

Dicen que cuando una persona aprende a viajar sola no vuelve atrás. Pero la realidad es que depende de muchos factores, incluyendo entre ellos la personalidad de cada cual ¿Qué beneficios puede tener para alguien viajar sin compañía? ¿En qué casos y tipos de persona conviene ir con más gente? En esta nota revisamos lo bueno, lo malo y lo feo de cada opción.
La soledad no siempre es lo que parece
Mucho se habla de la soledad y en general se piensa en ella como un estado desagradable. Para muchas personas, hacer un viaje en solitario es una especie de fracaso personal. No se imaginan sacando pasajes a Mar del Plata y eligiendo una sola butaca.
A simple vista, seas introvertido o extrovertido, viajar solo puede parecer un gran aburrimiento. Pero la realidad es otra: pasado el momento inicial de miedo a lo desconocido, encontrarse solo en un viaje es una gran oportunidad.
Libertad de elección
Por un lado, es uno mismo quien puede elegir -sin negociar con nadie- qué actividad hacer o dejar de hacer cada día. Esta pequeña gran libertad invita a pensar qué es lo que más nos gusta, a priorizar las opciones según nuestras preferencias más personales y también, a hacernos cargo de lo que elegimos.
Aún un plan fallido -porque cometimos algún error de principiantes o porque nos faltó revisar tal información- representa un aprendizaje. Y ni hablar si la opción elegida es tan buena como parecía o más: el deleite se vive de una forma especial.
Lo mejor es que con el tiempo nos vamos entrenando en la toma de decisiones y elegimos cada vez mejor los planes y las excursiones. Incluso, el día que tenemos flojera o mucho cansancio, no decepcionamos a nadie si nos quedamos en el alojamiento. Y eso es un gran alivio.
Apertura a nuevas aventuras
Por otro lado, viajar solo no significa pasar todo el viaje en soledad. No haberse transportado con compañía fija es un gran incentivo de abrirse a conocer a otras personas. Si uno viaja en familia, con pareja o con amigos, probablemente no prestaría la misma atención o no dedicaría energía extra en entablar una conversación con alguien que no conoce. Pero en las aventuras en solitario naturalmente termina comunicándose más, a veces por tener una personalidad abierta y otras veces porque no queda opción: hay que pedir orientación o ayuda y eso nos obliga a entablar conversaciones.
Un tip extra es que cuando se viaja en solitario, uno descubre rápidamente que no es la única persona en esa situación y se suelen conocer historias realmente nuevas que enriquecen muchísimo la experiencia.
Viajar en grupo: otra forma de disfrutar los días
Los beneficios de movernos acompañados son muchísimos. Desde la disminución de los costos de alojamiento -incluso la posibilidad de acceder a otro tipo de locaciones- hasta la alegría de estar con seres queridos cuando conocemos o volvemos a visitar un hermoso paisaje.
Las distintas preferencias de las personas que viajan con nosotros también nos llevan a lugares, eventos y espacios que no hubiéramos visitado por nuestra cuenta, haciendo mucho más difícil el aburrirse. En ciertos destinos, también es una buena medida de seguridad.
Tareas repartidas alivianan la carga
La logística -sobre todo si viaja más de un adulto- puede ser repartida entre varias personas, asignando responsabilidades divididas. Mientras alguien se encarga del transporte y la ubicación, otra persona lleva las cuentas y otra hace las reservas y se encarga de que el grupo aproveche los imperdibles de cada destino. Estas posibilidades cambian mucho el viaje y permiten conocer los destinos de otra manera.
Compartir la vuelta tiene otro sabor
Finalmente, los recuerdos pueden ser muy especiales en los viajes en los que vamos acompañados y es muy lindo tener con quién recordarlos a la vuelta, incluso en los años venideros. Más allá de las fotos que podamos sacar, siempre es lindo tener con quién comentar lo que vivimos, compartiendo las experiencias de cada uno.
En resumen, entre viajar solos o acompañados no hay opción correcta ni incorrecta. Lo que sucede es que son aventuras completamente distintas entre sí y tenemos que revisar cuál tenemos las ganas y la posibilidad de experimentar.
Pero tanto si se elige una como la otra, la experiencia de viaje siempre es algo que nos cambia el aire, nos ayuda a crecer y a volver a nuestra rutina con otra cabeza. Y cada una tiene -definitivamente- inmensas ventajas.