sábado 15 de noviembre de 2025 - Edición Nº4256

Interés general | 15 nov 2025

“Binge drinking”

El consumo excesivo de alcohol, la sustancia psicoactiva más aceptada

También es la que más costos humanos deja a su paso. Participa en uno de cada tres accidentes viales con víctimas fatales y se encuentra detrás de múltiples patologías físicas y mentales.


Por Rolando Salinas (*)

Cada 15 de noviembre se marca en el calendario como el Día Mundial sin Alcohol, una fecha propuesta por la Organización Mundial de la Salud con una intención clara: visibilizar los estragos que el consumo de alcohol causa en el cuerpo, la mente y la trama social. No se trata solo de contar cifras; la jornada abre una pausa en el ritmo cotidiano para preguntarnos qué lugar ocupa el alcohol en nuestras vidas y qué tan naturalizada está su presencia en las celebraciones y encuentros.

El problema no es menor. El alcoholismo sigue siendo una de las grandes amenazas para la salud pública en todo el mundo. El informe de la OMS sobre Alcohol y Salud (2018) cifra en alrededor de tres millones las muertes anuales vinculadas al consumo nocivo de alcohol. En América Latina, el panorama se vuelve aún más inquietante: la iniciación precoz, el “binge drinking” (o consumo excesivo de alcohol) como patrón habitual, y su relación directa con siniestros viales, violencia interpersonal y enfermedades crónicas que afectan al hígado, el corazón y el sistema nervioso central.

En Argentina, el acto de brindar está tan arraigado que parece casi instintivo. Un sorbo para celebrar, para compartir, para pertenecer. Pero lo que comienza como algo aparentemente inofensivo puede ir desdibujando los límites hasta instalarse como una dependencia que daña vínculos, carreras y cuerpos. Las estadísticas oficiales alertan: ocho de cada diez adolescentes probaron alcohol antes de cumplir 18, y en más del 60% de los casos el consumo fue excesivo y en corto tiempo. Este tipo de ingesta no solo compromete la salud, sino que multiplica los riesgos de accidentes y comportamientos violentos.

El alcohol, más allá de su legalidad y aceptación cultural, es la sustancia psicoactiva más consumida en nuestro país. También es la que más costos humanos deja a su paso. Participa en uno de cada tres accidentes viales con víctimas fatales y se encuentra detrás de múltiples patologías físicas y mentales. Pero detrás de las cifras hay personas. Vidas atravesadas por la lucha cotidiana contra la adicción, familias que se adaptan y comunidades que intentan sostener.

En este entramado, los grupos de Alcohólicos Anónimos han ocupado, y siguen ocupando, un lugar clave. Desde su origen en 1935 en Estados Unidos hasta su llegada a Argentina en 1954, su propuesta de apoyo entre pares, sin jerarquías ni estigmas, se ha consolidado como una red efectiva. El camino que proponen (reconocer el problema, compartir la experiencia, asumir la responsabilidad) no solo facilita el abandono del alcohol, sino que repara, de algún modo, los hilos rotos del entramado social y personal.

Hoy sabemos que el alcoholismo no responde a una falla moral o a la falta de carácter. Es una enfermedad compleja, con múltiples causas (biológicas, psicológicas, sociales) que requiere de abordajes integrales: atención médica, acompañamiento terapéutico, farmacología cuando es pertinente, y, sobre todo, vínculos sostenidos en el tiempo.

El Día Mundial sin Alcohol, entonces, no se limita a una fecha sanitaria más. Es una oportunidad para repensar el modo en que la cultura ha normalizado el consumo, para afinar la sensibilidad hacia quienes lo padecen, y para imaginar otras formas de cuidado colectivo. No se trata de prohibir ni de señalar, sino de animarnos a poner en palabras lo que a veces se silencia: cómo bebemos, por qué lo hacemos, y qué apoyos están, o no, disponibles para quienes necesitan ayuda.


(*) Jefe de Salud Mental del Hospital Alemán  (MN 72241) -Profesor de Psicología de la Salud UCA

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