

Por Rolando Salinas (*)
La Federación Mundial para la Salud Mental (WFMH), apoyada por la Organización Mundial de la Salud, instituyó desde 1992 el 10 de octubre como el Día Mundial de la Salud Mental. El propósito ha sido sensibilizar, reducir el estigma y promover la prevención y el acceso a la asistencia en salud mental en todo el mundo.
En nuestro país, los problemas asociados con los padecimientos mentales han ocupado una intensa agenda periodística y de discusión legislativa en los últimos años. Uno de los focos debatidos ha sido las controversias acerca de las internaciones de salud mental a partir de la ley 26657 del año 2010, que está mayoritariamente dedicada a los derechos de los pacientes mentales graves y a la regulación de los procesos de internación involuntaria. Mucho menos se ha discutido el problema global de la salud mental poblacional.
En este marco, la inversión puede ser efectiva si además se supera la fragmentación del sistema de salud, coordinando y articulando los múltiples subsistemas que lo conforman: público, obras sociales y privado.
Estigma y barreras sociales
El estigma asociado a los padecimientos mentales es otra fuerte barrera por superar, ya que limita la búsqueda de ayuda, deteriora la autoestima y aísla social y laboralmente. El miedo a ser etiquetado y discriminado produce baja adherencia a los tratamientos.
Existe un amplio consenso internacional respecto de la necesidad de capacitar al personal de salud no especializado en el diagnóstico y tratamiento de los trastornos mentales que llegan a las áreas de atención primaria, superando así la brecha de acceso al tratamiento, ya que de lo contrario más de un 75 % de los casos no serán diagnosticados ni tratados.
Por ello resulta necesario implementar estrategias como la alfabetización en salud mental de la población, el estímulo en el contacto social con personas afectadas, campañas de sensibilización e integración efectiva de la salud mental a la asistencia primaria.
Carga de enfermedad y consecuencias
Si bien las enfermedades como la esquizofrenia o el trastorno bipolar representan un alto riesgo de discapacidad y de suicidio, según datos de la Organización Panamericana de la Salud las enfermedades mentales en su conjunto significan una tercera parte de los días perdidos por discapacidad en la Argentina, afectando principalmente a la población ambulatoria de los hospitales generales.
La “carga de enfermedad” se manifiesta a través de síntomas leves, malestares emocionales y consultas médicas no especializadas por motivos inespecíficos como fatiga, dolores crónicos o trastornos del sueño, que en su mayoría se deben a síndromes depresivos encubiertos, ansiedad o estrés.
Dichas consultas quedan frecuentemente sin diagnósticos formales, a pesar de generar una demanda muy significativa en los sistemas de salud con altos costos materiales y humanos en estudios complementarios. Hay especialidades médicas donde superan más de la mitad de las consultas
En nuestra propia experiencia, esta población declara tener 1.5 días por semana perdidos o poco productivos debido a su padecimiento, una forma de discapacidad transitoria que aumentó un 50% en los últimos diez años.
Invertir en salud mental es también un imperativo humano y económico, ya que por cada dólar invertido se obtienen hasta cinco dólares en productividad.
Desafíos y perspectivas
Una visión integradora basada en la capacitación profesional, la inversión efectiva y la reducción del estigma son algunos de los desafíos a vencer. Es importante jerarquizar la carga de enfermedad mental para nuestra sociedad más allá de los problemas inherentes a la internación de pacientes con riesgo. Esto significa ampliar la mirada y la discusión pública de un modo superador, llevándola al ámbito específico de la salud.
(*) Jefe de Salud Mental del Hospital Alemán (MN 72241) - asesor de la Comisión de Salud del Senado de la Nación.