viernes 29 de marzo de 2024 - Edición Nº3660

Interés general | 13 jul 2018

Hoy como ayer

Naranjín, sabe a recreo largo

El jugo que marcó a los pibes de los años 80 resucitó y da pelea en tiempos en los que a las PyMEs se les ofrece una anchoa en el desierto. De Córdoba a Quilmes, el sendero de la refundación; el mecenazgo del Mono de Kapanga y la diversificación.


QUILMES-BUENOS AIRES (ANDigital) La imagen de la heladera exhibidora doble vidrio rebosante de Naranjines de una heladería de la zona de Plaza Paso, en La Plata, quedó latente en Diego Matos. El sabor, también.

Ya convertido en diseñador industrial, buscaba que su medio de vida trascienda las tres medianeras y la línea municipal.

“Siempre tuve la idea de fabricar un producto y esta idea surgió allá por el 2004, 2005, había un rebote de la economía y siempre nos juntábamos con amigos y por supuesto se tiraban ideas, generalmente éramos muchachos que laburábamos solos, no en relación de dependencia”, introduce en diálogo con ANDigital.

Así, evoca: “ya venía fuerte el crecimiento de la moda de los 80, manifestado en zapatillas, ropa, música y eso llegaba también a las golosinas. Me puse a buscar lo de Naranjín por memoria emotiva. Había desaparecido y no había más datos, por ningún lado”.

“Recién más adelante apareció en algunos blogs, pero simples menciones. Y yo ya buscaba por la maquinaria que se había usado y fue así que encuentro el aviso de venta de una fábrica: lockers, escritorios, máquinas y al final decía que se adjuntaba ‘matriz de Naranjín’. Había buscado tanto tiempo que me daba miedo mostrarme eufórico, así que indagué al vendedor: ‘¿Estás seguro que era Naranjín?’. Me mandó foto por correo electrónico con las pelotitas”, reseña.

Con esa “prueba de vida” en su bandeja de entrada, y ya harto de toparse con el chasco de la mascota del Mundial España 82 en lugar de alguna dato del jugo, Diego viajó rápidamente a Córdoba. “Ellos vendían la maquinaria, no tenían ni idea si era para volver a fabricar el producto; pero era justamente lo que yo quería”, sentencia.

“Me mostró todo y nos pusimos de acuerdo rápido y, atento al entusiasmo, los antiguos empleados me explicaron cómo se hacía el producto en los 80”, destaca el actual dueño de Naranjín.

Me verás volver

“Lo percibíamos que estaba en todos lados porque eran otros tiempos. A finales del 70 y en los 80, había un kiosco cada tres o cuatro cuadras con suerte en una ciudad y ahora hay tres por cuadra quizás. Tenían más posibilidad de cobertura y menos productos. Hasta el 90 se conseguía y ya entonces sólo apuntaban hacia el norte. Las bebidas habían crecido y se habían puesto sofisticadas también en cuanto al envase”, plantea.

Luego de trasladar toda la maquinaria a la nueva planta en Bernal, partido de Quilmes, donde también situaron muebles de la antigua fábrica, Diego indica que comenzaron “un proceso tan largo como la búsqueda” de los vestigios de Naranjín.

“Apuntamos a la automatización de algunas partes, hay que producir mucho más, adecuar el producto a la actualidad con la etiqueta y sus legales correspondientes. Elaborar el jugo, la fórmula es diferente, ya que hoy por hoy hay mucho de natural para poder hacer este tipo de cosas”, prosigue la cabeza de esta pequeña PyME, compuesta principalmente por los hermanos Mattos, sus esposas y un reducido grupo de amigos en las áreas legales, alimenticias y de diseño.

“La naranjita de hoy es la misma, al ser la misma matriz es exactamente igual el producto. Como si hoy Fiat hiciese el mismo Fitito y salga al mercado andando”, grafica.

Esto tiene que ver con que se fabrica la naranjita con los estándares tecnológicos y de seguridad e higiene actuales con el único cambio de que la antigua boquilla (la cual había que guillotinar con los dientes) fue reemplazada por una tapa que permite abrir y cerrar el envase cuando queramos. 

“Pegó por las dos puntas, la gente nostálgica y el niño de hoy en día”, asegura y también revela que para lanzar los nuevos gustos, contaron con “catadores niños” a lo que “prestamos mucha atención”. De hecho, “cuando ya estaba todo listo, demoramos otros tres meses porque pretendían un jugo más dulce”, confiesa.

“Hacemos todo. Las tapas, envases, etiquetas, cajas, formulamos. Intentamos reflotar el producto tal y como era: popular, que llegue a la gente y la única manera es hacer todo, si no, se van los precios que ahí se acabaría la alegría de mantener el producto”, resume.

Hace apenas unos meses, en plena resurrección del Naranjín, un quilmeño ilustre, el Mono Fabio de Kapanga, revoleó jugos para los asistentes a un recital de su banda.

Semanas más tarde, cada invitado a su cumpleaños celebrado en el Club Tucumán, se llevó como souvenir el siempre bien ponderado Naranjín.

“Cuando me fui de Córdoba con el primer envase en la calle, ya levantaba comentarios”, confiesa Matos y da fe del segundo uso del producto: “volvieron los picaditos en el patio con la naranjita de pelota y hasta algunos lo transforman en Pokebolas...”. (ANDigital)

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