

El cierre del año trae consigo una gran carga de estrés producida por una agenda cargada de innumerables reuniones y compromisos; la presión por alcanzar los objetivos proyectados; los balances que nos agobian, tanto a nivel profesional como personal, todo esto sumado al pico de actividades escolares y familiares y a un contexto de incertidumbre económica que echa más nafta al fuego de lo que queda de 2023.
“Esta situación de las fiestas, las reuniones, el clima navideño y hasta el vértigo por las compras, genera mucho malestar en quienes preferirían que el fin de año pase rápido”, introduce la psicóloga Paula Ruggero (MP 92310 | MN 26858)
Yendo al punto álgido en el que el encuentro social es un obstáculo, pone de relieve que “cuanto más conservadora sea la familia, más estructurados serán los rituales” y así “este final de ciclo e inicio de otro hace que el encuentro familiar se vea como mandato y no como elección”.
“Nos encontramos con la familia, el vacío de quién ya no está o incluso por aquellos que sólo vemos en estas fechas, más el cansancio de todo el año, lo cual agrega estrés y angustia. En estas familias tan estructuradas no hay plan B, se tiene que hacer siempre lo mismo y tal vez esa persona empieza a sentir cierta melancolía en relación a anteriores fiestas” porque otrora “estaban esas personas que queríamos, la ilusión de un regalo y hasta un tinte mágico”.
“Hoy no está eso y a veces las personas consideran que todo tiempo pasado fue mejor. En esas emociones de tristeza y de desgano, prima una falta de deseo que llegue esa noche. Allí encontramos esa melancolía, algo muy distinto es la nostalgia, que implica rememorar, pero no con sentimientos desagradables”, puntualiza la terapeuta y remarca que incluso en la vida de adultos, de no tener que cumplir ciertos mandatos, “se van sumando otros ‘actores’ para la disputa, en cuanto a familia política y ni que hablar las ‘negociaciones’ por los hijos de padres separados”.
Volviendo a la melancolía, Ruggero sostiene que “lleva a una abulia, al ‘no tengo ganas de hacer nada’”. Por lo que sugiere: “Si te lo podés permitir, hacelo” e incluso “trabajarlo: ¿Por qué me pone tan mal el encuentro? ¿Por qué lo evito?”.
“A veces habla de la evolución de un sujeto, mirarse un poco más y respetar sus emociones. En vez de ser dramático pasa a ser positivo. Por ejemplo una paciente se ofreció a un voluntariado para darle de comer a gente en situación de calle en vez de estar con la familia. No marcaba su drama ni su angustia,pero así se sintió mejor, con actitud positiva, no es lo mismo que feliz, positiva, dando la valoración de lo que sí podemos”.
En torno a la “necesidad de cierre”, con balances laborales, personales; chequeos médicos o encuentros por obligación, “llegamos a que todo sea una carga, no se lo hace como elección”, menciona la profesional.
Ligado a ello, la Organización Mundial de la Salud define formalmente al síndrome de burnout como un estado general de agotamiento físico, emocional y mental, resultado de situaciones de estrés crónico.
Estos son los cinco factores más importantes identificados por los expertos en gestión del talento de Randstad para poder detectar si nos encontramos ante un caso de burnout:
1. Fatiga crónica, problemas de sueño y afecciones de salud. Un indicador claro de estar padeciendo burnout es la sensación constante de cansancio, incluso después de un buen descanso, y en los casos más graves, la aparición de insomnio y dificultades para conciliar el sueño. La persona que sufre de estrés crónico también puede ver afectada su salud de distintas maneras. Pueden presentarse cambios en el apetito, derivando en una pérdida o aumento significativo de peso. Asimismo, pueden padecerse dolores de cabeza o de estómago recurrentes, gastritis, acidez, entre otras afecciones asociadas al malestar emocional.
2. Falta de concentración y descenso del rendimiento. El cansancio extremo también puede llevar a las personas a manifestar dificultades para la toma de decisiones en su lugar de trabajo. Una decisión correcta y efectiva requiere de claridad de pensamiento y de un gran nivel de concentración, habilidades que se ven seriamente afectadas bajo los efectos del burnout. Todo esto lleva a una baja en la productividad y a que las responsabilidades laborales diarias se vivan como un gran peso.
3. Desinterés y falta de motivación. Otra señal clave de burnout es la falta de interés y motivación para realizar tareas laborales que antes le resultaban gratificantes. La persona no tiene energía y se angustia pensando en todas las obligaciones y compromisos que debe cumplir, pierde el entusiasmo y hasta puede sentir rechazo por su trabajo y su empleador.
4. Frustración, irritabilidad y negatividad. El estrés crónico saca lo peor de cada uno, nos vuelve irritables, negativos, malhumorados y nos quita claridad, dando lugar a respuestas emocionales exageradas frente a situaciones cotidianas. Cualquier problema laboral se torna personal, un comentario constructivo se asume como una crítica negativa, socavando el buen funcionamiento de los equipos y derivando constantemente en situaciones que tensan los vínculos.
5. Problemas vinculares y aislamiento. El agotamiento también influye en la manera que tenemos de relacionarnos con jefes y colegas, haciendo que quienes lo sufren tiendan a aislarse y convertirse en personas poco colaborativas. Esto influye negativamente, por un lado, en la productividad de los equipos, y por el otro, aumentando los síntomas en la persona que lo padece al no sincerarse y pedir ayuda, hecho que incrementa el sentimiento de soledad y de incomprensión.
Como corolario, Ruggero invita a “permitirse que las emociones que aparezcan. No es que tenga que sostener sí o sí una escena; es algo que le pasa a mucha gente, pero en ese trajín se pierde lo más importante: se puede poner la mesa linda, pero es el símbolo del encuentro, no la comida desbordante o los adornos”
“En esta ambivalencia de emociones, lo mejor es aceptarlas, entenderlas, sabiendo que también es lógico estar movilizados, desganados y hasta irritables. Hay que volver a eso tan simbólico del encuentro, siempre -sea con muchos o pocos- e incluso con el pariente que me peleo siempre, baja el estrés, nos genera bienestar ese estar con otro. Encontrarnos va a mejorar nuestro estado emocional. Hay gente que no tiene otros y siempre hay alguna opción, sea un grupo solidario, ir a un hospital o hacer algo concreto frente a esto de lo que nos quedamos afuera”, culmina.