sábado 20 de abril de 2024 - Edición Nº3682

Interés general | 12 sep 2018

Enfoques

La zozobra argentina: Ya no estoy solo

La incertidumbre y la imprevisibilidad son sensaciones que impactan de manera diferente en cada individuo. Hay quienes se angustian, con tendencia a quedar paralizados y en cambio hay otros que redoblan la energía y hacen frente de manera más o menos exitosa, pero lo que los impulsa es el hacer. En el medio, hay una enorme cantidad de personas que oscilan por momentos entre uno y otro modelo de reacción.


Por la licenciada Sandra Ojman (*)
Especial para ANDigital

Hay una frase de José Ortega y Gasset que dice “Yo soy yo y mis circunstancias” y en las circunstancias habla del espacio, del mundo en el que habito.

Si lo pensamos desde la psicología, hablamos de mundos interno y externos.

Cuando estamos atravesando momentos de incertidumbre como miembros de un país y una sociedad, esta travesía no deja de enlazarse y articularse con las posibilidades o características propias de cada sujeto, de cada individuo. Por eso escuchamos y vemos a diario distintas historias y distintos modelos o modos de atravesar situaciones que representan incertidumbre, conflicto o que simplemente alejan el concepto de previsibilidad.

La incertidumbre y la imprevisibilidad son dos sensaciones o sentimientos que impactan de manera diferente en cada individuo, hay quienes frente a estas sensaciones se deprimen y se angustian, con tendencia a quedar paralizados en la acción y en cambio hay otras personas que frente a esto mismo redoblan la energía, buscan alternativas, se plantan como gritando “esto no podrá conmigo” y hacen frente de manera más o menos exitosa, pero lo que los impulsa es el hacer. En el medio, hay una enorme cantidad de individuos que oscilan por momentos entre uno y otro modelo de reacción.

Estas serían dos tipos de reacciones antepuestas, que están en las antípodas, pero lo que ambas tienen en común es que son promovidas por la falta de control que cada sujeto siente que tiene sobre las llamadas circunstancias externas. Las decisiones de un gobierno, de un jefe, de un trabajo, un accidente vital, un desastre natural, o cualquier otra circunstancia que no controlamos de manera directa y que afecta sustancialmente nuestra calidad de vida y su rutina.

Entendemos por rutina, en este caso, a aquellas acciones y conductas diarias que hacen nuestra vida previsible e incluso proyectable.

Este ingrediente, la capacidad de hacer proyectos, es otro aspecto amenazado por las circunstancias disruptivas. Los individuos necesitamos generar proyectos, necesitamos programar acontecimientos, desde los más pequeños a los más trascendentes, desde unas vacaciones a un casamiento, desde traer al mundo un nuevo hijo hasta cambiar la tele. Estudiar una carrera o montar un emprendimiento.

Son sueños, proyectos, ideales que atrapar. Cada uno de nosotros tiene su propio horizonte. Las circunstancias cuando se tornan aleatorias, imprevisibles, hacen que nuestros proyectos o sueños se difumen, se disuelvan y eso trae dolor. Más allá que con el tiempo, corto o largo podamos reconstruir esos sueños, que se puedan volver a la almohada, se vuelvan nuevamente posibles, la sensación igualmente es para algunas personas devastadora. Se sienten amenazados.

Más aún, cuando esos proyectos están en plena marcha, como que tenemos cuotas que pagar, una carrera en marcha, un cambio planificado, etcétera.

Aparece el miedo, y con ello la ansiedad. Necesitamos saciar esa ansiedad con datos, con estimaciones, con proyecciones. Saber más parecería aportar tranquilidad, pero no siempre podemos saber más y sólo podemos acceder a más incógnitas, más preguntas, más incertidumbre.

Volvemos en este punto a pensar que podemos hacer cada uno de nosotros. La inacción o parálisis puede ser momentánea, pero luego es importante accionar. No tomar decisiones apresuradas y sólo marcadas por la ansiedad. Tomarse tiempo para pensar, recurrir a personas allegadas que sintamos que son referentes en su modo de ver el entorno, que nos suman, en ideas, en propuestas, en miradas.

Es bueno enojarse con la impotencia de no poder cambiar aquello sobre lo que no tenemos control, pero en la justa medida. Aceptar que hay cosas que no podremos cambiar y que la adaptación será un proceso por el cual tendremos que transitar. La catarsis ayuda, pero si es excesiva, sólo contamina.

En estos momentos de crisis personales, sociales o familiares, la capacidad de resiliencia cobra sentido. Es la capacidad de recuperarse o atravesar la adversidad. En lo individual pero también en lo grupal. Es la fortaleza que podemos trasladar a nuestro grupo familiar, nuestro grupo de pertenencia, nuestros amigos. Ser resilientes como sociedad.

Podríamos hacer foco en pensar cada uno de nosotros que fortalezas tenemos y sobre las que puedo construir oportunidades. Muchas veces la energía inspiradora surge del miedo y de la incertidumbre.

La frase de Ortega y Gasset completa dice “Yo soy yo y mis circunstancias y si no la salvo a ella, no me salvo yo” (Meditaciones del Quijote 1914). Esto es nada más y nada menos entender que es necesario involucrarnos de tal modo que podamos incidir y comprometernos con las circunstancias, ese es el único modo de salvarla y con ello tener nosotros, cada uno de nosotros una nueva posibilidad. La participación de cada uno de nosotros puede hacer la diferencia.

(*) Psicóloga –fundadora de Consulta Online

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