viernes 29 de marzo de 2024 - Edición Nº3660

Política | 7 oct 2013

Opinión

Por qué los argentinos nos acusamos de tener poca memoria

Un psicoanálisis que intenta explicar el motivo del olvido y la aceptación ante la imposibilidad de renovación dirigencial.


Por Fabricio Breccia (*)
Especial para ANDigital

Esta es la crónica autorreferencial de un periodista que se ubicó como elemento experimental de metodologías psicoanalíticas para pagar a la sociedad todo el mal que había causado.

Me autoanalicé. Ambiciosa y soberbia afirmación. Pero me autoanalicé.  Me explico.

Hace unos días que vengo olvidando nombres propios y los reemplazo por erróneos o falsos, motivo que empezaba a inquietarme. De casualidad o por divino destino me encontré con un libro de Sigmund Freud (Psicopatología de la vida cotidiana), cuyo primer capítulo trata sobre el olvido de nombres propios.

Voy intentar exponer a Freud, aunque sé que hacerlo de manera simplista es pecado, para compartir lo que decía este capítulo:

-Freud trataba de analizar porque se pueden olvidar los nombres y sustituirlos por nombres erróneos o falsos.

-Su conclusión es que los nombres que surgen como erróneos tienen una relación fonética con el olvidado.

-Lo más importante es que el nombre olvidado tiene una asociación con un tema, reprimido, que se haya conversado anteriormente.

He pecado. Ni siquiera yo estoy conforme con la explicación anterior. Veamos si aclaro con un ejemplo:

En una conversación con amigos surgió la frase “cuando pares de buscar algo, lo encontrarás”, un corolario de la ley de Murphy.

No pude recordar el nombre Edward Murphy, creador de la ley, en su lugar me surgieron los nombres de Prato Murphy y López Presto.

¿Por qué surgen nombres falsos como López Presto y por qué surge el nombre del escribano?  Gracias a “Psicopatología de la vida cotidiana” comencé con la metodología para investigar este fenómeno. Es obvia la relación fonética de los nombres en cuestión, por lo cual se presenta este como un motivo sólido. Pero también existe una relación con un tema que he querido reprimir.

Al nombre Edward Murphy lo asocio con el de López Murphy, de esta asociación se desprenden los erróneos y falsos Prato Murphy y López Presto. Y el quincenal ministro de economía, López Murphy, tiene una estrecha relación con su sucesor en el gobierno de De la Rúa, Domingo Cavallo.

Aquí está la razón de mi olvido, minutos antes de la charla con mis amigos donde surgió la frase “cuando pares de buscar algo, lo encontrarás” y a continuación mi sustitución del nombre Edward Murphy, tuve la desgracia de ver por C5N el final de una entrevista que realizaba Longobardi a Domingo Felipe Cavallo. Aquí está el elemento reprimido. Y las nauseas…

Además, esta charla me hizo teorizar sobre el discurso político. Si bien en principio, de cara a las elecciones, el discurso caótico era propiedad del oficialismo “si no ganamos volvemos al 2001”, “si no ganamos el país será una bolsa de gatos”, ahora este tono aterrador es utilizado por la derecha opositora. Tal es el caso de la famosa entrevista de Grondona con Biolcatti y su implícita (explícita) referencia a la posibilidad de que Cristina no termine su mandato, como el caso de Cavallo y Longobardi, que el final de su entrevista se basó en advertir una explosión como la del 2001, aunque ellos “no la desearan”.

Queda claro que esta entrevista fue reprimida por mi inconsciente de manera que tuvo estrecha relación con el olvido de Edward Murphy.

Otro ejemplo:

Una vez más en una conversación con amigos, comenzamos a nombrar películas que deberíamos ver y no pude recordar “Los excéntricos Tenembaum”. En su lugar surgieron Los excéntricos Neuman y Los excéntricos Leuman. En este caso también es evidente la similitud fonética que existe entre Tenembaum, Neuman y Leuman. Pero, ¿cuál es el elemento reprimido que me hizo olvidar este nombre propio? Veamos, “Los excéntricos Tenembaum” me hicieron recordar rápidamente a La botica del Ángel de Bergara Leuman, por la semejanza fonética de los términos y por la excentricidad de Bergara Leuman, sobre todo de sus sombreros. Y en este punto, el de los sombreros, encuentro la razón de mi olvido. Los sombreros los he asociado a la figura de Esther Goris, a quien ligo de manera inmediata con Alberto Rodríguez Saá. Aquí está el elemento reprimido. Anteriormente a la conversación sobre películas que deberíamos ver, leí una nota que titulaba “Rechazado por los K y Unión PRO, Aldo Rico terminó con Rodríguez Saá”.

Repulsivo… tan repulsiva como la candidatura de Luis Abelardo Patti.

Y la lista de ejemplos sigue. Pero quedó claro.

Advierto, porque el que avisa no traiciona:

En mi inconsciente reconozco que un psicoanálisis casero a raíz de una irresponsable adaptación de “Psicopatología de la vida cotidiana” puede conducirnos a conclusiones falsas, proyectando problemas propios a la sociedad toda, canalizando furias en divanes o cuartos oscuros.-

(*) Periodista

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