En la provincia de Buenos Aires, diciembre huele a fruta fresca. El calor del verano recién nacido madura colores, perfumes y sabores que llegan a las mesas navideñas como pequeños fragmentos de territorio.
La tradicional ensalada de frutas —simple y generosa— se transforma entonces en un mapa: una forma de recorrer campos, chacras y quintas sin moverse de la sobremesa. Un bocado que anticipa el viaje por los distintos destinos bonaerenses.
Cada fruta cuenta un paisaje. El durazno, por ejemplo, tiene sabor a San Pedro: a días largos, a quintas donde el sol se queda un rato más sobre la piel del fruto antes de caer la tarde. Las frutillas, llenan de color Florencio Varela, La Plata y General Rodríguez, brotando en hileras que perfuman el aire húmedo y anuncian la llegada de la temporada fuerte. Más al noreste, los arándanos de Castelli aportan su estallido azul: pequeños, intensos, casi eléctricos, fruto de un trabajo paciente y delicado.
En el centro de la provincia de Buenos Aires, la producción agroecológica de kiwi suma identidad y experiencia. En Saladillo, Kiwis Saladillo abre sus tranqueras para ampliar la propuesta turística local con visitas a la plantación que invitan a recorrer el campo y conocer el trabajo detrás del fruto.
Acompañados por Oscar y María Dellatorre, quienes visitan el lugar se interiorizan en cada etapa del cultivo, desde la polinización hasta la cosecha.
“Nuestros visitantes pueden ser cosecheros por un día”, afirma María. El recorrido se completa con degustaciones y momentos de contacto directo con la producción, poniendo en valor la agricultura sustentable y los emprendimientos de la zona.
“Somos productores de kiwi en el centro de la provincia, algo poco común en esta región. Es un desafío, pero también una oportunidad para pensar en una agricultura más diversa y con valor agregado”, agrega la mentora de la iniciativa.
La cosecha se realiza entre marzo y abril, pero su presencia se extiende más allá del calendario productivo. “No utilizamos cámaras de frío: cosechamos y vendemos enseguida en los mercados”, remarca.
Esto permite que el kiwi bonaerense pueda encontrarse durante el verano en verdulerías de la región y en distintos puntos de la provincia. Por su color intenso, su frescura y su aporte de vitaminas, es un ingrediente ideal para la ensalada de frutas: “Aporta color, es atractivo a la vista y queda muy bien en el plato”, destaca María, con el deseo de que, aún fuera de temporada, el trabajo local también llegue a las mesas navideñas. Otros destinos con plantaciones de Kiwis son Mercedes y Madariaga, ambos proponen actividades turísticas.
En el sur bonaerense, en el Pueblo Turístico de Barker, partido de Benito Juárez, la frambuesa y la zarzamora pintan el verano de rojo profundo. Allí funciona Estación Barker, una de las pocas plantaciones de frutos finos de la región abiertas al público, donde la experiencia productiva se vive de cerca.
El recorrido invita a conocer el cultivo, caminar entre las hileras y comprender el trabajo que hay detrás de cada fruto, en un entorno rural que combina naturaleza, sabores y saberes locales. La temporada fuerte coincide con diciembre, aunque el clima siempre marca el pulso del trabajo.
“La cosecha en esta época suele darse bien, aunque la primavera puede venir con muchas lluvias”, explica Sebastián Rodríguez, a cargo de la plantación. Por su intensidad y equilibrio, la frambuesa es ideal para la ensalada de frutas navideña: “Aporta color, sabor y la acidez justa”. Y con orgullo dice: "Que nuestra producción llegue a la mesa en Navidad y que muchas familias puedan disfrutar un producto cultivado en Barker tiene un valor muy especial".
En San Pedro, el paisaje se tiñe de aromas dulces y cítricos. Reconocida por su tradición frutícola, la ciudad es tierra de duraznos y naranjas que crecen a orillas del Paraná y forman parte de su identidad productiva. Quintas y emprendimientos locales abren sus puertas para mostrar el trabajo en los montes frutales, donde el ritmo de las estaciones marca la cosecha y la fruta fresca se convierte en protagonista de ferias, sabores regionales y experiencias que conectan campo, río y gastronomía.
Los arándanos, por su parte, encuentran un entorno ideal entre suelos fértiles y clima templado en el municipio de Castelli. Este fruto delicado y de intenso color azul se cultiva en establecimientos que apuestan a la calidad y al cuidado del entorno, sumando valor a la producción. Durante la temporada, la experiencia invita a conocer el cultivo de cerca, descubrir el proceso que va de la planta a la mesa y disfrutar de un producto que combina frescura, sabor y perfil saludable, en plena llanura bonaerense.
Todo este paisaje frutal habla de cercanía: de productos que viajan poco, de manos que trabajan mucho y de familias que preparan la tierra durante todo el año. Cada testimonio —cada voz que vive la cosecha desde adentro— suma una dimensión humana a la escena navideña.
Preparar una ensalada de frutas con productos bonaerenses no es solo elegir sabor; es elegir identidad. Es llenar un recipiente de verano, de historias, de paisajes y de trabajo rural. Un gesto simple que celebra lo que crece en la Provincia Bonita Argentina, donde la tierra, el clima y la tradición se encuentran.