jueves 25 de abril de 2024 - Edición Nº3687

Interés general | 15 jul 2013

Entrevista de ANDigital

Es trans, trabaja en el Servicio Penitenciario Bonaerense y aconseja: "Libérense"

Se llama Ángeles Maribel Helguera, tiene 28 años de edad y es jefa de Visitas en la Unidad Nº 47 de San Martín. Decidió "liberarse" a los 25, luego de vivir ocultando su historia durante 13 años. En un principio su familia la rechazó, y debió abandonar su hogar, mientras que en su trabajo la aceptaron, aunque vivió situaciones difíciles. Es madre de 3 hijos; al primero no ve, y con los otros dos mantiene un vínculo muy unido. Está en pareja y piensa efectuarse una reasignación de sexo. Ésta es su historia.


LA PLATA-BUENOS AIRES, Julio 15 (ANDigital) Con 28 años de edad, Ángeles Maribel Helguera se siente realizada, aunque falte un paso para llegar a ser totalmente plena, la reasignación definitiva de sexo: “Está en los planes, si es posible el año que viene… lo más rápido que se pueda”, confiesa la protagonista de esta entrevista exclusiva que ANDigital le realizó.

El motivo de la nota, sin dudas, no fue la intervención quirúrgica que Ángeles aguarda con ansiedad, sino que es la primera travesti que trabaja en lo que a priori es una de las fuerzas de seguridad más verticalistas y machistas del país, el Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB), donde hizo una carrera, se formó y lleva 8 años en sus filas, aunque ingresó vestida de varón, y hoy lo hace con su condición “natural”, como ella misma la juzga: con vestimenta de mujer.

“Ingresé al SPB en el 2005, por recomendación de un suboficial retirado del servicio para quien yo trabajaba hasta ese momento. Entré por una necesidad laboral y por una meta también, para probar: fui a lo que entonces era la Escuela de Cadetes (en la calle 44 entre 133 y 134, de La Plata), me anoté, hice los exámenes, el físico, los pasé a todos e ingresé”, comienza su relato, que continúa enfatizando lo estricto del día a día que allí se vivía: “Tuvimos régimen cerrado, por el cual se ingresa el domingo a la noche y se sale el viernes, si uno no se manda ninguna macana; en ese caso, el fin de semana también adentro”.

Tras hacer las prácticas en la unidad penal de Olmos, se inició luego en la Unidad Nº 46, de San Martín. Por esos momentos con su anterior “maquillaje”, vestida como hombre: “Siempre la relación con mis compañeros de instrucción fue buena, cordial, tal vez porque ellos jamás me conocieron así (muestra cómo es), sino que era la misma que le mostraba a mi familia para no deshonrarlos ni que sintieran algún tipo de humillación por mí”, señala sobre lo difícil que fue su vida desde muy chica.

Aquí, el resto de la extensa y jugosa entrevista que ANDigital le realizó a Ángeles, un verdadero ejemplo:

Al vestirte de mujer evitabas una ‘deshonra’ de tu familia, pero ¿Por qué te mostrabas así en el ámbito laboral o dentro de tu entorno social?

Porque yo quería olvidarme de esta parte que soy ahora. Quería ver si pasaba, traté de ocultar mi historia; es decir, no ser más nada, ser yo, el varón que quería mi papá. Y a medida que pasó el tiempo fue imposible ocultarme, porque es natural en mí: a los 12 años empezó todo lo mío, y a los 16 pensé que iba ser lo que quería mi papá, pero no pude.

¿Qué quiere decir que ‘a los 12 empezó lo mío’?

Me sentía mujer, me ponía la ropa de mis hermanas, me gustaba un chico… cosas que no entendía, que iban en contra de las reglas impuestas, más en esa época. Y a medida que fueron pasando los años se me hizo más fuerte, eso que ocultaba pareció como un vaso que se rebalsó, hasta que decidí liberarme.

¿A qué edad decidiste ‘liberarte’?

Hace 3 años, con 25 años de edad.

Es decir que estuviste ocultando tu condición durante 13 años…

Sí, traté de formar mi familia, no pude.

¿Qué quiere decir que intentaste formar tu familia?

Que tengo un hijo con una chica y dos con otra. Al primero no lo veo, y los otros dos sí, están todo el tiempo conmigo.

¿Por qué no ves al primero de tus hijos?

Por una situación que en aquel momento yo me desaparecí 6 meses, que estuve sin ver a mi hijo. Cuando volví quise verlo y la madre no me dejó. Cuando quise hacer algo a través de la Justicia para verlo, empecé a sentir más fuerte la liberación que me salía de mi alma, y me dije a mí misma que no podía mostrarle esta cara a mi hijo.

¿Es decir que también quisiste ocultarle tus sentimientos a tu hijo?

Al primero sí, porque hacía mucho que no lo veía y caerle así, de repente, y después mostrarle otra imagen del papá, seguramente iba a ser fuerte.

¿Qué edades tienen tus hijos?

El más grande tiene 8, después 5 y 4 años. Los últimos son una nena y un nene, con ellos me muestro normalmente, me hacen preguntas como todo chico, saben que a papá le gusta esto y nada más; lo aceptan totalmente, van conmigo para todos lados y con la mamá me llevo muy bien, ella fue la primera que lo aceptó, y ella es mi mejor amiga.

¿Cómo fue tu experiencia con tu familia de origen?

Fue duro: mi mamá se dio cuenta por una foto que encontró en mi celular, porque yo había salido a bailar, le saqué el celular de la mano y no me di cuenta que había visto la foto, donde yo estaba vestida de mujer. Después la llamé pidiéndole perdón porque pensaba que le había hecho mal en la mano, y me contestó que el dolor más grande no era en la mano sino en el corazón, por lo que había visto.

¿Y cómo fue todo a partir de ese momento?

Mi mamá no me quiso más en mi casa, estaba justamente la mamá de los nenes, con los nenes, acá, en mi casa, y también le echaron la culpa a ella, como que estaba encubriendo todo y que me llevó a esto… no sé, son las ideas que se le meten a los padres en la cabeza. Esto fue hace 3 años.

¿En ese momento te tuviste que ir de tu casa?

Sí, me tuve que ir.

¿A dónde fuiste?

No sé, estuve por ahí.

Vos ya trabajabas en el SPB…

Sí, trabajaba y después me conseguí un alquiler. Y luego decidí plantearlo en el Servicio Penitenciario.

¿Cuánto hace que tomaste esa decisión, de plantearlo en el ámbito laboral?

Hace 2 años y medio. Yo estaba trabajando en el Penal de Magdalena.

¿Hasta ese momento ibas vestida de hombre?

Sí.

¿Y cómo planteaste la situación? Un día apareciste vestida de mujer…

No, primero lo liberé en una charla con muchos compañeros, y luego de eso me trasladaron a una unidad de San Martín, así que supongo que habrá sido justamente por ese planteo.

¿Cuáles fueron las reacciones que observaste de tus compañeros cuando lo planteaste?

Ellos me dijeron que todo bien, que si eso era lo que yo había decidido, seguiría siendo el amigo que siempre tuvieron ellos. Quienes no lo aceptaron fueron los de la Jefatura (edificio central del SPB, ubicado en la calle 6, entre 34 y 35, de La Plata), que me trasladaron.

Con los problemas que eso ocasiona…

Y, yo estaba haciendo trabajos de custodia acá, en La Plata, por fuera del Servicio, y eso me cambió todos mis planes. Pero bueno, me fui a San Martín, a una unidad donde ya había estado porque ahí me inicié en el SPB, donde arranqué como oficial de Servicio (en la guardia exterior, controlando ingresos y egresos). Ahí me conocían todos, pero como no era una persona callada, me trasladaron a la Unidad Nº 47, también de San Martín, donde entré como Inspector de Vigilancia, que se ejerce en los pabellones, donde están los internos. La jerarquía es la misma, son diferentes puestos de trabajo: estás subordinando gente, controlando a los suboficiales y a los internos también. Después de eso pedí el traslado para La Plata.

¿Todo ese tiempo lo pasaste en tu trabajo vestida como varón?

Sí, además siempre me mostré como si fuera el Helguera machito, el mujeriego, como dicen las mujeres, porque allá se conocen todos por el apellido. Una máscara que me cubría. De la Unidad 47 me vine a Operaciones, a La Plata, que antes estaba en Melchor Romero y ahora en Olmos. Donde se alojan los camiones de traslados de internos. Por ciertos inconvenientes me trasladaron luego a Magdalena.

¿Cómo fue el momento en que pasaste de ir vestida de hombre, a ir vestida de mujer?

Ya estaba en San Martín de nuevo. Cuando me trasladaron llegué y dije: “Yo soy esta persona; si la quieren aceptar, bueno, y si no, me conseguiré otro trabajo, no sé”. Porque por ahí no te echan por lo que sos, sino que buscan la forma de hacerlo por cualquier otra cuestión. Sin embargo tuve un subdirector que me apoyó bastante…

¿Querés decir su nombre?

No, prefiero que no. Como te decía, me apoyó, me ayudó con los papeles, todo lo contrario al director de ese momento, que me quería trasladar pero el subdirector no lo dejó.

¿Tampoco querés decir quién es?

No, no.

¿Tuviste alguna charla con ese director que no te aceptaba?

Sí, fue cortita y como de obligación: se acercó un día a mi lugar de trabajo y me dijo que si no tenía vergüenza de andar mostrándome así en el SPB, que deshonraba el uniforme, y yo le contesté que no era así, que yo soy de este modo, y que me enseñaron a amar el uniforme, y es verdad, yo amo mi trabajo y por ser como soy no quiere decir que no lo pueda amar; no sólo hago mi trabajo, sino que los subordinados que tengo están contentos, trabajan bien y eso demuestra la calidad de persona, la calidad de jefe que soy, porque se debe ordenar, y ellos aceptan esas órdenes.

Hoy trabajás en San Martín ¿Qué cargo tenés?

Sí, en la Unidad Nº 47, soy jefa de Visitas y tengo entre 10 y 12 personas a mi cargo, que me responden absolutamente.

Sabemos que el Servicio Penitenciario, como todo ámbito de seguridad, es un régimen muy verticalista…

Sí, pero hoy en día los suboficiales trabajan si les cumplen, si no les cumplen no trabajan, e incluso a veces se les cumple e igual no trabajan. Entra gente de todo tipo al SPB ahora, y algunos no saben siquiera lo que es ser agente penitenciario, algo que termina perjudicando al resto, ya que quien no concurre a trabajar genera un recargo horario en el que sí va.

¿Cómo fue el trato con el interno al momento de modificar tu manera de vestir?

Hubo algunos internos que me conocían y muchos que no, porque se renuevan permanentemente. Dentro de todo, bien, pero a mí no me interesaba si ellos me aceptaban o no. Aunque cuando me liberé, yo no trabajaba con presos: quedé como oficial de Servicio, a cargo de la guardia, y no había contacto con los internos, tal vez trasladar algún interno al hospital, pero yo iba a cargo, entonces el contacto era de los suboficiales.

Más allá del caso del director en San Martín, hubo una aceptación generalizada a tu manera de ser…

Sí, luego hubo cambio de director, y quien llegó me conocía y me aceptó totalmente, me dijo que le diera para adelante, que la luche, y fueron consejos de gente que no fue cerrada y que me ayudó mucho.

Lo que relatás viene a derribar muchos prejuicios que tal vez cualquier ciudadano de a pie pueda tener al respecto, sobre el hecho de contar una situación de hecho y la inmediata expulsión de la fuerza, maquillada con algún otro problema existente o ficticio…

Sí, hubo un solo traslado, en su momento, que es obvio por el choque que produjo mi decisión, y tal vez generó algún resentimiento, o por ahí enojo al respecto.

¿Sabés si el ministro de Justicia y Seguridad provincial, Ricardo Casal, está al tanto de todo esto que nos contás?

Seguro que sí porque yo inicié todos los papeles, y me volvió el nombramiento como Ángeles Maribel Helguera.

A raíz de esto ¿Tuviste algún diálogo con un colaborador cercano de Casal?

No, nunca me convocaron ni nada por el estilo. Firmaron los papeles, me llegó el nombramiento y ahí quedó todo: soy una empleada más.

Y en tu vida social ¿Tenés la documentación que acredita tu identidad?

Sí, inicié el trámite en diciembre (de 2012) y para enero (de 2013) ya tenía mi DNI con mi identidad de Ángeles Maribel Helguera. Después inicié los trámites en el servicio y en marzo me llegó el nombramiento.

¿Considerás que tal vez todo esto se dio en el momento justo, con todos los cambios que se viven en el país, con la aceptación social que hay, etc.?

Sí, estamos mucho más liberales en ese tema, por ahí todo esto ayuda a que la gente se abra un poco de lo que es el tema y tenga otra visión, porque estamos mal vistas las chicas travestis.

Es muy común que ante la falta de opciones laborales, las travestis terminen ejerciendo la prostitución, con todos los riesgos que ello conlleva. Por tu caso, ¿qué consejo les podrías dar?

Que luchen por lo que quieren si desean ser mujeres, que significa todo, no prostituirse, hay salidas, hay aceptación. Fijate que yo soy del Servicio Penitenciario Bonaerense y me aceptaron, que tal vez es más difícil, así que creo que se tendrían que animar a ser libres.

¿Cuáles son tus aspiraciones en la vida y laborales?

Desde lo laboral, llegar a mi último grado, ejercer mi trabajo con la mayor responsabilidad y del mejor modo posible, y darle todo a mis hijos. Hoy estoy en pareja, y si bien hemos hablado de la posibilidad de adoptar, todo es muy prematuro, falta maduración en mi relación. Vivo en Escobar y mis hijos en La Plata, los veo semana por medio. Hoy mi meta es ver a mis hijos crecer, y yo crecer junto a ellos.

¿Cuál es la reacción de la gente, en La Plata o en Escobar, cuando salís a la calle?

En La Plata hay mucha discriminación, miradas feas, burlas, te señalan, se ríen, cosas muy molestas e irrespetuosas, porque una va caminando por la calle, sin hacer nada malo, y eso está de más. Todo depende de la educación, y de la apertura que tenga la sociedad. Por ejemplo, acá veo a un nene de 9 años que te cruza en la calle y te dice cosas feas, y no entiendo cómo es eso posible. (ANDigital)

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