

Por Carlos Vaccaro (*)
En los últimos años, el mercado mundial del acero se transformó en un tablero complejo, en el que la sobreproducción de algunos países y la caída de la demanda en otros generaron un escenario de precios bajos y competencia intensa.
Latinoamérica, con una industria siderúrgica históricamente relevante, incluyendo la Argentina, atraviesa ahora una etapa marcada por la contracción productiva y los desafíos de una competencia externa desleal proveniente de China.
En el caso argentino, durante el primer semestre del año, se produjeron cerca de 1,9 millones de toneladas de acero crudo, un aumento del 3.1% respecto al mismo período del año anterior. En junio se revela un aumento en la comparación interanual, pero no en la intermensual: con un total de 320.100 toneladas, la producción de acero crudo tuvo una caída del 8,6% con respecto al mes de mayo. En este 2025 se espera un nivel de demanda levemente superior al 2024, aunque todavía por debajo de los niveles alcanzados en años anteriores.
Al difícil contexto de una débil recuperación de la demanda, Argentina también está expuesta a un complicado escenario regional como consecuencia de las importaciones de acero chino, que en los últimos 15 años crecieron 233 % en América Latina, según un reciente informe de Asociación Latinoamericana del Acero (Alacero).
La industria latinoamericana del acero compite en un escenario global desnivelado por el comercio desleal producto de una serie encadenada de subsidios que le permite a China venderle al mundo por debajo de los costos reales de producción.
En la región, la producción de acero crudo cayó 13 % entre 2021 y 2024, mientras que el PBI industrial se desplomó un 4% desde la década del 90. La conexión parece muy clara. En un período similar -en los últimos 15 años- las exportaciones indirectas de acero chino (de productos terminados que contienen acero) crecieron 338 por ciento. Todo esto ocurre a partir de una industria impulsada por un entramado de subsidios en cada etapa: desde las materias primas, la energía y la logística, hasta la exportación y el direccionamiento del mercado interno.
Toda la cadena de valor, desde las condiciones iniciales y la producción hasta la exportación, tienen subsidios, subvenciones, exenciones impositivas y tasas de financiamiento baratas por parte de bancos estatales.
Otra cuestión no menor es la referente a la contaminación ambiental, y es que China produce y exporta acero con una huella de carbono en promedio 18 % mayor a la media global y 25 % mayor a la de América Latina, todo esto producto de bajas o nulas regulaciones ambientales en el país asiático.
El resultado deja un mercado regional distorsionado en el que el acero llega a la región a precios por debajo de su costo, desplazando producción, frenando inversiones y poniendo en riesgo miles de empleos de calidad.
El acero es un insumo clave para sectores como la construcción, la fabricación de maquinaria agrícola, la industria automotriz y la producción de bienes de capital. Cuando la actividad siderúrgica se debilita, el impacto se extiende a toda la cadena industrial: se ralentizan obras, se encarecen productos intermedios y se reducen turnos de trabajo en fábricas que dependen de este material.
La industria siderúrgica regional, y la argentina en particular, cuenta con capacidad tecnológica y experiencia para abastecer al mercado interno y exportar, pero requiere condiciones de previsibilidad frente a la avalancha de importaciones chinas.
(*) Secretario regional de ALACERO para Argentina