

Los Centennials muestran fragilidades pero no desde la vulnerabilidad, sino desde la falta de recursos para enfrentar las pequeñas frustraciones. La licenciada Paula Ruggero ayuda a reflexionar sobre la era del individualismo salvaje.
CIUDAD DE BUENOS AIRES (ANDigital) Si hay un denominador común entre los integrantes de la Generación Z, es el paradigma de la libertad. Y no tiene que ver con la campaña de un excéntrico economista, con la rebeldía o mucho menos con la vida social.
Esta camada “es frágil porque frente a ciertos desafíos, obligaciones y eventuales frustraciones no tiene con qué responder. De hecho, pensamos que es frágil, pero acciona de forma narcisista y poco empática con la necesidad de cumplir con esos deberes mencionados”, puntualiza la psicóloga Paula Ruggero (MP 92310 | MN 2685).
“Emerge principalmente en lo laboral o académico. Son muy de hacer lo que ellos quieren. Se ve en Recursos Humanos esto de tomar chicos de 20, hacen todo el psicotécnico, todos los estudios y llegado el día que se tienen que presentar, dicen que les ofrecieron otra cosa. Denota la falta de compromiso, la falta de palabra, pese a que no haya nada firmado, hay un acuerdo tácito pisoteado. Persiguen la libertad en ese sentido; vulnerables pero no en modo de victimizarlos, es más en función de su propio deseo. No se lo cuestionan, lo sienten como su derecho adquirido”, acota la profesional en diálogo con ANDigital.
Y así, en cuanto a lo que implique mucho esfuerzo, el atajo es “me da paja”. En términos académicos, Ruggero matiza: “no hay recursos frente a hacer un recorrido, a tener un compromiso. Esto es: ‘prefiero hacer menos y poder tener más libertad de los tiempos y hacer lo que quiera’”.
“No sabemos si es bienestar pleno, pues ese estado sobreviene cuando uno hace cierto esfuerzo, el tiempo destinado al trabajo hace que al salir se disfrute de ese tiempo libre, lo que no sucede cuando lo mayoritario es el tiempo libre”, grafica la psicoanalista. Yendo más allá, advierte por los cuadros en lo que se aburren, se deprimen y en la creciente cantidad de alteraciones en la salud mental.
“Hacer poco, ganar mucho y trabajar lo mínimo indispensable en lo que les gusta”, sería la ecuación ideal. “Y pretenden que no les falte nada a partir de padres que muchas veces sobreprotegen, es un gran problema” al calor de “los chicos aislados y asistidos ante toda frustración”, insiste la terapeuta de vasta experiencia en estos tratamientos.
“Vemos personas hiper-ansiosas, que no pueden esperar a postergar su deseo, incluyendo un no respeto a la ley ni a los adultos. Muy libres, tanto que parecen marginales, por fuera del sistema”, contextualiza, haciendo a su vez una diferencia con la generación anterior (la Y o Millennial), puesto que los nacidos entre 1985-2000 sí contemplaban -dentro de la consabida libertad- al altruismo o la vocación de mejorar al mundo más allá de ellos.
De todos modos, rechaza el apotegma de “hacé algo con este pibe”. Al respecto, objeta la “sobreprotección masiva” que se ve en los padres. “No están porque están trabajando, delegan la crianza y para compensar, permiten cosas impensadas”, focaliza en torno a la generación que le temía a sus padres…y ahora le teme a sus hijos.
“Los hijos no desarrollen recursos frente a la frustración, no tienen esa capacidad porque los padres hemos evitado que se frustren”, reitera Ruggero.
Finalmente, aleccionó: “las pequeñas frustraciones nos van armando de recursos y estos chicos carecen de ellos, ni siquiera se gastan en afrontar un desafío”. (ANDigital)