Por Jorge Asís (*)
Entre la dinámica indignidad arrancó el juicio virtual al capitalismo de la Causa Cuadernos.
Tecnología sofisticada para someterlo al proceso necesariamente extenso, plagado de datos trascendentes con destino de incierta monotonía.
El contexto incita al deschave macabro de los poderosos valientes que trataron de evitar el desprestigio con el atributo del silencio.
Por “ponerla”, los valientes delinquieron.
Ahora se imponía “ponerla” para evitar el castigo. Al menos atenuarlo.
Pero los empresarios imputados tuvieron menos suerte que con el macrismo.
Los tres circunspectos señores jueces, como la transparente señora fiscal, rechazaron la payasada olímpica de cobrar para callar.
Entonces van a desfilar los enredos de carnaval en playas sombrías de estacionamiento.
Malentendidos de la cultura capitalista de los penúltimos años de realismo mágico. Admite el desfile de las valientes caricaturas que “la pusieron” sin pudores para concluir vergonzosamente “encuadernados”.
Arrepentimiento compulsivo
Los valientes mantuvieron la hidalguía cívica de asumir el suspenso del arrepentimiento compulsivo.
“Apuntá alto y dormís en tu casa”.
“Apurarse que las sortijas se acaban”.
“Está ya contado, no sirve, andá a la farmacia a comprar Memorex para decirme quién…”.
Debían humillarse los valientes por haber sido imperdonablemente culpables de aplicar la teoría vigente.
Pertenecer a “la camarita” consistía en “coimear para trabajar y coimear después para cobrar”.
La brutalidad teórica indicaba que correspondía “ponerla”.
Para consuelo espiritual colaboraban con el pretexto inmoral de “la campaña”.
Manera admirable de consolidar la magnífica potencia del socialismo del robo.
Su propio Yabrán
Enclaustrar la “Causa Cuadernos” en la vulgaridad ejemplificadora es un exceso módico bastante frecuente.
O interpretarla como “emblema de la lucha contra la corrupción”. Desmanes del periodismo flojo.
En momentos de significativa refundación del capitalismo con el mito fantástico de la iniciativa privada que propone el Fenómeno Milei.
Con la sátira del juicio se asiste precisamente a la espectacular demolición del mito reivindicado desde los medios responsables del poder que se auto celebran por el arrojo.
La “Causa Cuadernos” es la penetración gráfica de “la marroquinería política” que signó los años hipócritas del peor kirchnerismo real.
Fueron diseñados a la medida del apetito voraz de Néstor Kirchner, El Furia, recaudador serial que aspiraba a ser su propio Yabrán.
El Furia sentía un inveterado placer al contar los billetes crocantes, respirar el aire innovador y en simultáneo ser uno de los tres grandes jefes del peronismo que se dejó captar por la osadía disruptiva de morirse.
Con frecuencia se lo denominó aquí como “líder de culto y simultáneo fenómeno delictivo”.
Aunque la muerte exactamente es lo que le garantiza la placidez de la gloria.
La maldita ocurrencia de morirse condicionó la epopeya kirchnerista antes de clarificar la multiplicidad de desórdenes administrativos que culminaron en la tobillera expresiva que hoy porta La Doctora.
Heredera políticamente natural, La Doctora -que dista de ser delincuente- prefirió transformar el sufrimiento estratégico con el cuento del “compañero de vida y militancia” que mantuvo el compromiso histórico del Néstor Nauta que se ofrendó por la justicia social contra las inmoralidades de la desigualdad.
Dios, Trump y Milei
Mientras la justicia se encarga de aniquilar sistemáticamente al peronismo como principal adversario, el Panelista concentra la centralidad total porque acaba de ganar las elecciones.
Embocó a la casta maléfica. Integrada hoy entre “los argentinos de bien”.
Milei abdujo la casta como abdujo a Mauricio, el Ángel domado que supo ser Exterminador.
Los evangelistas oran por los jardines de la residencia de Olivos mientras consolidan la idea mística del poder que brota “por mandato divino”.
Coro afiatado de traficantes auténticos de la fe con la sintonía internacional que implica solidaridad total con Estados Unidos y simpatía incondicional con el Estado de Israel.
Como si Dios fuera el tercer cruzado que milita la similar batalla cultural de Trump y de Milei.
Tres portadores de la verdad universal sólo lacerados por “los mandriles que no la ven”.
Por los ensobrados de la comunicación y los ecónomo-chantas aferrados a los papeles quemados como si valieran la pena.
Final con Reboteros
Sin alternativas ni llegada, al cierre del despacho, los reboteros se preparan para cuando a Milei le vaya mal.
Los Reboteros no dudan. Saben que Milei pronto la va a pifiar. Sólo deben esperarlo.
En Argentina todo sale siempre invariablemente mal.
Nunca basta, para que algo salga bien, con el positivismo deportivo de la voluntad.
“¿Y por qué demonios a Milei le tiene que salir bien?”.
La última receta de los gobernadores consiste en colaborar con Milei para que les envíe “recursos”.
Aunque las llamadas economías provinciales no acusen ningún atisbo de mejora y solo les pase, en efecto, el tiempo.
(*) Periodista y escritor