

La polémica en torno al laboratorio HLB Pharma, señalado como responsable del fentanilo contaminado que provocó 96 muertes, sumó un nuevo capítulo este domingo. Una exempleada de la firma rompió el silencio y reveló detalles de las irregularidades que, según ella, eran moneda corriente en la planta ubicada en San Isidro.
La mujer, que prefirió mantener el anonimato, afirmó en diálogo con Radio Rivadavia que ANMAT avisaba con antelación al dueño de la compañía, Ariel García Furfaro, sobre las inspecciones, lo que permitía “acomodar los papeles” para sortear los controles. “Se contrataba gente exclusivamente para dibujar los números que los auditores iban a pedir. Jamás ingresaron de verdad hasta la última vez, cuando ya no quedó otra que clausurar”, denunció.
La exanalista de microbiología describió un escenario caótico en la producción: “No había aire acondicionado, los empleados trabajaban en ropa interior por el calor y con las puertas abiertas. Hablamos de drogas que requieren un nivel de exigencia altísimo, con seguimiento profesional, y ahí adentro no se cumplía nada de eso”. Además, sostuvo que gran parte del personal no contaba ni siquiera con el secundario completo, y que muchos no sabían leer, a pesar de que manipulaban medicamentos de uso crítico.
En cuanto al lote de fentanilo contaminado, la denunciante aseguró que “todos sabían que había dado positivo” y que desde la jefatura de microbiología se buscaba responsabilizar a los analistas por supuestos errores, en lugar de reconocer las falencias estructurales. También indicó que los registros de higiene y control ambiental eran falsificados de manera manual para aparentar condiciones sanitarias que nunca existieron.
Mientras tanto, la Justicia Federal logró ubicar en los últimos días las 232 ampollas que faltaban consignar del lote adulterado, el mismo que contenía las bacterias halladas en los pacientes fallecidos. La investigación continúa sin detenidos, mientras el caso expone con crudeza la fragilidad de los controles en la industria farmacéutica y la posible complicidad entre el laboratorio y el organismo regulador.