporada en el amor. Se plantea como una parodia sobre la soledad. Está pensada, también, como una broma a cierta vida aristocrática de hoteles, con “botones”, “tostadas” y “jugo de melón”. Una fuente palpable de inspiración es Maridos, la película de 1970 dirigida por John Cassavetes y protagonizada por Ben Gazzara y Peter Falk, además del propio director. Canción lúcida y lúdica que se mueve al son de una música cercana a Beast of Burden de los Rolling Stones por su cadencia refinada y certera.

12 - No hay más. Es la más Virus, la más platense del disco, y fue compuesta por Pablo Silvera, el bajista de la banda, autor también de Jardines Secos. “Olvidemos todo / no hay más que decir”. Pero es de suponer que Estelares seguirá diciendo su manera de decir. Climas de calidez acústica para darle carácter pegadizo a una letra de tristeza y ruptura.

13 - Mil abejas. Explícitamente consagrada por Moretti a su hija. Es acústica y dejó conforme a músicos y productor cuando aún la suponían incompleta. “Debe ser que / no hay mayor verdad que tu amor / mi amor”. Preciosa e inmediatamente emotiva.

14 - Viaje a Irlanda. Como en Ardimos, como en SNC, la última canción se aleja del  resto del disco, como una sonda lanzada a explorar otros espacios. Se impone como canción testimonial, dedicada a los amigos ausentes. Es oscura y luminosa a la vez, medio Radiohead, medio Wilco; climática y cósmica. Un detalle: termina con una púa sobre un disco que sigue girando. (ANDigital)

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