Por Osvaldo Ponzo (*)
El uso de pantallas solares en niños y adolescentes es una recomendación ampliamente difundida para prevenir quemaduras y reducir el riesgo de cáncer de piel. Sin embargo, en los últimos años, diversas investigaciones científicas comenzaron a analizar un aspecto menos conocido: el impacto potencial de ciertos filtros solares sobre el sistema hormonal en etapas clave del desarrollo.
Estudios experimentales realizados por equipos de investigación argentinos y publicados en revistas científicas internacionales (como Environmental Toxicology and Pharmacology), advierten que algunos filtros ultravioletas de uso frecuente como el octyl-methoxycinnamate (OMC) y el 4-methylbenzylidene-camphor (4-MBC), pueden comportarse como disruptores endocrinos, es decir, sustancias capaces de interferir con la acción normal de las hormonas.
Infancia y adolescencia: etapas especialmente sensibles
Desde el punto de vista biológico, la infancia y la adolescencia no son simplemente "versiones más jóvenes" de la adultez. Son períodos de intensa reorganización hormonal y neurológica, en los que el organismo es particularmente sensible a estímulos externos. Durante estas etapas se consolidan procesos centrales como el inicio de la pubertad, la maduración reproductiva y la regulación hormonal a largo plazo.
Los estudios mencionados muestran que la exposición a determinados filtros UV durante estas ventanas críticas de desarrollo puede alterar mecanismos que regulan el eje hormonal encargado de la reproducción. En modelos animales jóvenes, se observaron modificaciones en la liberación de hormonas clave que coordinan el funcionamiento de los ovarios y los testículos, así como cambios en los neurotransmisores cerebrales que controlan ese sistema.
Cambios hormonales que persisten en el tiempo
Uno de los hallazgos más relevantes es que la exposición temprana puede tener efectos duraderos, incluso cuando el contacto con la sustancia ocurre antes del nacimiento o en etapas iniciales de la vida. En estudios donde la exposición se produjo durante el embarazo, las crías presentaron en la adultez alteraciones hormonales persistentes, con efectos distintos en machos y hembras.
En los machos se observaron disminuciones en hormonas fundamentales para el desarrollo reproductivo, mientras que en las hembras se detectaron signos de activación temprana del eje hormonal, incluyendo adelantos en marcadores de pubertad. Estas diferencias sugieren que los disruptores endocrinos no afectan a todos por igual y que su impacto depende del momento de exposición y del sexo biológico.
La dosis no lo es todo
Un punto clave es que no siempre se requieren dosis altas para generar efectos biológicos: exposiciones consideradas bajas, pero repetidas, fueron suficientes para producir cambios medibles en la regulación hormonal.
Esto cobra especial relevancia en niños y adolescentes que suelen usar pantallas solares de forma reiterada durante el verano, en grandes superficies del cuerpo y, en muchos casos, desde edades muy tempranas. Además, todos los protectores solares químicos se absorben por piel, ingresan al organismo y evitan mecanismos de metabolización rápida, lo que podría aumentar su impacto potencial.
¿Qué implican estos hallazgos para las familias?
Estos resultados no deben interpretarse como un llamado a abandonar la protección solar, cuyo beneficio frente al daño por radiación ultravioleta está ampliamente demostrado. Sin embargo, sí invitan a repensar el uso indiscriminado de productos que contienen sustancias con actividad hormonal, especialmente en poblaciones vulnerables como niños y adolescentes.
Desde la ciencia se plantea la necesidad de:
---) Profundizar la investigación sobre los efectos a largo plazo de estos compuestos.
---) Evaluar con mayor detalle la seguridad de los filtros solares utilizados en edades tempranas.
---) Promover estrategias de protección solar complementarias, como la ropa adecuada, la sombra y horarios de menor radiación.
Un llamado a la prevención informada
El mensaje central que surge de esta evidencia científica es claro: proteger la piel y proteger el desarrollo no deberían ser objetivos contrapuestos. Avanzar hacia una prevención informada implica combinar la protección frente al sol con una mirada crítica sobre los componentes de los productos de uso cotidiano, especialmente cuando se trata de la salud de niños y adolescentes.
La ciencia continúa investigando, y mientras tanto, la información rigurosa se vuelve una herramienta clave para que familias, profesionales de la salud y responsables de políticas públicas puedan tomar decisiones equilibradas y basadas en evidencia.
Recomendaciones para una protección solar más segura en la infancia y la adolescencia
A la luz de la evidencia científica disponible, es fundamental adoptar un enfoque de protección solar integral y consciente, especialmente en niños y adolescentes. Esto incluye priorizar medidas físicas como el uso de ropa con protección UV, sombreros, anteojos de sol y la búsqueda de sombra en los horarios de mayor radiación.
En cuanto a las pantallas solares, se sugiere utilizarlas de manera adecuada, evitando aplicaciones innecesarias o excesivas, y prestando atención a su composición, en particular cuando se trata de productos destinados al uso infantil. Asimismo, es importante promover regulaciones basadas en evidencia actualizada, continuar evaluando la seguridad de los filtros solares en etapas tempranas del desarrollo y reforzar el rol de la información clara para que familias y cuidadores puedan tomar decisiones informadas sin descuidar la prevención del daño solar.
(*) Médico del Servicio de Endocrinología del Hospital Alemán (MN 87672)