En el Pueblo Turístico Altamira, Mercedes, la historia se mezcla con la tierra y la memoria familiar. Allí, Ariel Achilli y Nora Ortubia encabezan un proyecto que recupera un espacio patrimonial y lo vuelve punto de encuentro.
“El Turismo cultural de experiencias sostenible como herramienta para conservar el patrimonio”, fue el punto de partida para Nueva Corinema. Se trata de una antigua fábrica de ladrillos y tejuelas, Patrimonio Histórico y Cultural de Mercedes.
Hoy, el predio fabril fue recuperado como Espacio Cultural y Viñedos y abre sus puertas para recibir a quienes quieren conocer las entrañas de sus túneles, en pleno proceso de restauración, en el marco de eventos programados y siempre con reserva previa.
La estructura edilicia está emplazada en tres hectáreas del predio de la fábrica Corinema, abandonada desde 1994, al año de su cierre. Y el quiebre llegó en 2022, cuando fue adquirida por la familia Achilli para su puesta en valor.
El estilo de arquitectura tan singular es uno de los dos únicos modelos que siguen en pie en el país (el otro es el de Ctibor en La Plata). Se trata de un horno de calor continuo patentado en la Alemania del siglo XIX: el Hoffman.
Como parte del proceso de revalorización del predio, en la primavera del año 2023 se implantó un viñedo experimental con 1400 ejemplares de vid, con fines enoturísticos y productivos. Entre sus seis varietales se encuentran: Malbec, Merlot, Pinot Grigio, Cabernet Franc, Sauvignon Blanc y Marselan, con el objetivo de presentar un distintivo Vino de Tejuela, bajo el sello Vino Buenos Aires.
“La fábrica empezó a funcionar en 1947 y marcó el pulso de la región al ritmo del gran horno de ladrillos. Llegó a tener hasta 100 empleados y en 1994, de la noche a la mañana y sin demasiadas explicaciones ni justificaciones, cerró aduciendo quiebra”, recapitula Nora en diálogo con ANDigital.
Y resalta: “Los empleados de aquel momento se encontraron el portón cerrado, no lograron indemnización alguna y lamentablemente nadie más dio la cara, toda una conmoción en su momento”.
“Quedaron sólo los ladrillos que no se pudieron llevar; los túneles, uno que mide 75 metros y otro más corto; algunas paredes de los secaderos, pero de lo que se podía trasladar no quedó nada”, precisa al dar cuenta del panorama “apocalíptico” con el que se encontraron al entrar a la vieja fábrica.
De todos modos, destaca: “Veíamos algo que se podía hacer. Mi esposo estudió turismo rural y es chef y fue por eso que se le ocurrió la veta gastronómica”.
“La limpieza demandó un año de trabajo. Sacamos 300 camiones de basura entre tierra, hierros retorcidos y mugre. Quedó todo limpio y ahí sí quisimos poner verde y como venimos del mundo del vino comercial y sanguínea por las raíces italianas, fue la iniciativa”, acota.
En cuanto a la implantación de las vides, traídas especialmente desde Mendoza, explica que “se adaptaron perfectamente, con un porcentaje excelente de producción”.
“El 28 de septiembre de 2023 lo implantamos y lo siguiente fue querer abrir al público para dar a conocer el proyecto futuro y también la historia, a partir del enoturismo”, consigna la emprendedora.
De todos modos, uno de los hitos fue la invitación a extrabajadores de la ladrillera. “En el marco de un asado nos contaron sobre todos los espacios de la fábrica, nutriéndonos de historias que ahora trasladamos a los visitantes”.
“Nos encanta el vino, los fuegos, esa cuestión de transformar y la fábrica tiene esto de la chimenea, de alguna manera tiene que volver a largar humo. Queremos fortalecer esa historia y a partir de ahí empezar a narrar la nuestra propia”, reflexiona.

Así las cosas, en noviembre de 2023 se llegó al primer festival, “Ruinas”, amparado en una frase de un gran artista local, el Tano Verón, legando un mural que reza: “De las ruinas sólo queda renacer”.
“Vamos haciendo transformaciones en la medida que la economía lo permite, apostando a mejorar. Hicimos festivales y encuentros gastronómicos musicales nocturnos; también de día con el ciclo ‘Fuego amigo’, almuerzos, cenas. Queremos que sea un espacio cultural que es lo que va a dar vida y sostener a la fábrica, también con talleres, encuentros regionales de productores y visitas guiadas y académicas.
Del mismo modo, Nora explica con partes iguales de mesura y entusiasmo que la idea es “ir creciendo, lograr un patio gastronómico, agrandar el viñedo y si se llegara a tener la posibilidad de la hotelería en un espacio cercano, es algo que incluye el proyecto”.
Por último, como una llamada del destino, pondera: “Las plantaciones fueron en una zona que supo ser el depósito de materiales de la ladrillera, por lo que la tierra conservaba muchos minerales, sobre todo feldespato que ayuda a las raíces a tener muy buena hidratación. Estaba todo muy compactado, hubo que hacer un fuerte trabajo de remoción, en cada una de las hileras, se agregó tierra negra en los últimos 40 centímetros, allí fue la vid y se adaptó sumamente bien”.
Así, el proyecto Nueva Corinema apuesta a mantener la estructura original y reconstruir los diferentes sectores con mejoras, considerando la importancia patrimonial e identidad zonal, transformándose en un nuevo polo cultural, turístico y productivo.