En la Semana Mundial de la Concientización sobre la Resistencia a los Antimicrobianos, especialistas de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA advierten sobre el avance de este fenómeno, que según estudios avalados por la OMS podría causar hacia 2050 más muertes que el cáncer.
La resistencia a los antibióticos crece a nivel global y compromete tratamientos que hace décadas resultaban simples. Esta situación prolonga internaciones, reduce las chances de recuperación y, de no mediar acciones urgentes, podría generar 10 millones de muertes anuales para 2050, según estimaciones internacionales.
“Lo que hoy enfrentamos no es un fenómeno aislado, sino el resultado de décadas de uso intensivo de antibióticos y de una evolución bacteriana que no da tregua”, señala Pablo Power, investigador del CONICET y miembro del Laboratorio de Resistencia Bacteriana de la FFyB.
Sobre la falta de nuevos compuestos, precisa que “desde el uso masivo de la penicilina en la década de 1940, estos compuestos transformaron la medicina moderna. Sin embargo, la rápida aparición de mecanismos de resistencia generó un escenario en el que muchas compañías farmacéuticas dejaron de considerar el estudio de nuevos antimicrobianos como una alternativa viable y rentable”.
La presión selectiva generada por el uso de antibióticos, en medicina humana, veterinaria y agricultura, favorece que sobrevivan y se multipliquen bacterias resistentes, que incluso pueden transmitir sus genes a otros microorganismos. Por eso, el uso responsable es clave: solo deben indicarse cuando son realmente necesarios. La automedicación, advierten los especialistas, acelera el problema.
El impacto también abarca al sector agropecuario, donde se concentra entre el 65 % y el 72 % del consumo mundial. Los residuos con antibióticos contaminan ambientes y facilitan la diseminación de resistencias.
“Se ha descrito la diseminación de genes de resistencia de formas realmente impensadas; por ejemplo, en aves migratorias”, afirma José Di Conza, profesor adjunto de Microbiología de la FFyB. Y agrega: “El uso de pesticidas o herbicidas en tareas agrícolas acelera la selección y la diseminación de mecanismos de resistencia”.
Todo esto demuestra que se trata de una problemática compleja, cuya magnitud exige tanto un compromiso individual como una respuesta coordinada entre el ámbito científico-médico, los sectores productivos, los organismos gubernamentales y otros actores clave para contener su avance a tiempo.
Frente a esta problemática global, el enfoque Una Salud (One Health), que integra salud humana, animal y ambiental, resulta esencial para articular respuestas coordinadas. La evidencia muestra que la resistencia aparece incluso en lugares remotos.
La investigadora Florencia Brunetti, quien estudió cepas ambientales en la Antártida, destaca que “cuanto más se profundiza el estudio en áreas bien remotas, como la Antártida, más claro resulta que el problema es difícil de contener. Es crucial asumir la visión interdisciplinaria que propone el enfoque de Una Salud”.
La evidencia, incluso en los lugares más inhóspitos, sigue arrojando señales claras: el problema nos involucra a todos. La resistencia a los antibióticos no es un problema del futuro, ya es parte de nuestro presente. Comprender su origen y su capacidad de evolucionar en el tiempo es clave para el diseño de estrategias efectivas. Solo con un enfoque global, coordinado y sustentado en evidencia científica podremos conservar estas herramientas vitales y proteger la salud de las generaciones futuras.