martes 19 de marzo de 2024 - Edición Nº3650

Panorama Bonaerense | 2 dic 2019

Bitácoras bonaerenses

Monzó y Vidal: Una vieja interna del PRO que resurge y alista nuevas tensiones

Tras años de ser vetado por la gobernadora saliente, el titular de la Cámara de Diputados avisó que va a comenzar a “caminar la provincia”. Se viene un nuevo capítulo del enfrentamiento que mantienen ambos dirigentes, pero esta vez, desde el lado de la oposición.


Como en el fútbol, en la política siempre hay espacio para la revancha. La ruleta gira sin cesar y ubica a los diferentes actores en lugares diversos. A veces en el de máximo poder, algunas en el destierro y, otras, en lugares llanos, rasos. María Eugenia Vidal y Emilio Monzó mantienen una vieja interna dentro de las variadas que tiene el PRO. Un enfrentamiento que tuvo sus tensiones, pero que no fue sangrienta como la que protagonizaron la actual Gobernadora y el jefe de Gabinete de la Nación, Marcos Peña. Durante más de cuatro años, ambos dirigentes se miraron con recelo, con desconfianza, nunca se quisieron y hasta esta semana, en la última sesión ordinaria de Diputados bonaerense, el legislador monzoísta, Marcelo Daletto, blanqueó en su discurso en el recinto, lo que todos sabían. “Vidal detesta a Monzó”, lanzó ante el asombro de sus compañeros de bloque. Ante el frío tablero que se avecina para Cambiemos, en el debutante lugar de oposición, los cuestionamientos a la figura de Vidal surgieron desde diversos sectores bonaerenses: Jorge Macri, intendente de Vicente López, primo de Mauricio y titular del PRO bonaerense, los radicales y, ahora, obviamente Monzó y su tropa. Sacudones pos derrota electoral.

El 10 de diciembre (o el 11, si Axel Kicillof decide postergar su asunción), Vidal tendrá una sensación de vacío. Por primera vez, dentro de su carrera política, tendrá que transitar el espinoso camino de ser opositora a un gobierno. El desafío tiene más aristas dado que su objetivo es ser la líder de Cambiemos para negociar con el gobierno del Frente de Todos de Kicillof. En esta columna se mostró como el primer desafío al liderazgo de Vidal surgió de la comarca de Vicente López, donde Jorge Macri avisó que las decisiones en Cambiemos serán de forma horizontal en la provincia y, de paso, en desmedro de las pretensiones de “Mariú”, dijo que el “líder indiscutible de la oposición es Macri”. Los radicales, desde su aldea, también pidieron por una “Mesa de Decisiones”. Para darle más movimiento al agitado tablero del oficialismo saliente, el jueves 28 de noviembre, Emilio Monzó dio por terminado del veto de Vidal y encabezó un acto en Florencio Varela, donde lanzó cuestionamientos a la plana mayor del Gobierno Nacional, mandó señales de sintonía con Sergio Massa y avisó que va a “recorrer la provincia”. Desde su entorno confirmaron lo que esta columna adelantó hace meses: “Emilio se perfila para ser candidato a gobernador en 2023”. Rebeliones internas.

Por ahora no se sabe con certeza si Monzó y su tropa se van a mantener en Cambiemos, van a acoplarse al Frente de Todos o van a intentar una “tercera fuerza que supere la grieta”, como adelantó el actual titular de Diputados de la Nación. Mientras tanto, el acto en pleno Conurbano bonaerense es un claro desafío a Vidal. El tiempo de bajar la cabeza terminó para el monzoísmo. La relación que Monzó tuvo con Vidal desde tiempos de la campaña 2015 ha estado llena de rencores, desconfianza y falta de química. Cabe recordar que el resentimiento de María Eugenia con Emilio nació cuando en el PRO buscaban variantes sobre la candidatura para la gobernación bonaerense. En 2014, ante la negativa tajante de Gabriela Michetti a ser candidata, Macri ordenó a Vidal a bajar a la provincia. A regañadientes y ofuscada, MEV obedeció y comenzó a caminar el territorio bonaerense. A los meses, al calor de la rosca política, Monzó –armador bonaerense del PRO por esos días– no le tuvo fe a la posible candidatura de Vidal y se lo dijo a Macri. Paralelamente abrió negociaciones con Massa para pactar un acuerdo en la provincia y hasta se conjeturó con la candidatura acordada de Francisco De Narváez. Finalmente, Macri optó por la “pureza amarrilla” y apostó por la desconocida Vidal: el tiempo le dio la razón, María Eugenia derrotó a Aníbal Fernández, se transformó en la primera gobernadora mujer de la Provincia, pero –al mismo tiempo– anotó bien grande en su agenda: “No olvidar que Monzó quiso sacarte de carrera”. El inicio del rencor.

Cuando Vidal se sentó en el Sillón de Dardo Rocha comenzó a blindar la Provincia e intentar alejar toda injerencia interna. Tuvo cortocircuitos con Jorge Macri y, obviamente, a Monzó lo quería lejos. Con el tiempo se acercó al alcalde de Vicente López, más por una cuestión táctica que por afinidad. En 2016 Emilio Monzó, el ministro del Interior Rogelio Frigerio y Marcos Peña tenían intenciones de comenzar a armar en la provincia. Las tensiones siguieron todo ese año, hasta que en noviembre, en una cena realizada en la Base Aérea de Morón (lugar que eligió Vidal para vivir), la actual Gobernadora, su mano derecha Federico Salvai, el diputado bonaerense de Cambiemos, Manuel Mosca, intentaron bajar las tensiones con Monzó, quien fue acompañado por Frigerio, el secretario de Interior de la Nación, Sebastián García De Luca, y el diputado bonaerense Marcelo Daletto. El deshielo llevó una leve tregua a las aguas agitadas del PRO bonaerense. Por lo bajo, los monzoístas siempre se quejaron del “destrato de Vidal” y avisaban: “Nunca nos tomaron como propios”. La tregua era simplemente eso, dado que Monzó siguió vetado para armar o atisbar sobre el territorio bonaerense. El cierre de listas del 2019 trajo consigo la ruptura final entre María Eugenia y Emilio. El 22 de julio, en una corta reunión que mantuvieron ambos dirigentes en las oficinas porteñas del Museo Nacional Ferroviario que la mandataria usó como gobernación paralela, Vidal decidió darle la estocada final a su rival interno. Le ofreció a Monzó un solo lugar en las listas, de los cinco que pretendía. Con resignación, Emilio aceptó ese lugar y pidió que sea para Daletto, como cabeza de lista de la cuarta sección electoral. Pero Vidal lo corrigió y le dijo que ese lugar iba a ser en la octava sección. Monzó preguntó si iba a ser como cabeza de lista. La respuesta fue contundente: “En tercer lugar”. El mensaje había sido claro, Monzó no aceptó la oferta, se levantó de la reunión y se fue. La declaración de guerra.

Monzó y su tropa masticaron bronca, despotricaron en privado contra Vidal, pero no salieron a gritarlo por los cuatro vientos, apelaron a la paciencia, a la estratégica espera; más allá de que el 11 de agosto, tras conocer la abultada derrota de la gobernadora contra Kicillof en las PASO, descorcharon champagne, viralizaron por whatsapp la famosa frase de Monzó: “Reivindico la rosca”. Y hasta tuvieron un improvisado festejo en Carlos Tejedor, tierra de Emilio. A días de terminar su mandato, Vidal observó lo que estaba esperando hace mucho tiempo: Monzó y su tropa hablando en público. Si bien era de esperar, es otro frente interno que tiene abierto la gobernadora saliente en un esquema cada vez más complicado de armar, para ser referente opositora. MEV quiere mantener la unidad de Cambiemos en las horas siempre complicadas tras el cambio de mando y comenzar a sentir el ser opositor. Más allá de que no pudo meter un solo candidato a legislador este año, Monzó aún conserva un diputado, Guillermo Bardón, y una senadora, Ana Laura Geloso, que en una Legislatura bonaerense dominada por el tenso equilibrio entre Cambiemos y el Frente de Todos, pueden ser fundamentales para destrabar pujas entre las partes. Vidal tiene un complejo tablero de acá en adelante. Por ahora apunta a contener o a mostrar inéditas simpatías por sus aliados: este fin de semana participó de un campamento con la Juventud Radical. Pero los riesgos más estruendosos vienen desde adentro del PRO, donde el monzoísmo se siente liberado de manos y desempolva esa vieja premisa: “porteños versus bonaerenses”.

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