sábado 27 de abril de 2024 - Edición Nº3689

Política | 21 mar 2014

1981 - 9 de septiembre - 2010

Evocación en un nuevo aniversario del fallecimiento de Ricardo Balbín

El último Balbín, es el que perdurará en el imaginario de los argentinos, aquel, que despojándose de sus viejas luchas dio los pasos necesarios para la consolidación de la democracia y las instituciones republicanas del país.


Por César Arrondo (*)
Especial para ANDigital

Era hijo de inmigrantes, nacido en 1904 en la ciudad Capital de la República, vivió algunos años en el interior de la provincia: Laprida, y Ayacucho, entre otros distritos lo tuvieron como joven vecino.

Balbín de pequeño comenzó a incursionar en la política en momentos de que el país, a través de la ley Sáenz Peña, investiría a Hipólito Yrigoyen como el primer Presidente popular de los argentinos. Luego de concluida su educación en el colegio San José de Buenos Aires, y la carrera de abogado en la Universidad Nacional de La Plata, donde participo como un militante del reformismo cuando el país asistía al primer golpe de Estado en 1930, será Balbín quien se pone al frente del Comité Radical de la sección primera de La Plata, con el fin de comenzar la tarea reorganizadora del radicalismo, y resistir al régimen recientemente instalado por la fuerza de las armas.

En dos oportunidades fue electo diputado, pero por la anulación de los comicios en 1931, no asumió, y por ser una elección fraudulenta, tampoco lo hizo en 1940. Será en el año 1946 electo Diputado Nacional, y presidirá el Bloque de la Unión Cívica Radical.

A esta altura Balbín se ha convertido en un dirigente importante del partido a nivel nacional con gran firmeza en sus convicciones, su palabra siempre serena, pero contundente, fueron su principal arma para defender los intereses del país, la democracia, y la libertad.

Fue Balbín, protagonista de la recuperación partidaria, de la mano del movimiento Intransigencia y Renovación, llegando a ocupar en 1959, la presidencia de la Unión Cívica Radical por primera vez. Balbín nunca fue Presidente de la Nación, a pesar de haber sido candidato en cuatro oportunidades. En el año 1956, el Partido Radical se dividió y Balbín, junto a Larralde y otros dirigentes de primera línea, organizaron la Unión Cívica Radical del Pueblo.

El derrocamiento de Illia fue un duro golpe tanto para el país, como para el radicalismo y para Balbín. Su lucha constante fue por las Instituciones del país, y a pesar de la dureza de la dictadura de Onganía, Balbín continuó en la búsqueda incansable de recuperar la política y volver al sistema democrático. Balbín decía ya en esa época, que con un solo partido político no alcanzaba, que el proyecto nacional, más allá de los matices debía contener a todos los partidos democráticos del país. En este sentido, el 14 de noviembre de 1970, impulsó la formación de la “Hora del Pueblo”. Afirmaba con convicción que será por medio de esta “Herramienta”, donde los partidos políticos manteniendo su independencia doctrinaria, convergerán a acuerdos políticos básicos para volver a institucionalizar el país.

Balbín asumió todo lo realizado como protagonista de la historia del radicalismo, poniendo la palabra exacta en momentos de gran confusión, sobre todo para la juventud. En diferentes tribunas, Balbín advertía, a quienes acercaban a los jóvenes soluciones fáciles y apresuradas, como si el fin justificara los medios. La violencia se debe manifestar tan sólo en la palabra decía Balbín. La acción violenta, que en la década del 70 se presentó como solución posible a los problemas del país, escondía un único propósito: terminar con la República y marchar hacia el totalitarismo. Balbín luchaba por la República y por las instituciones democráticas.

El último Balbín, es el que perdurará en el imaginario de los argentinos, aquel, que despojándose de sus viejas luchas dio los pasos necesarios para la consolidación de la democracia y las instituciones republicanas del país. En tal sentido “La Multipartidaria” significó la posibilidad de conjugar denominadores comunes para los partidos políticos de nuestro país. Bajo ese paraguas republicano, se comenzaron a delinear los presupuestos mínimos de respeto entre las mayorías y las minorías del país.

Balbín sabía que tenía mucho para perder cuando se encontró con Perón, primero en un restaurante, y luego en Gaspar Campos. Pero si bien Balbín perdía algún segmento de votos “antiperonista”, ganaba el país, como él decía, cuando los partidos y sus políticos se amigan arriba, es causa lógica que lo mismo pase abajo. En este sentido, Balbín se estaba refiriendo a la vida cotidiana de los ciudadanos, que viendo “Lo Simbólico” del “Abrazo Balbín – Perón”, la ciudadanía se reencontraba, no viendo al otro partido, o simpatizante del mismo, como un enemigo sino como un adversario circunstancial en la competencia electoral.

Esta era la forma de aquietar las aguas de abuenar al pueblo y esto no significaba resignar ninguna bandera partidaria.

Este nuevo escenario fue muy favorable para la “nueva democracia”, posibilitando la convivencia y que muchos ciudadanos que en otra época por nada del mundo hubieran votado por el radicalismo, lo hicieran, el 30 de octubre de 1983. Y este fue el legado de Balbín, quien más allá de fallecer un 9 de septiembre de 1981, ha dejado su huella tanto en la historia del radicalismo, como en la de nuestro país. En tal sentido, cabe destacar, que su lucha por la consolidación de las Instituciones democráticas fue su desvelo y la República con libertad e igualdad su objetivo político.

(*) Integrante del Foro de Historiadores de la Unión Cívica Radical

OPINÁ, DEJÁ TU COMENTARIO:
Más Noticias

NEWSLETTER

Suscríbase a nuestro boletín de noticias