

Por Roberto Abrodos (*)
Especial para ANDigital
La niñez qué tiempo hermoso, no hay penas, si no las ocasionan los adultos.
Somos inmortales, los que peinamos algunas canas pensábamos en jugar ¿o usted no vivió su niñez así?
Hay una diversión que atrae, aunque ahora haya tan pocas. Dicen que sólo funcionan una decena en nuestra ciudad de La Plata.
Pero de niños ¿qué nos importaba? tener a mamá y papá y jugar ¿o acaso no era todo, eso y algún descubrimiento que nos llenaba?
Y salir con la abuela o el abuelo, o una tía o tío, y nos llevaba allí a ese mundo y estábamos cautivados por el vértigo y la música.
En España lleva por nombre “tiovivo”; en Francia, “carrusel”, pero acá en Argentina tiene un nombre sinónimo de infancia: calesita. Su historia es un rompecabezas cuyas piezas no han sido unidas por la historiografía, pero es importante intentarlo, ya que Argentina es uno de los pocos países -el cuarto del mundo- que conserva esta tradición.
Hasta tal punto este juego prendió en la cultura que la palabra “calesita” es porteña. “Vamos a jugar a la calesita”. La expresión primigenia era otra: “Juego de los caballitos”.
Cuando todavía no existía la diferencia entre calesita y carrusel – las estructuras fijas que sólo giran y aquellas en las que, además de girar, los caballitos suben y bajan-. el juego consistía en un caballo con orejeras que giraban como una noria y a su lado, en una calesa (pequeños carros de cuatro ruedas que se utilizaban en Europa central para llevar a las ciudades los productos de la tierra), iba corriendo un hombre.
Se cree que la primera forma conocida -según un viejo grabado alemán- se manifestó en Turquía y llegó a Europa por el misterioso camino de los viajeros. En Francia, Inglaterra y Alemania se convirtió en un juego de nobles. El tiempo la hizo un juego de niños.
El primer juego de caballitos que llegó a Buenos Aires era francés y se instaló entre 1867 y 1870 en Barrio Parque, que quedaba entre lo que hoy es el Teatro Colón y el palacio de Tribunales. Cuentan que cuando Sarmiento era presidente, le instalaron la calesita frente a su casa. Y él se negó al desalojo que le propusieron: “Me parece hermoso oír la risa de los chicos cerca de mi ventana”, dijo
Hubo que esperar hasta 1930 para que apareciera la primera fábrica, Sequealino e hijos, una firma de herreros italianos de Rosario, que hizo más de mil calesitas para América Latina.
Pero, ¿Cual es la realidad hoy de las calesitas de nuestra zona?, muy diferente a la de nuestra juventud, Pocas sobreviven.
Por este cambio de hábitos, en los paseos públicos de nuestra ciudad actualmente sólo funcionan 10 calesitas, según fuentes de la Municipalidad de La Plata, y la queja del dueño de una de ellas era: “Con lo que recaudo no puedo pagar el canon municipal, ni el derecho a espectáculos públicos”, decía apesadumbrado, mientras espera que alguna de las ofertas que le hicieron se concreten.
“Tengo muchos gastos fijos, hay que tener en cuenta que sólo en primavera y verano trabajamos todos los días”; decía. “En algunas semanas de otoño y en invierno abrimos los fines de semana, siempre y cuando no llueva”, acotaba a posteriori.
La calesita está representada en un gran abanico de aspectos de la cultura argentina: en la literatura -no sólo para niños, sino para adultos- en la poesía, en la música, en el teatro, en el cine, en la pintura, en la fotografía... hasta en la publicidad.
Pero volviendo atrás, ¿quién no recuerda la calesita del zoológico local, y esa suerte de magnetismo que tenía, cuando nuestra madre decía “¿es la última y vamos”?
(*) Creador de La Plata Ciudad Mágica - www.laplatamagica.com.ar
Conductor de “Noticias de Historia de La Plata, lunes de 17 a 19 por FM Récord 106.7, saliendo al mundo a través de - www.fmradiorecord.com.ar
Integrante de la Asociación Amigos del Museo y Archivo Dardo Rocha - www.amigosmuseorocha.com.ar