

Por Jorge Asís (*)
Suertes enlazadas
Donald Trump, The Fire Dog, le juega demasiado bien a Javier Milei, Panelista de Intratables.
Mejor, acaso, de lo que Milei merecía. O esperaba.
Trump cumple, como cumplía Perón.
Lo rodeó de afecto, privilegios y honores en Mar-a-Lago.
Le proporcionó la colección de rubias exuberantes para que le suplicaran selfies como si fuera el ídolo de la música country.
Pese a presidir el país más endeudado, le facilitó el acceso al crédito del Fondo Monetario.
Le hizo poner a la señora Kristalina 12 mil millones de dólares de frente (el país es relativamente barato).
Le envió a Buenos Aires el mensaje presencial de Scott Bessent, secretario del Tesoro.
Complementos sueltos de la visita inexplotada del almirante Alvin Holsey, jefe del Comando Sur -sucesor de la simpática generala Laura Richardson-, en escala técnica hacia la Tierra del Fuego.
Holsey llegaba con el objetivo previsible de fiscalizar en el terreno las enigmáticas inversiones chinas.
¿Un puerto?, ¿otra base militar? ¿Adquiere tanta importancia el Atlántico sur?
Estrategias de combate inteligente en el conflicto imaginario que entretiene y alimenta a diversos consultores.
Solidaridad legitimada
Consta que Estados Unidos de Trump se comporta como si la Argentina de Milei valiera la pena.
La solidaridad de Trump con Milei se legitima con amplitud.
Es el aliado exclusivo en esta parte del mundo hostil. La región está casi relegada por la preferencia de atender los quilombos prioritarios del complejo Medio Oriente petrolero (y sin disponer de un superior Henry Kissinger que guíe y conduzca).
Un Medio Oriente enlazado al conflicto potencialmente mundial entre Vladimir Putin -el zar contemporáneo de Rusia- con los soviéticos anclados de la Ucrania inflamada y sostenida por la OTAN financiada, a su vez, paradójicamente, por Estados Unidos.
Tanto Uruguay como Chile -y en especial Brasil- se encuentran infortunadamente comandados por presidentes que mantienen protagónicas vinculaciones con la transitoria oralidad de la izquierda.
Por lo tanto Trump asume la obligación moral de ayudar a Milei.
Para evitar que el aliado se estrelle gratis por el dilema vulgar de la economía, en el contexto pornográfico del país inviable por la infinita fragmentación. Y por la gravitación irremediable del sistemático fracaso.
La suerte de Milei depende mecánicamente de la suerte de Trump. Suertes enlazadas. El riesgo estético es político.
Trump debe acertar con las demencias estructurales de los aranceles que dan vuelta a la geopolítica como a una media.
Si Trump decide rajarse de cualquier organismo multilateral, Milei también debe planificar la salida.
Si Trump expulsa compulsivamente a los indocumentados Milei le cobra al boliviano que debe operarse de la garganta.
Si Trump se resfría Milei toma el paracetamol.
Excesos y papelones
El Fenómeno Milei accedió democráticamente al poder mediante un discurso esquemático de fundamentalismo occidental.
Con la fantasía expresiva de la motosierra y la adhesión frontal -diplomáticamente explícita- hacia Estados Unidos e Israel.
Lloró entonces Milei junto a Axel Wahnish, su embajador y rabino de cabecera, en el Muro de los Lamentos.
Bailó sudoroso y a los saltos con los rabinos intrépidos y barbados.
Proclamó con valentía la mudanza ideológica de la embajada desde Tel Aviv a Jerusalén.
Recibió de los paisanos una cantidad considerable de premios. Y el embajador Wahnish anuncia conmovido la cristalización de un sueño: el vuelo directo desde Tel Aviv a Buenos Aires y viceversa.
El Panelista supo protagonizar memorables papelones.
Los embajadores árabes acreditados en Buenos Aires lo esperaban justamente para homenajearlo, pero los dejó como a la palma del Primo Jorge. Colgados. Porque, mezclado en el conjunto, se encontraba el representante de Palestina.
Para completarla, Milei se atrevió a cambiar hasta la figurita del Canciller.
Otra muestra adictiva de la tendencia natural hacia el ridículo.
Por una votación intrascendente sobre el bloqueo a Cuba, echó como a una mucama a la señora Diana Mondino, La Malquerida.
Para reemplazarla -como hasta los ordenanzas sabían en Cancillería- por el conveniente Gerardo Werthein, Jerry el Deportólogo.
Entonces corresponde evitar los cuestionamientos a la vigorosa irresponsabilidad en la política exterior.
Al cierre del despacho, Milei todavía no le concedió el obsequio que Trump aún espera.
Que Argentina se desprenda del abrojo desafiante de China, el otro salvador de la competencia que ya no es sólo imaginaria.
Lástima que la sobreactuación diplomática nunca sea gratuita.
Deriva con frecuencia en explosiones inexorables, dolorosamente innecesarias y contablemente macabras.
Ampliaremos.
(*) Periodista y escritor