viernes 19 de abril de 2024 - Edición Nº3681

Panorama Bonaerense | 3 feb 2020

Bitácoras bonaerenses

Qué pasa entre Kicillof y los intendentes peronistas del Conurbano

Desde el armado del Gabinete provincial, la forma de hacer llevar adelante las negociaciones con la oposición de Juntos por el Cambio, hasta la implementación de programas de gestión, desataron cortocircuitos entre los alcaldes y el primer mandatario bonaerense.


Recelo, por ahora es la palabra que prima en la relación entre los intendentes peronistas del Conurbano y el gobernador, Axel Kicillof. No es para encender las alarmas en el Frente de Todos, es parte de la política bonaerense, esa que se respira hace años por estos lados. Sí es para tomar nota y, para que desde la Gobernación saquen sus diagnósticos y conclusiones sobre el tipo de relación que quieren tener con los alcaldes que gobiernan los distritos más populosos del Gran Buenos Aires. Se acercan los dos primeros meses de gobierno de Axel. Fueron días más que agitados, cargados de adrenalina y de dos escenarios donde el jefe de Estado bonaerense y el “kicillofismo” mostraron parte de lo que será la diplomacia que llevarán adelante en la Legislatura provincial. El foco se posó sobre las negociaciones sobre el proyecto de Ley Impositiva 2020, que tras una sesión caída, tensiones con la oposición de Juntos por el Cambio y modificaciones concedidas a ese espacio opositor, terminó siendo una ley que no fue del gusto de Kicillof. El empate con sabor a derrota.

Al igual que gran parte de los sectores que componen el Frente de Todos en la provincia de Buenos Aires, el rol de los alcaldes fue de meros espectadores sobre el escenario del tratamiento de la Ley Impositiva. El texto que diseñó Calle 6 en principio no estaba sujeto a modificaciones y debate, incluso dentro de los bloques oficialistas. Esto generó un malestar y sin sabor en varios diputados y senadores, que al estar ajenos al debate, decidieron ser simplemente orgánicos y bajar al recinto, levantar la mano cuando sea necesario, pero no más esfuerzo que ese. En general, los legisladores que responden a los intendentes del Conurbano y del Frente Renovador coinciden en voz baja y en los cafés lindantes a la Legislatura que existe un “hermetismo” del “kicillofismo” a la hora de tomar las decisiones y un “olor a desconfianza” a cualquiera que sea ajeno a la tropa pura que supo armar el Gobernador con cuadros técnicos de su confianza que lo acompañaron en su gestión al frente del Ministerio de Economía de la Nación, en el segundo mandato de Cristina Kirchner. Esta situación generó que el Gabinete bonaerense sea exclusivamente y minuciosamente elegido por Kicillof y su mesa chica: el resultado fue la ausencia casi total de intendentes o referentes en algún sillón clave de la política bonaerense. El primer malestar de los alcaldes.

Los intendentes (en especial lo del Conurbano), son complicados, son rebeldes, son exigentes. Pero también saben el poder que tienen, saben que son “mini gobernadores” que gestionan y comandan distritos con grandes cantidades de población. También saben que tienen una alta imagen positiva en sus distritos y que en las elecciones legislativas del 2017 (cuando Cristina se presentó como candidata a senadora nacional y salió segunda), muchos tuvieron más votos que la actual vicepresidenta en sus distritos. No pierden oportunidad para recordar que -con altibajos- durante los cuatro años del macrismo/vidalismo, ellos fueron la resistencia y que conservaron el poder territorial del peronismo, que sufrió un severo cachetazo con las derrotas nacional y provincial en 2015. En asados y mensajes de WhatsApp aún lamentan que alguno de ellos no haya podido ser candidato a gobernador y que la gestión de Kicillof no supo “reconocer su trabajo en la campaña” y haberlos premiados con algún ministerio o el sillón de la titularidad de Lotería de la Provincia, como era su deseo. El nombramiento del intendente massista de General Las Heras, Javier Osuna, para los jefes comunales del peronismo “no cuenta”. La idiosincrasia de los alcaldes.

El hecho más reciente donde se vio ese recelo fue el faltazo de la primera línea de los intendentes del Conurbano al acto de lanzamiento del programa “Escuelas a la Obra” que encabezó Kicillof en Merlo. Desde Calle 6 le bajaron la espuma a las ausencias. “Nos avisaron con tiempo los que no iban, no nos llamó la atención”, aseguraron. Sobre esa postura, en varios despachos de Gobernación reconocen que si hubo un “desencuentro” y algunos puntos del programa “no se entendieron bien”. El programa se organiza en distintos componentes. El primero consta de unas 752 obras de carácter prioritario para el inicio del ciclo escolar 2020. Sin ellas, se "pone en riesgo el inicio escolar de 818 escuelas, localizadas en 61 distritos", detallaron. Dato no menor, el convenio marco apunta a plasmar la firma de los 135 intendentes de la Provincia, pero esa firma no aplica automáticamente la llegada de las obras a los distritos. Sobre esto, desde el Ejecutivo bonaerense destacan que la administración provincial "necesita comenzar por estas obras que están en riesgo de inicio, pero además cada intendente tiene que presentar sus obras en actas complementarias”. Es que en medio de un curioso teléfono descompuesto entre La Plata y varios municipios del Frente de Todos, los alcaldes -desconfiados- pensaron que no les iba a llegar el programa a sus distritos. “Fuimos muy claros, es para todos, las obras empiezan por estas, pero se extienden a todos los municipios”, aclararon desde Gobernación. Cortocircuitos dentro del Frente de Todos.

Los recelos con los intendentes peronistas del Conurbano sobre el tablero de obras en las escuelas no son de ahora, vienen los primeros días de gobierno de Kicillof. En diciembre de 2019, cuando se negociaba las declaraciones de Emergencia, Kicillof intentó que la totalidad del Fondo Educativo que van para los municipios, fueran exclusivamente para la infraestructura de escuelas de gestión pública en esos territorios y digitadas por el Ejecutivo bonaerense, algo que irritó a los jefes comunales. En Calle 6, el “kicillofismo” está atengo a las quejas que los alcaldes peronistas que, por ahora, hacen fuera de micrófono. La postura de Kicillof es clara: mientras esas discrepancias sean en off de record serán como si no existieran. “Las cosas hay que decirlas sobre la mesa y cara a cara”, aducen desde la gobernación. Curiosamente, “Escuelas a la Obra”, tuvo mejor recepción en los alcaldes opositores de la UCR, quienes -ansiosos por recursos desde Provincia- plasmaron su firma sobre el texto. Con el Pro la suerte es la esperada, los intendentes amarrillos no firmaron el acuerdo y en La Plata sospechan de un componente político derivado de las internas de Juntos por el Cambio y la pelea por liderazgos en el territorio bonaerense. Pulseadas subterráneas.

“¿Y la política, para cuándo?”, es otra queja, que a modo de chicana, deslizan los alcaldes en diversas charlas de café. El escenario está abierto, quedan muchos escenarios donde el “kicillofismo” y los alcaldes, más los legisladores que responden a ellos, tendrán que demostrar su fuerza ante Juntos por el Cambio, que -más allá de sus internas- aún mantiene la unidad en sus acciones. Los intendentes del Conurbano no hacen una excepción con Kicillof. Sus reclamos, recelos y desconfianzas nacen de una matriz desde que los gobernadores elegidos son “foráneos”. Esos mismos reclamos se los hicieron a Felipe Solá y a Daniel Scioli y al peronismo, incluso, durante el macrismo/vidalismo. Ellos quieren ser parte del gobierno y las decisiones de la provincia de Buenos Aires.-

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