

Para la Generación Z, el patrimonio no es solo algo que se guarda: es algo que se gestiona. Crecieron con apps financieras, criptomonedas, redes sociales y desconfianza hacia las instituciones tradicionales. Hablar de dinero ya no es tabú, pero tampoco es lo mismo que para sus padres. Esta generación quiere autonomía, acceso inmediato y soluciones híbridas que combinen lo digital con lo físico.
Mientras que los Baby Boomers y la Generación X priorizaban la confianza institucional y el trato cara a cara, las nuevas generaciones buscan experiencias con foco en la autogestión, la digitalización y la flexibilidad.
Según un informe de EY Global (2023), el 71 % de los jóvenes entre 18 y 26 años espera que los servicios financieros tradicionales evolucionen hacia modelos más ágiles, personalizados y tecnológicos.
Hoy, en un entorno donde el resguardo de valores trasciende lo físico, la idea de seguridad se resignifica. Ya no se trata solo de bóvedas o llaves, sino de servicios que acompañen la experiencia completa: accesos biométricos, terminales automatizadas, turnos digitales y entornos que ofrezcan privacidad y eficiencia sin burocracia.
Este cambio de paradigma también impacta en sectores como el resguardo de objetos valiosos o el cierre de operaciones de alto valor. En este contexto, las propuestas que integran tecnología, discreción y autonomía ganan relevancia, incluso para usuarios más jóvenes que empiezan a pensar cómo proteger lo que construyen.
Un nuevo paradigma de protección
Las instituciones tradicionales no siempre están preparadas para esta demanda. De hecho, hoy nueve de cada diez sucursales de bancos en Argentina no ofrecen cajas de seguridad. Y muchos de los que sí, imponen tiempos de espera, burocracia y horarios rígidos. Frente a eso, las soluciones no bancarias, flexibles y tecnológicas aparecen como una respuesta a medida.
La Generación Z redefine qué significa sentirse seguros. Para ellos, eso implica poder combinar la protección física con herramientas digitales, operar desde el celular pero saber que existe un lugar físico que resguarda lo importante. La seguridad, para la Generación Z, es tanto física como digital. Y es precisamente esa visión integral la que está moldeando un nuevo paradigma en el resguardo de valores.
En lugar de adaptarse a modelos tradicionales que ya no los representan, los consumidores más jóvenes empiezan a esperar servicios que hablen su idioma. La industria de la seguridad patrimonial, ante esto, tiene el desafío (y la oportunidad) de responder con experiencias a la altura de una generación que valora el control, la transparencia y la innovación.
Como caso paradigmático, vale mencionar a Hauser, cuando hace diez años comenzó a ofrecer un servicio totalmente innovador y se convirtió así en la primera y única empresa de cajas de seguridad privadas no bancarias que hoy brinda su servicio diferencial a más de 20 mil clientes activos.
A este servicio se suma el de salas de negocios seguras, lo que permite realizar operaciones dentro de entorno de extrema seguridad, disponiendo de la máxima tecnología para el conteo de billetes y reconocimiento de asistentes a las reuniones.
En suma, propone un esquema de atención extendida de lunes a sábado, con alta discreción en el ingreso y egreso de las sucursales y múltiples niveles de máxima seguridad que incluyen puertas de alto blindaje, lectores biométricos y controles estrictos de acceso a la zona de la bóveda (con la ventaja de ser robotizadas e inviolables).