viernes 26 de abril de 2024 - Edición Nº3688

Política | 17 sep 2013

Opinión

Cuidado con sembrar la semilla de la intolerancia

Por Julio Torreguitart, especial para ANDigital.


Si observamos cuidadosamente todas las circunstancias que rodearon el conflicto entre en sector agropecuario y el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, la característica más saliente de la puja por la distribución de la renta del campo, ha transitado caminos de discordia poco recomendables para un país que pretende afianzar la democracia.

Causa estupor descubrir en ambos bandos (campo-gobierno), rasgos de intolerancia que rayan con actitudes de grupos fundamentalistas, que aparentan querer imponer sus ideas a fuerza del atropello a las instituciones y a las leyes.

El caso del escrache y agresión al presidente del bloque de diputados nacionales del Frente para la Victoria, Agustín Rossi, no es un caso aislado que se dio en este conflicto interminable; hay una división marcada entre los políticos que se pueden mover tranquilamente en las comunidad agrarias del interior del país, y el sinnúmero de otros, que tuvieron que atrincherarse en el Gran Buenos Aires y Capital Federal para no sufrir consecuencias no deseadas.

Incluso, es de público conocimiento que el mismísimo gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, cada vez que se dirige a una ciudad del territorio bonaerense, debe tomar los recaudos para no llevarse del lugar un recuerdo desagradable de su estadía, como sucedió el año pasado en la ciudad de Coronel Suárez.

Es sabido que Scioli postergó o canceló algún viaje programado a localidades del corazón de la Provincia, cuando fue alertado de posibles escraches hacia su figura, por apoyar sin tapujos la política agropecuaria de Fernández de Kirchner y ser parte de la plataforma que lo instaló en la gobernación.

“No hay paces malas ni guerras buenas”, por eso se dice que es mejor llegar a un buen acuerdo que a un mal pleito. Todo acto de intolerancia genera, alimenta, nuevos actos de exaltación que nunca ayudan a solucionar conflictos.

Si bien los hombres de campo en ningún momento presentaron una postura de ir al enfrentamiento con violencia, la sola actitud de cortar rutas generó un rechazo de muchos sectores que se vieron perjudicados con la medida.

Asimismo, la virulencia con que se mostraron las arengas de Alfredo De Ángeli en Gualeguaychú, convirtieron los largos meses de conflicto en un martirio innecesario para muchos ciudadanos argentinos, que miraban de afuera una pelea donde recibían de rebote los perjuicios.

Por su parte, el Gobierno nacional expuso en el líder de la Federación Tierra y Vivienda (FTV), Luis D’Elía, su peor muestra de intolerancia. Ambos, de algún modo, intentaron imponerse con sus reclamos de formas poco ortodoxas para un régimen democrático que se precie como superado en el tiempo.

El escrache violento a Rossi debe llamar a una profunda reflexión a la Presidenta y a los dirigentes del agro. Nada hay más peligroso que fumar en la santabárbara de un barco repleto de municiones.

Pareciera ser que para algunos sectores del agro, que tal vez aún guardan la semilla del totalitarismo militar de los ‘70, pertenecer al staff del kirchnerismo se ha convertido en una mala palabra y sus componentes, no tienen derecho a transitar por su país sin ser vituperados.

¿Podrán estos políticos hacer campaña para las legislativas con la misma libertad que sus pares opositores?

Cada vez que suceden estas cosas y nos quedamos callados ante la barbarie que anula la razón, volvemos a traer a cuenta esta reflexión que sirvió para describir cómo se fue infiltrando el nazismo y como fue corroyendo y destruyendo todos los estamentos de una sociedad, contando con el silencio cómplice de todos los que creían que podían salvarse, que la persecución no le llegaría a ellos, que era un problema de los otros…

Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista. Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío. Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista. Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante. Luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada.

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