

Por Oscar Campana (*)
Constantemente nos volvemos a preguntar por la niñez y los desafíos en la educación de los más chicos. En este sentido, quienes formamos parte de la industria turística tenemos un rol fundamental: fomentar el aprendizaje y la curiosidad de quienes serán la generación del mañana, creando experiencias que dejen huella.
La diversión también es un componente esencial en el crecimiento de un niño, tanto así como el conocimiento. Una buena forma de incentivar esta búsqueda es a través de experiencias que combinen ambos elementos.
Según la UNESCO, las actividades al aire libre contribuyen significativamente a la salud física y mental de los niños. Sin embargo, en las últimas generaciones se ha visto una disminución en el juego en plena naturaleza: de hecho, un estudio de Common Sense Media reporta que los niños de entre 8 y 12 años, pasan aproximadamente cuatro a sei horas al día usando pantallas, lo que incluye teléfonos móviles, tabletas, y otros dispositivos electrónicos.
La importancia de aprender al aire libre no puede subestimarse. La interacción con el entorno natural no solo enriquece su conocimiento y estimula su creatividad, sino que también fortalece su bienestar físico y emocional. En un mundo cada vez más digital, es crucial que los niños tengan oportunidades para conectarse con la naturaleza y conocer herramientas, maquinas, autos, y objetos que fueron muy útiles en el pasado. En este sentido, en nuestra aldea, los más chicos pueden aprender cómo eran y para qué se utilizaban objetos como la hiladora, el sifón, y tantos otros que fueron fundamentales en algún momento de nuestra historia y, hoy, están siendo progresivamente olvidados.
Además, es importante destacar cómo los parques museísticos pueden adaptarse a diferentes intereses y edades. Para los más pequeños, los espacios expositivos pueden ofrecer áreas de juego temáticas y actividades sencillas de exploración. Para los niños mayores, pueden incluir desafíos más complejos, como rutas de orientación, proyectos científicos y talleres de arte avanzados. Esta flexibilidad los vuelve inclusivos y accesibles para todos, independientemente de sus intereses o habilidades.
Los museos al aire libre y los paseos turísticos donde adultos y niños pueden compartir experiencias son fundamentales. Estos momentos enriquecedores permiten que los mayores transmitan a los más pequeños tradiciones y costumbres que, aunque hoy en día están en desuso, siguen siendo valiosas para fomentar la imaginación y la experimentación infantil.
¿Cómo eran las planchas antiguas a vapor? ¿Para qué servían las hiladoras? ¿Qué características tenían los antiguos sifones de soda? Compartir estas actividades no sólo fortalece los lazos familiares, sino que también permite que los propios adultos redescubran su sentido de curiosidad y asombro.
Entiendo, como profesional de la industria turística, que llevar a los niños a una aventura educativa en contacto con la naturaleza puede ser una de las mejores maneras de celebrar y fomentar su desarrollo integral, a la vez que se desarrolla el turismo local, generando una gran activación para el sector.
Estos lugares ofrecen una experiencia única que combina el aprendizaje con la diversión, creando recuerdos duraderos y fomentando un amor por el conocimiento y que los acompañará toda la vida. Así que, animémonos a explorar los espacios al aire libre y darle la oportunidad a los más pequeños de aprender y crecer en un entorno natural e inspirador.
(*) Especialista en turismo, hijo del fundador y responsable de Campanopolis.