Interés general | 9 jun 2024
Salud
Primer contacto con virus de la gripe define respuesta futura inmunológica
Para un germen que cambia todos los años como el de la influenza, es clave contar con vacunas antigripales capaces de otorgar una primera inmunidad amplia contra una variedad de cepas de influenza estacionales y pandémicas.
Se estima que cada año unas mil millones de personas en todo el mundo se infectan con el virus de la influenza, una enfermedad respiratoria muy contagiosa que puede ser muy grave especialmente en ciertos grupos de alto riesgo. Se calcula que las epidemias anuales de gripe causan en el mundo de 3 a 5 millones de casos graves y entre 290 mil a 650 mil muertes.
Se trata de un virus que cambia todos los años por eso la vacunación antigripal anual es la mejor herramienta para reducir las complicaciones, hospitalizaciones, secuelas y muertes ocasionadas por el virus influenza, ayudando a proteger a las personas vulnerables y reduciendo su impacto en el sistema de salud.
Recientemente durante el “Flu Forum”, un encuentro anual de actualización científica que reúne a los principales expertos del país donde se presentan las últimas novedades en torno a la influenza, los especialistas abordaron el impacto que tiene en el sistema inmunológico el primer contacto con el virus de la gripe e introdujeron el concepto de “immunoimprinting”.
“Este término refiere a la calidad de la respuesta inmune que se genera luego del primer contacto con un virus, ya sea por vacuna o una infección por el virus salvaje. Hablamos de la memoria inmunológica que tenemos frente a un virus y cómo este primer contacto condiciona y limita la respuesta posterior”, explicó el doctor Jorge Geffner, inmunólogo, director del Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y SIDA (INBIRS) de la Facultad de Medicina (UBA) e investigador superior del CONICET.
El concepto “immunoimprinting” fue descripto por primera vez en 1960, por Thomas Francis Jr. (bajo el nombre de “pecado original antigénico”), al estudiar la respuesta del organismo frente a la vacunación antigripal, y donde pudo observarse que las personas revacunadas presentaban una menor respuesta inmune frente a los que no se habían vacunado previamente, dando cuenta de que la huella inmunológica dejada por el primer contacto con el virus, determina la futura respuesta frente a cepas similares.
“Si nosotros tenemos un primer contacto con un virus influenza A y a los dos años tenemos nuevamente un contacto con un virus influenza A que ha mutado aún cuando nos vacunemos contra ese segundo virus, vamos a seguir teniendo una respuesta muy eficiente contra el primero y un poco menos eficiente contra el segundo. En un sentido genérico lo viejo se impone frente a lo nuevo y, en el campo de la influenza que es un virus tan cambiante por el que actualizamos las vacunas año a año, es una problemática a superar”, ejemplificó Geffner.
Las respuestas de anticuerpos a las infecciones por influenza en la primera infancia se recordarán más adelante al exponerse a cepas virales antigénicamente distintas del mismo virus. Durante la pandemia de gripe A/H1N1 de 2009 pudo observarse un impacto menor en el sistema inmunitario de los adultos mayores, protegidos por respuestas generadas frente a cepas más similares que habían circulado antes de 1957. Sin embargo, tuvo un mayor impacto en las personas de 30 y 40 años, cuyos sistemas inmunitarios no habían visto nada similar antes.
En este sentido, las vacunas que sean capaces de otorgar una primera inmunidad amplia, deberían ser el objetivo de las vacunas actuales y futuras buscando una importante “huella inmunológica” inicial para respuestas protectoras futuras contra una variedad de cepas de influenza estacionales y pandémicas.
“La efectividad de la vacuna antigripal claramente se ve afectada por el inmunoimprintig pero también, entre otros factores, va a depender del nivel de compatibilidad o ‘matcheo’ que existe entre el componente de la vacuna y el virus circulante. Cuanto más cercano sea el macheo mayor será la eficacia”, detalló Geffner.
Según su tecnología de producción, en Argentina existen dos tipos de vacunas, aquellas desarrolladas con la tecnología tradicional de producción en huevo y la desarrollada con tecnología de cultivo celular.
“Hay ciertas técnicas usadas para la fabricación de vacunas que dan un pasito adelante. Cuando uno produce vacunas en huevo hay un proceso de adaptación del virus y en algún sentido le damos tiempo a que cambie; mientras que la producción de vacunas sobre líneas celulares limita esa variabilidad y tienen un mejor macheo”, afirmó el especialista.
Vacunas para cada etapa de la vida
La vacuna antigripal previene cada año millones de enfermedades y consultas al médico relacionadas con esta infección. Durante las temporadas en las cuales los virus de la vacuna coinciden con los virus en circulación, se ha demostrado que reduce el riesgo de tener que consultar al médico por influenza entre un 40 y un 60 por ciento.
Toda persona mayor de 6 meses puede recibir la vacuna antigripal según criterio de su médico tratante y el Calendario Nacional de Vacunación la incluye de forma obligatoria y gratuita para los siguientes grupos: mayores de 65 años, personal de salud, embarazadas (en cualquier trimestre de la gestación, para proteger a la madre y al bebe durante sus primeros meses), puérperas hasta 10 días posteriores al parto (sino la recibieron durante el embarazo), niños de 6 a 24 meses (2 dosis solo para aquellos que la reciban por primera vez) y personas que acrediten factores de riesgo como: obesidad, diabetes, enfermedades respiratorias, cardíacas, inmunodeficiencias congénitas o adquiridas, enfermedad oncohematológica, trasplante y/o personas con insuficiencia renal crónica en diálisis, entre otros.
El sistema inmunológico es una compleja red de células, tejidos y órganos que ayudan al cuerpo a defenderse contra sustancias que considera dañinas o extrañas (antígenos). Cuando no tenemos anticuerpos para enfrentar a esos antígenos, invaden nuestro cuerpo, atacan y se multiplican generando, en el caso de virus o bacterias, una infección.
Cuando tenemos anticuerpos, esto es, cuando el sistema inmunitario “recuerda” a ese antígeno, puede combatirlo, evitando o haciendo más leve la infección y sus consecuencias, esta protección se la conoce como: inmunidad o respuesta inmune. Pero el sistema inmunológico atraviesa cambios a lo largo de la vida: evoluciona desde una fase de desarrollo y adaptación en bebés y niños, alcanza su máxima madurez en la adultez y experimenta una disminución gradual de funciones durante la edad adulta.
“A medida que crecemos, desde que nacemos y hasta que llegamos al fin de la vida, nuestro sistema inmunológico va cambiando y esto hace que vayamos teniendo distintas susceptibilidades a las infecciones, entre ellas la influenza, y que, por lo tanto, debamos pensar vacunas específicas para cada etapa de la vida”, acotó el doctor José Montes (MN 86.431), médico infectólogo y director médico de CSL Seqirus para Argentina y Latinoamérica.
A partir de los 50 años hay una disminución gradual en la función del sistema inmunológico conocida como inmunosenescencia que consiste en una pérdida en la capacidad de respuesta del sistema inmune, no solo frente a las vacunas, sino también frente a las infecciones.
“El envejecimiento del sistema inmune en las personas mayores conlleva un aumento de la probabilidad de contraer infecciones -entre las que se encuentra la gripe-, una disminución de la capacidad de generar defensas ante estas infecciones y una menor respuesta a las vacunas”, sumó el doctor Matías Manzotti (MN 106.009), presidente de la Sociedad Argentina de Gerontología y Geriatría.
En función del cambio del sistema inmune es importante adaptar las vacunas a cada etapa de la vida. La vacuna adyuvantada, disponible en Argentina en el mercado público de forma gratuita para los adultos mayores de 65 años, potencia la respuesta inmunitaria del organismo.
“La posibilidad de tener una vacuna que con el adyuvante potencie la respuesta inmunogénica y mejora la efectividad, es una alternativa muy interesante para proteger a una población donde sabemos que por la edad, la respuesta a las vacunas empieza a descender. Hay también estudios que demuestran que reduce las hospitalizaciones por complicaciones vinculadas a la influenza, por enfermedades cardiovasculares, pulmonares, neumonía, entre otras”, puntualizó el doctor Pablo Bonvehí (MN 62.648), médico infectólogo, jefe de infectología del CEMIC y miembro del departamento científico de la Fundación Vacunar.
En igual tono, Manzotti manifestó que “la influenza en las personas mayores tiene impactos directos e indirectos. Por un lado, pueden requerir hospitalización y por otro, aumentar el riesgo de tener ciertos eventos asociados a causa de esta infección. La influenza aumenta por 10 el riesgo de un evento cardiovascular y por 8 el de un accidente cerebrovascular. También aumenta el riesgo de tener sobreinfección bacteriana y neumonía”.
“Puede además descompensar condiciones crónicas como la insuficiencia cardíaca, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica, la diabetes o la insuficiencia renal crónica. Y no hay que olvidar el impacto que esa hospitalización puede tener en la funcionalidad física posterior, en la pérdida de independencia de la persona mayor y la capacidad para volver a realizar sus actividades diarias sin necesidad de ayuda”, complementó.
Nuestros sistemas inmunológicos son complejos y están influenciados por muchos factores. Las vacunas, como la vacuna contra la gripe, desarrollan inmunidad contra enfermedades específicas. Algunas formas adicionales en las que puede fortalecerse el sistema inmunológico incluyen una buena alimentación, la práctica de actividad física, mantener un peso saludable, dormir lo suficiente, no fumar y evitar el consumo excesivo de alcohol.