

Más de mil millones de toneladas de alimentos se descartan en el mundo cada año, según los datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Se trata de un problema global que no sólo implica un desafío ético, ya que millones de personas carecen de acceso a una dieta adecuada, sino también ambiental y económico. Cuando un alimento no es consumido, también se están desperdiciando recursos como agua, energía, tierra y trabajo humano.
En Argentina, un estudio de la Red Argentina de Bancos de Alimentos estima que se tiran 16 millones de toneladas de comida al año. Esto representa aproximadamente un 12,5 % de la producción total. El impacto no es menor: equivale a un promedio de 38 kilos de comida por persona cada año.
Este escenario plantea una pregunta ineludible: ¿Cómo transformar ese descarte en valor? La respuesta parece estar en el desarrollo de estrategias de economía circular, que permitan aprovechar subproductos de la industria alimentaria para crear nuevos insumos y productos, contribuyendo así a un consumo más responsable y sostenible.
Ciencia e innovación al servicio de la sustentabilidad
En esa dirección, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) impulsa un proyecto que convierte lo que antes era descartado en una oportunidad de innovación alimentaria. Se trata de la reutilización de subproductos vegetales para el desarrollo de proteínas alternativas.
El proyecto, liderado por investigadoras del Centro de Investigación y Desarrollo en Ciencia y Tecnología de los Alimentos (CIDCA), busca aprovechar el potencial del aquafaba, el agua resultante de la cocción de legumbres como lentejas o porotos. Este líquido contiene saponinas y proteínas que lo dotan de propiedades emulsionantes y espumantes, lo que permite usarlo como sustituto de la clara de huevo en la elaboración de productos veganos, sin gluten y libres de crueldad animal.
La iniciativa cuenta con la colaboración de Grupo L, empresa argentina multisector y multiservicio, entre ellos de alimentación, que aporta al CONICET este subproducto de su propia producción industrial. Así, lo que en otro contexto sería descartado se convierte en materia prima para el desarrollo de nuevos ingredientes de alto valor nutricional.
Este trabajo conjunto es parte de una tesis doctoral que apunta a generar un ingrediente proteico en polvo con aplicaciones en la industria alimentaria, contribuyendo a la reducción del desperdicio y a la innovación en productos más inclusivos y sostenibles.
Un paso hacia la economía circular alimentaria
Experiencias como la del trabajo conjunto entre el CONICET y Grupo L reflejan que el camino hacia la reducción del desperdicio de alimentos requiere investigación, innovación y cooperación entre el sector científico y las empresas. El aprovechamiento de subproductos no sólo reduce el impacto ambiental, sino que también abre la puerta a nuevos modelos de producción responsable capaces de responder a los desafíos nutricionales y ambientales de nuestra época.
En definitiva, el descarte alimenticio puede dejar de ser un problema y convertirse en una oportunidad: la de construir un sistema alimentario más justo, sostenible y eficiente, en el que cada recurso cuente y cada alimento tenga un destino de valor.