viernes 19 de abril de 2024 - Edición Nº3681

Interés general | 26 abr 2020

Salud

Malaria, una plaga prehistórica

Los agentes infecciosos están en el planeta desde tiempos inmemoriales y han ido mutando. A lo largo de la historia, eventos catastróficos como el impacto de asteroides, extinguieron especies enteras, entre ellas, los dinosaurios, pero los patógenos -como los virus, bacterias y parásitos- y los mosquitos, persistieron y siguen ocasionando enfermedades en el ser humano.


Por Osvaldo Teglia (*)

En días en que la población mundial sufre el embate de un nuevo coronavirus, vale la pena reflexionar acerca del paludismo, y de cómo los esfuerzos en materia de prevención y tratamiento han hecho que la incidencia de la infección y las tasas de mortalidad se reduzcan cada año.

En mayo de 2007, la Asamblea Mundial de la Salud decidió conmemorar el 25 de abril el Día Mundial del Paludismo con el objetivo de poner de relieve la necesidad de invertir continuamente en la prevención y el control de la enfermedad de la malaria. Esta enfermedad -potencialmente mortal- es causada por parásitos que se transmiten al ser humano por la picadura de mosquitos hembra infectados.

La denominación de malaria data de hace varios siglos, Francesco Torti (1658-1741) la bautizó así creyendo que se transmitía por el aire y que provenía del mal aire (mal aria) que emanaba de los pantanos y lagunas.

Se estima que la malaria probablemente haya afectado a los dinosaurios y haya llegado al hombre a través de los gorilas.

Esta enfermedad entró en la historia prácticamente desde que se conocieron las primeras palabras escritas, ya que los síntomas de fiebres periódicas, cefaleas, escalofríos y aumento del tamaño del bazo están en papiros egipcios (1570 a. C.). Cosechó víctimas ilustres por aquella época, como Alejandro Magno en 323 a. C. y Gengis Kan en 1227. Hasta la momia del faraón Tutankamón (1327 a. C.) reveló indicios de que el difunto sufría de malaria crónica.

Los vectores del paludismo son diversas especies del mosquito del género Anopheles. Se denomina ‘vector’ a aquellos organismos vivos que pueden transmitir enfermedades infecciosas a las personas, o de animales a personas. Es decir, el contagio de esta enfermedad no se da entre humanos. La transmisión al feto por vía trasplacentaria y las transfusiones sanguíneas de donantes que han padecido la enfermedad son las únicas formas posibles de contagio directo entre humanos.

El paludismo se presenta con fiebre, vómito, dolor de cabeza y escalofríos luego de un período de incubación de 10 o 15 días. Estos síntomas pueden ser leves, ocasionando muchas veces dificultades diagnósticas de la enfermedad. Las formas graves se caracterizan por compromiso del sistema nervioso central con alteraciones del estado de conciencia hasta coma, y/o convulsiones. También, insuficiencia renal, disminución de la glucosa, hipotensión y shock.

Cabe destacar que los episodios sintomáticos pueden presentarse años o décadas después de la exposición a la infección.

Los lactantes, los pacientes con SIDA, las mujeres embarazadas, los viajeros y los grupos de población itinerante son los más propensos a contraer la enfermedad. Pero, en las zonas de alto riesgo los más expuestos a contraerla y fallecer son los niños menores de 5 años, los cuales representan casi el 70% de las muertes por Paludismo.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que en 2018 hubo 228 millones de casos de malaria en todo el mundo falleciendo 405 mil personas, en comparación con 251 millones de casos y 585 mil defunciones anuales en 2010. Diecinueve países en África subsahariana e India dan cuenta de casi el 85 % de la carga mundial de malaria.

La transmisión, muchas veces, depende del clima que puede modificar el número y la supervivencia de los mosquitos, como el régimen de lluvias, la temperatura y la humedad. En diversos lugares la transmisión es estacional y alcanza su máxima intensidad durante la estación lluviosa e inmediatamente después.

En 2019, la Argentina se sumó a la reducida lista de países que lograron eliminar la transmisión local de paludismo, habiendo acreditado a la OMS la ausencia de nuevos casos autóctonos de manera sostenida durante varios años seguidos. No se detectan casos autóctonos en todo el territorio argentino desde hace 8 años. Luego de los brotes de 2007 en Misiones y 2010 en Salta, en los que hubo 73 afectados.

Para conservarse como “país libre de paludismo” la Argentina deberá seguir acreditando, también, ante la OMS la existencia de un programa de vigilancia y respuesta sanitaria para prevenir la reaparición de casos autóctonos. La detección precoz y el tratamiento de casos importados son clave para mantenerse en esta condición.

 

(*) Profesor adjunto a cargo de Enfermedades Infecciosas de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral.

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