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Interés general | 24 sep 2020

Salud

Cáncer de tiroides: Buen pronóstico y altas chances de curación

Si bien hay cada vez más casos, la mayoría de las personas evoluciona favorablemente. Los principales factores de riesgo son los antecedentes familiares y la exposición a radiaciones o radioterapia ¿Cómo es el seguimiento post tratamiento?


CIUDAD DE BUENOS AIRES (ANDigital) La tiroides es una glándula endocrina que segrega hormonas encargadas de regular el metabolismo corporal. Independientemente de su funcionamiento, en la glándula se pueden formar distintos tipos de nódulos o tumores. La mayoría son benignos mientras que de un 5 a 10 % son malignos, lo que se conoce cómo cáncer de tiroides.

En el Día Mundial de este cáncer recordamos que los factores de riesgo más conocidos son los antecedentes familiares y la exposición a radiaciones o radioterapia. Existen distintos tipos de cáncer de tiroides.

Los más frecuentes son los diferenciados (son más del 90 % e incluyen las variantes papilar y folicular), mientras que el cáncer medular y los cánceres indiferenciados o anaplásicos constituyen sólo un 5 % del total. El pronóstico de estos grupos es diferente.

Afortunadamente, la mayoría de los pacientes con cánceres diferenciados de tiroides son de bajo riesgo, lo que significa que tendrán una sobrevida normal en cuanto a su duración y calidad.

La incidencia del cáncer de tiroides ha aumentado en las últimas décadas a nivel global, principalmente a expensas del cáncer diferenciado de tiroides. Según las últimas estimaciones realizadas en 2018 por el Observatorio Global de Cáncer de la Organización Mundial de la Salud, la incidencia del cáncer de tiroides en nuestro país fue de 3482 nuevos casos para ambos sexos, ocupando el décimo lugar entre todos los cánceres. El dato a resaltar es que el 86% correspondió al sexo femenino por razones que aún no se pueden explicar.

¿Cómo detectarlo?

La mayoría de estos cánceres son asintomáticos. Una gran parte de los casos se descubren a través de estudios por imágenes solicitados por otras razones, aunque también pueden ser descubiertos por un médico durante un examen físico o por el paciente en forma fortuita (mirándose al espejo por ejemplo).

En etapas avanzadas pueden presentarse con disfonía, dificultad para tragar, molestias o dolor y/o con la presencia de ganglios cervicales. El diagnóstico inicial generalmente se basa en realizarle al paciente una punción aspiración con aguja fina del tumor y evaluar las características ecográficas y clínicas del mismo. Finalmente, el diagnóstico definitivo y de certeza llega con el estudio anatomopatológico de la pieza de la cirugía.

A diferencia de otros cánceres, este tipo no requiere de una detección precoz porque por lo general suele ser indolente. Es decir, en el momento en que se diagnóstica suele ser tratado sin problemas y con pronóstico de bueno a excelente.

A excepción de los cánceres de tiroides más agresivos que, cómo explicamos anteriormente, suelen representar aproximadamente el 5%. Por tanto, no se recomienda realizar estudios de “screening” o de pesquisa (ecografías solicitadas a toda la población para detectar los nódulos cuando son muy pequeños), dado que no está demostrado que detectarlos o tratarlos cuando son tan pequeños mejore el pronóstico.

¿Cómo se trata este tipo de cáncer?

El tratamiento del cáncer de tiroides, al igual que todos los cánceres, necesita de un abordaje multidisciplinario, en donde intervienen cirujanos, endocrinólogos y especialistas en medicina nuclear, y excepcionalmente oncólogos y radioterapeutas.

El cáncer de tiroides ha sido tratado históricamente con cirugía, con o sin el agregado de yodo radioactivo. Tiene como objetivo principal controlar la enfermedad a nivel de la glándula tiroides y los ganglios del cuello, ya que los cánceres de tiroides tienen especial predilección por extenderse a los ganglios cervicales. Afortunadamente, no siempre se necesita que la cirugía inicial extirpe los ganglios, aunque podría necesitarse en algún momento a lo largo del seguimiento.

Algunos pacientes presentan alto riesgo de recurrencia, es decir, alta chance de que la enfermedad regrese en el cuello o menos frecuentemente en otros órganos, por lo tanto se beneficiarán con la administración de yodo radiactivo como complemento del tratamiento quirúrgico. Desde hace ya algunos años, las indicaciones de tratamiento con yodo radiactivo son cada vez más seleccionadas y se limitan sólo a aquellos pacientes que tienen más riesgo de recurrencia.

En la actualidad, hay una tendencia global a realizar tratamientos menos agresivos en los pacientes con carcinomas diferenciados de tiroides dado que, se ha comprobado, que el pronóstico no sufrirá ningún impacto, y que además los pacientes se beneficiaran en términos de calidad de vida.

Es así que, en pacientes de bajo riesgo, se proponen cirugías más acotadas, que extirpan sólo una mitad de la glándula tiroides. Asimismo, con el objetivo de evitar las cicatrices cervicales se han desarrollado abordajes extracervicales para casos seleccionados. El abordaje transoral endoscópico es el que ha demostrado en la actualidad la mayor aceptación por parte de pacientes y cirujanos.

Mientras que en pacientes rigurosamente seleccionados, considerados de “muy bajo riesgo”, existe una alternativa de tratamiento llamada “vigilancia activa”, que consiste en un seguimiento ecográfico exhaustivo (es decir, mera observación sin llegar a la cirugía).

¿Cómo se realiza el seguimiento post tratamiento?

El seguimiento consiste en efectuar un examen clínico del cuello, asociado a análisis de laboratorio y ecografía del cuello. En algunas situaciones menos frecuentes, puede ser necesario efectuar otro tipo de estudios (rastreos corporales con yodo radiactivo, tomografías computadas, tomografía por emisión de positrones o PET), pero no suele precisarse en la mayoría de los casos. La frecuencia con que se efectúan los estudios de seguimiento también es variable según el riesgo de recurrencia.

En los análisis de laboratorio se solicitan determinaciones para corroborar que los niveles de hormonas tiroideas sean correctos para cada paciente. Los objetivos son diferentes de acuerdo a edad, antecedentes cardiológicos y riesgo de recurrencia. Adicionalmente, se miden los niveles de tiroglobulina y anticuerpos antitiroglobulina, que se utilizan como marcadores tumorales, para monitorear la evolución de la enfermedad.

Y por último, la ecografía de cuello, estudio no invasivo, es la otra herramienta fundamental del seguimiento, ya que la mayoría de las veces en que hay una recurrencia, esta se ubica en el cuello.
En conclusión, la mayoría de los pacientes tendrán la posibilidad de tratar el cáncer de tiroides a través de un equipo multidisciplinario que indicará los pasos a seguir respecto al tratamiento indicado. En este tipo de cánceres esto se traduce en altas chances de curación y de asegurar una buena calidad de vida.

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Asesoró: doctor Santiago Zund – MN 99.634

Miembro de la Asociación Argentina de Cirugía (MAAC). Médico del Departamento de Cirugía de Cabeza y Cuello, Instituto de Oncología “Ángel H. Roffo”, Universidad de Buenos Aires.-

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