

Por Marcelo Bermolen (*)
La Argentina estrena en las próximas elecciones la boleta única de papel, un cambio histórico que reemplaza al tradicional esquema de boletas partidarias. El nuevo sistema, que ya funciona en varias provincias y en numerosos países del mundo, busca mejorar la transparencia, reducir las prácticas fraudulentas y garantizar igualdad de condiciones entre partidos grandes y pequeños.
A continuación, las implicancias de esta reforma electoral:
Un cambio histórico
Por primera vez, millones de argentinos enfrentan un sistema distinto al que conocían. Es una transformación relevante en términos de transparencia, equidad y calidad institucional.
Se termina un negocio opaco
Durante años, el Estado financió la impresión de boletas partidarias sin constancia efectiva de que se imprimieran. Con la boleta única, ese circuito se corta: la impresión pasa a ser responsabilidad del Estado y ya no de los partidos.
Más simple y más seguro
El presidente de mesa entrega una única boleta y un bolígrafo. El ciudadano marca su preferencia en un box, dobla la boleta y la deposita en la urna. Desaparecen los sobres y el cuarto oscuro repleto de boletas.
Transparencia y equidad
El nuevo diseño permite que todas las fuerzas estén representadas en igualdad de condiciones. Los partidos pequeños, muchas veces perjudicados por el robo de boletas o la falta de fiscales, tienen garantizada su presencia en la oferta electoral.
La importancia de la capacitación
Cada elector debe hacer una sola marca por categoría: si no marca, es voto en blanco; si marca más de una, el voto se anula. Es un sistema claro, pero requiere información y capacitación para evitar confusiones, sobre todo en provincias con elecciones concurrentes.
Riesgo de apatía y miedo a equivocarse
Adultos mayores o votantes con poca educación cívica pueden sentir temor y desistir de participar. En un contexto de baja participación electoral, la pedagogía cívica se vuelve fundamental.
Un paso adelante, no una solución definitiva
La boleta única de papel no es perfecta ni infalible, pero representa un avance. El desafío está en implementarla con seriedad, acompañada de campañas masivas de educación cívica que refuercen la confianza en el acto electoral.
(*) Director del Observatorio de Calidad Institucional y profesor de la Escuela de Gobierno de la Universidad Austral