Política | 19 nov 2024
Análisis
La diferencia Milei: una comparación con el primer año de gobiernos anteriores
¿Esta radicalidad libertaria es lo que realmente necesita Argentina, o sólo otro giro arriesgado en una economía ya acostumbrada a vaivenes?
Por Paula Schuster (*)
El primer año de mandato siempre ha marcado el tono y la dirección de cada presidente en Argentina, y Javier Milei no ha sido la excepción. Sin embargo, si algo distingue su gestión de la de sus predecesores –Cristina Fernández de Kirchner, Mauricio Macri y Alberto Fernández– es la velocidad y radicalidad con la que ha buscado implementar cambios estructurales.
La presidencia de Milei parece evocar un “shock de liberalización”, mientras que en sus primeros doce meses, las administraciones anteriores se movieron con más cautela en la aplicación de sus políticas económicas ¿Pero es esta radicalidad lo que realmente necesita Argentina, o sólo otro giro arriesgado en una economía ya acostumbrada a vaivenes?
Cristina Fernández de Kirchner: primer año de un doble mandato
Cuando Cristina Fernández asumió por primera vez en 2007, lo hizo en un contexto de estabilidad y crecimiento económico. Su enfoque inicial fue consolidar el modelo de desarrollo con inclusión que había heredado de su esposo, Néstor Kirchner.
En lugar de recortes, el gobierno de Cristina expandió el gasto público y fortaleció los programas sociales, apoyado en las exportaciones agrícolas y en una economía global favorable. Sin embargo, este primer año también trajo consigo su primer gran conflicto con el sector agropecuario, que se opuso a las retenciones a las exportaciones. Desde allí, Cristina se posicionó como la defensora de los intereses populares y el Estado como un contrapeso a las élites económicas.
Comparada con Milei, quien promueve una reducción del Estado, Cristina siguió un camino de intervención económica. Su mandato de ocho años, en sus palabras, fue un esfuerzo por convertir el Estado en el “motor de la economía” –un concepto que Milei ha calificado de desastroso para el desarrollo argentino. No obstante, esta política trajo consigo años de crecimiento económico, aunque terminó también en inflación y distorsiones que aún afectan al país.
Mauricio Macri: gradualismo versus shock
En su primer año, Mauricio Macri llegó al poder con promesas de cambio y modernización. Su administración también enfrentaba problemas de inflación y déficit, pero optó por un “gradualismo” en lugar de las medidas drásticas que implementa hoy Milei. Macri buscaba atraer inversiones extranjeras y dar señales de confianza, aunque las políticas de apertura y endeudamiento externo fueron recibidas con escepticismo. No logró contener la inflación y el peso se debilitó rápidamente, lo que en última instancia limitó su espacio de maniobra.
Milei ha criticado abiertamente esta estrategia, considerando que el gradualismo de Macri fue una de las razones por las que su administración no alcanzó sus objetivos. Su enfoque actual apunta a una liberalización mucho más agresiva, a una reforma del sistema de subsidios y a la apertura de la economía para hacerla “competitiva” rápidamente. La diferencia aquí es clara: mientras Macri intentaba un cambio progresivo y manteniendo una red de seguridad, Milei busca reducir el tamaño del Estado de golpe, confiando en que el sector privado tome el relevo sin una transición gradual.
Alberto Fernández: pandemia y control estatal
Alberto Fernández asumió en 2019, y aunque el foco inicial de su gestión estaba en la renegociación de la deuda y en la contención social, el impacto de la pandemia lo obligó a un enfoque casi exclusivamente centrado en la crisis sanitaria. Sus políticas económicas durante el primer año estuvieron enfocadas en programas de ayuda de emergencia, una emisión de dinero sin precedentes y el fortalecimiento del control estatal.
A diferencia de Milei, que desde el comienzo ha promovido la austeridad y una reforma estructural de la economía, Fernández amplió la intervención estatal, confiando en que el gasto público sostendría la demanda y ayudaría a controlar la emergencia económica.
Milei, en cambio, comenzó su mandato rechazando estos controles, y aunque ha enfrentado problemas de inflación, los ha abordado mediante un ajuste fiscal y medidas de blanqueo de capitales, que, extendido hasta abril de 2025, espera recaudar fondos sin recurrir a una emisión que complique aún más la situación económica
Milei: una liberalización radical y sus consecuencias
El primer año de Milei ha sido un torbellino de reformas y nombramientos fugaces. Su equipo económico liderado por Caputo ha intentado no solo contener la inflación sino también renegociar los términos de la deuda con el FMI. Las reuniones recientes con el organismo apuntan a mejorar las condiciones del financiamiento en medio de un entorno de reformas agresivas que buscan reducir el déficit y mejorar la competitividad. Milei ha promovido la austeridad fiscal, eliminando subsidios y liberalizando sectores, al tiempo que impulsa un blanqueo de capitales que, pese a su extensión, está diseñado para formalizar fondos no declarados y aliviar la carga fiscal del país.
Pero esta estrategia no ha sido exenta de críticas: la oposición denuncia la rotación frecuente de funcionarios, argumentando que esto es una señal de inestabilidad interna y falta de claridad en sus políticas. Asimismo, su enfoque abrupto y poco convencional ha suscitado cuestionamientos sobre si el país está preparado para una liberalización de este tipo sin un sistema de contención para los sectores más vulnerables. Sin embargo, sus seguidores ven en este primer año un intento genuino de cortar con las prácticas que han frenado el crecimiento argentino en décadas anteriores. En la antesala de las elecciones legislativas, Milei enfrenta el reto de convencer al electorado de que este cambio radical es el camino hacia una Argentina más próspera y sostenible.
Comparar el primer año de Milei con el de Cristina, Macri y Fernández deja entrever diferencias no sólo de estilo sino de fondo. Las administraciones anteriores buscaron integrar, aunque con distintas visiones, un Estado que pudiese sostener a la economía, ya fuera mediante la intervención directa, la inversión social o el endeudamiento gradual. Milei, en cambio, parece estar decidido a reducir el Estado a un rol mínimo, confiando en que la economía de mercado tomará su lugar. Sin embargo, el impacto de estas reformas aún es incierto y su radicalidad plantea preguntas profundas sobre los límites y la capacidad de adaptación de la sociedad argentina.
La comparación no sólo evidencia un cambio de prioridades, sino un cambio de paradigma ¿Podrá Milei construir una Argentina sólida desde una economía liberal extrema, o caerá en el riesgo de profundizar la brecha social y las tensiones políticas?
(*) Directora de Asuntos Públicos de Burson Argentina