martes 23 de abril de 2024 - Edición Nº3685

Panorama Bonaerense | 1 jun 2015

Bitácoras bonaerenses

El desmoronamiento de Massa

Los principales intendentes de la primera sección electoral bonaerense abandonaron el Frente Renovador, dejando al tigrense con los restos de lo que alguna vez fue su bastión de poder electoral. Siguen las fugas y a partir de allí cabe la pregunta: ¿Quiénes están con las valijas armadas? Las apuestas se posan en qué definición tomará el tigrense.


El dilema de Sergio Massa se fue transformando en pesadilla a medida que las noticias de más fugas llegaban a Tigre. Las noches para el tigrense se inundaron de malos presagios y los fantasmas rondaron con más frecuencia su habitación. Aquellas viejas (o no tanto) épocas donde su Blackberry no paraba de sonar, con llamados de distintos intendentes bonaerenses que preguntaban por el formulario que les permitiría sumarse a las filas del Frente Renovador, ahora parecen escenas de un seductor ensueño de fantasía. El ocaso sobre el horizonte.

En las últimas semanas, Massa vio cómo su armado territorial con los alcaldes peronistas se derrumbaba. El primer jefe comunal en dar ese paso fue el mandamás de Escobar, Sandro Guzmán, allá por mediados de marzo. Antes, la sangría de radicales hacia las costas del PRO de Mauricio Macri fueron las primeras fugas que tuvo que soportar, fundamentalmente personificado en la figura del sanisidrense Gustavo Posse. Estos cimbronazos, sumados a la baja en las encuestas y a la polarización que macristas y sciolistas decidieron accionar –dejando al tigrense de lado– fueron los primeros factores de esta última etapa que empezaron a romper los cimientos de la arquitectura electoral massista. Pero las cuestiones internas también afectaron el tránsito y crecimiento del Frente Renovador. Las tensas y explosivas pujas en la carrera por la Gobernación expusieron al otrora jefe de Gabinete nacional en dilemas que lo mostraban como un líder que no podía controlar a su tropa. “Mucho cacique, poco indio”, fueron las reflexiones a las que llegaron varios observadores al ver cómo las peleas entre Mónica López, Darío Giustozzi, Felipe Solá, Jesús Cariglino y, más tarde, Francisco De Narváez, eran las principales noticias de los portales y diarios políticos nacionales y bonaerenses. Duelos de carteles que causaron daños.

Estas flaquezas fueron olfateadas por los “barones del Conurbano”, quienes decidieron alejarse de las costas del massismo. Se sabe, desde hace mucho, que “los barones sólo piensan en los barones” y buscan únicamente su supervivencia a los distintos cambios, situaciones o reacomodamientos políticos que surgen sobre el tablero. En su momento, algunos confiaron en su primer olfato y decidieron abandonar el Frente para la Victoria e ir a tocar las puertas del Frente Renovador, en días que aún disfrutaba de su gran victoria de octubre de 2013. Escucharon a los malos pronosticadores, que decían que el Gobierno nacional iba a enfrentar una severa crisis económica y de gobernabilidad, que produciría que sus chances para las elecciones de este 2015 fueran verdaderamente pocas. Sin embargo, ningún mal presagio se hizo realidad y por estas jornadas la imagen positiva de Cristina Fernández de Kirchner es alta, como así también las diversas encuestas que sostienen que el FpV, con sus dos candidatos presidenciales –Daniel Scioli y Florencio Randazzo–, puede ganar en una primera vuelta en octubre. La lógica de los barones.

En medio de ese vendaval, sin dudas, uno de los mayores golpes para Massa fue la fuga de Darío Giustozzi, uno de sus principales aliados, ese que propinaba la estructura de Almirante Brown, distrito fuerte en votos de la tercera sección electoral. Si bien el browniano no integraba la llamada “mesa chica del massismo”, su aporte era fundamental y ofició de aliado estratégico para Massa en el diseño del tablero electoral bonaerense. Su partida sacudió al FR, no sólo se fue un precandidato a gobernador de primera hora, sino el presidente de bloque de Diputados en el Congreso. Si bien tras partir armó su bancada en el Parlamento Nacional, en un intento por hacer un traslado paulatino a las filas del oficialismo, esta semana que pasó el actual intendente de Almirante Brown, Daniel Bolettieri, delfín de Giustozzi, manifestó su adhesión a la precandidatura presidencial de Scioli. Asimismo, con menor énfasis y con destino en las costas del PRO, Jesús Cariglino, jefe comunal de Malvinas Argentinas también dijo “adiós”, aunque desde el massismo buscaron tildar de ‘expulsión’ una huída dirigencial más. El portazo de dos precandidatos a Gobernador.

La realidad del desmoronamiento de Massa llegó al olfato de los barones de la primera y produjo que sus ávidos deseos de permanencia en el poder los recondujera a las filas del kirchnerismo. “El que se va sin que lo echen, vuelve sin que lo llamen”, puede ser una síntesis del regreso de esos intendentes. En los últimos días se produjo lo que se venía anunciando meses atrás: los intendentes Humberto Zúccaro (Pilar) y Raúl Othacehé (Merlo) firmaron su pase al kirchnerismo. Esos barones de estirpe pejotista, desde hace meses mantuvieron distintas reuniones privadas, conversaciones telefónicas para hablar de la permanencia de su lógica: obtener el 25 de octubre un nuevo mandato como intendentes. Los barones privilegian su distrito, su elección, ninguno quiere perder en el pago chico. Paulatinamente acrecentaron su enojo con Massa, a quien en privador llaman ‘El Pibe’, con agrado, con ironía, con enojo. Dicen, dijeron y dirán que son varios los motivos de su fuga, una cierta “decepción” tras haber “bancado” la campaña de 2013 –no es el caso de Othacehé, quien pasó tras las legislativas de ese año– y vieron que las retribuciones no fueron las prometidas. Además, en sus comunas empezaron a ver más y más encuestas en las que ellos tenían buenas intenciones de voto en sus distritos, pero observaban que eran mayores a los porcentajes de Massa y que ese arrastre pensado había dejado de ser una realidad. Temerosos de que ese acarreo se les volviera en contra, aceleraron los contactos con La Rosada, aprovecharon la etapa de “las puertas abiertas para todos” y sellaron su retorno. Cuidar ese poder territorial es lo que prima en sus mentes, para ese propósito de supervivencia no hay color político que sea vedado en sus objetivos, la oferta de votos y territorio electoral –si es necesario– se entregará al mejor postor. La lógica de los barones II.

Estas calamidades provocaron un resquebrajamiento de la primera sección electoral para Massa, ese bastión electoral de poder que había sido su catapulta para ganar las legislativas del 2013. Según pudo saber esta columna, desde hace semanas que los barones y la “mesa chica” de intendentes le dieron al tigrense un plazo para definiciones: bajarse de la pelea por la Presidencia, apuntar a la Gobernación o simplemente retirarse con decoro. Ese plazo es el 1º de junio. En su lógica, ellos no quieren llegar al cambio de mes sin una definición, alertados por el 10 de junio, día del cierre de presentación de alianzas. La opción de acordar con el PRO está sobre la mesa desde hace semanas. Massa y su entorno más cercano pidieron la realización de la “gran interna opositora”, demanda que no fue atendida por Macri y su tropa. Ante esa negativa, y tras conocer la oferta del jefe de Gobierno porteño, de acordar, pero con Massa como candidato a Gobernador, las dudas y los dilemas crecieron en proporciones que ahuyentaron a más de uno. En la semana que pasó, Zúccaro y Othacehé decidieron adelantar los pasos, otro golpe duro al tigrense. Pero la sorpresa mayor, mucho dicen el peor día para Massa, fue el jueves cuando un integrante de su “mesa chica”, el intendente de Olavarría, José Eseverri, se mostraba sonriente junto a Randazzo, en una señal de que el retorno formal de ese alcalde radical a las filas del FpV es sólo cuestión de horas. Por si fuera poco, poco más tarde se conocía que De Narváez agredió a golpes de puño a un periodista de La Plata por una nota periodística, desatando el repudio y escándalo generalizado. Las peores horas de Massa se hicieron realidad, esa noche observó con lamentaciones su mapa desplegado sobre el escritorio, un asistente tachaba con rojo los distritos que ya no estaban bajo su órbita y con azul los que estaban a punto de perderse. Al dolor de marcar con azul a Olavarría, se sumó la dolencia de empezar a pintar con ese color a General San Martín y Arrecifes. Varias fuentes consultadas por este espacio periodístico sostienen que la partida formal de Eseverri se realizaría junto a Gabriel Katopodis (otro integrante de aquella marchita “mesa chica”) y Daniel Bolinaga. A esto se suman las dudas del alcalde de Mercedes, Carlos Selva, quien preso de las contingencias ya avisó, por si acaso, que tiene dudas sobre su continuidad en el massismo y las conjeturas de que el jefe comunal de Junín, Mario Meoni, vuelva a ser un radical K. El desmoronamiento.

Sobre el fin de semana corrieron los rumores sobre el anuncio de la declinación de Massa a su candidatura presidencial. Por ahora, aún golpeado por la realidad, el tigrense no reacciona, apela a cambios bruscos de comunicación y expresa: “Me quedo con los dirigentes que tienen valor y coraje para construir el cambio”, y hasta apela a películas exitosas de Hollywood, usando metáforas confusas y poco sólidas: “Soy como Rocky, me pegan, me pegan y sigo peleando. Por ahí en el round 15 aparece el KO a los K”. Confusiones en medio de los golpazos.

Esa “ancha avenida del medio” que había sido uno de los pilares discursivos del massismo, terminó siendo un karma que amenaza ahora con devorar al propio Massa. Una “ancha avenida” que paradójicamente de ser tan ancha hizo perder el rumbo político y retórico a todo quienes se animaron a caminar sobre ella. Cuando en 2013 nació ese espacio político, se focalizó en la osadía y valentía del tigrense en animarse a romper con el Frente para la Victoria, enfrentarlo y ganarle en las elecciones legislativas. Massa se perfilaba como un líder que podía comandar a esa tropa variable que se deslizaba entre las simpatías por las políticas que implementó el kirchnerismo, y la oposición más dura a esa ideología. Pero los riesgos de esa mezcla, con el tiempo, muestran que los que llamaban al massismo un espacio variopinto o, más duros aún, lo denominaban un “rejunte” de dirigentes que al final iba a sucumbir ante los egos y marcadas diferencias de genes políticos, ahora se relamen y se jactan de ser pronosticadores serios. Los profetas amateurs que acertaron.

La “liga de intendentes” que fue el cimiento de Massa ya no cuenta con el poder de fuego electoral que supo ostentar, está casi vacía y a punto de desaparecer. La “mesa chica” del massismo –Eseverri, Katopodis, Meoni y, el principal coronel, Joaquín De la Torrre– está casi rota y los más fervientes analizan salvatajes de último momento. Con la fecha límite puesta por los intendentes acechando, Massa pidió una semana más de plazo para tomar decisiones. En las cartas de urgencia sobre la mesa está la opción de bajar a De Narváez para poder negociar en mejores condiciones con el PRO, aunque aún no puede doblegar la negativa de competir en una interna presidencial. La otra opción es bajar la cabeza y ser el candidato a Gobernador de Macri o jugar en ese tramo sólo con boleta corta. Jugar sólo es una aventura difícil, ya que sin el arrastre presidencial se necesita de territorio e intendentes que aseguren y fiscalicen los votos, algo que el tigrense perdió en las últimas semanas. Surge también la posibilidad de que Massa decline su candidatura, se repliegue en Tigre o en su banca de diputado nacional y se convierta en el principal opositor al próximo Gobierno. La otra es mantener la poca estructura que le queda, jugar para la presidencial, asegurarse el tercer puesto y en un hipotético ballotage ser “un gran elector” para definir la contienda. Las cartas sobre la mesa.

El desmoronamiento de Massa sufrió uno de sus peores sacudones. Sus chances amenazan con esfumarse. Pero aún así, está en un lugar donde siempre le gustó estar: el centro de la escena, donde la especulación y la intriga es el principal plato. ¿Qué hará Massa? Ese fue el interrogante en la previa a la elección de medio término pasada, y ese es el interrogante ahora, aunque con realidades completamente distintas.

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