

Con el lema de “El museo se está cebando”, los primeros devotos de la infusión nacional y símbolo de momentos compartidos o en soledad, ya comenzaron a transitar el Museo del Mate, sito en un edificio histórico porteño de Avenida de Mayo 853.
La inauguración oficial será en el mes de octubre, pero ya quedó formalmente abierta la visita de martes a domingos, entre las 10 y las 18 horas, con facilitadores.
El sábado, en un clima de acontecimiento familiar, entre amigos y contactos del Museo, se dio la bienvenida al espacio cultural entonándose las estrofas del Himno Nacional y el tango “Volver”, tras lo cual tomó la palabra el mentor del espacio, Alberto Plaza, un coleccionista bahiense que en 2007 logró tener su primer objetivo del museo local, en Sierra de la Ventana, partido de Tornquist.
“El Museo del Mate tiene la misión de preservar, difundir y promover la cultura e historia de esta bebida tradicional”, expresó en compañía de su mujer Anabella y otros familiares y amigos que saben de sus aventuras en busca de mates por todo el país.
Alexis —uno de sus nietos— será el director de este emprendimiento que ya funciona en el microcentro de la Ciudad de Buenos Aires.
A tono con la identidad más fuerte de los porteños, el espacio no podía ser mejor, ya que se encuentra en una manzana icónica, con un acceso por Rivadavia y otro por la principal Avenida de Mayo, en la misma vereda donde empezó a convivir con dos vecinos célebres de la cultura como lo son el Café Tortoni y la Academia Nacional del Tango.
En línea con las modernas propuestas museísticas, los organizadores informaron que en su armado se priorizó la interacción y la participación del visitante. En planta baja se encontrará la historia y la cultura del mate, exhibida en veintiséis módulos expositivos, con un diseño y curaduría realizados por museólogos e historiadores. Subiendo al primer piso se pueden hacer degustaciones de la yerba mate y también adquirir una diversidad de productos.
El recorrido comienza con un mate de cáliz que pertenece a la familia Wright, dueña del local donde funcionó el Bazar Inglés desde 1879 hasta 2012. En otras vitrinas, se destacan las reseñas de los guaraníes y los gauchos en su relación con esta infusión; además, una infinidad de objetos como los calentadores y cocinas campestres, pavas, termos y bombillas. En medio del salón se exhibe un carro polaco, con su carga de calabacines y bolsas con hojas cosechadas de la planta.
La realidad de este museo admite elogios no solo de la citada familia, sino de otras manos que también lo hicieron posible, como las empresas BBM y Regalando Pasión. El fecundo proceso se inició hace dos años con la restauración del edificio protegido. Maravillados han quedado los directivos del Instituto Nacional de Yerba Mate (INYM), que viajaron desde Misiones, y los emprendedores del mundo yerbatero.
“Esta jornada fue como un avant premier”, compararon al finalizar la función que tuvo shows musicales. El innovador escenario presentó la idea y quedó listo para continuarlo, como un mate que recién tuvo su primera cebada, calentando el cuerpo y cambiando el ritmo, como la idiosincrasia matera manda.
Pero el Museo no es una simple colección, sino una oportunidad para escuchar y descubrir, sorprenderse y contemplar. En breve, se van a realizar exposiciones temporales relacionadas con el mate, y actividades que fomenten el intercambio cultural y social entre los visitantes.
La sociedad argentina tiene su Día Nacional del mate cada 30 de noviembre, y desde hace doce años pasó a declarar al mate como infusión nacional a través del Congreso de la Nación, además de ser patrimonio cultural del Mercosur. Lo del Museo en el corazón de Buenos Aires era el toque que faltaba.