

Por Máximo Ravenna (*)
Especial para ANDigital
Según sus precursores, el chicle para bajar de peso (aprobado por el Instituto Nacional de Alimentos) puede hacer que una persona con sobrepeso sienta menos deseo de ingerir comida, especialmente fuera del almuerzo o de la cena.
De todos modos, el nuevo producto sólo puede ser positivo si se lo usa en el marco de un plan alimentario saludable y con actividad física.
Ya existen chicles para dejar de fumar o para calmar la ansiedad y sus resultados no han sido demasiado auspiciosos. En materia de obesidad hay que ser muy cauteloso porque ya han aparecido una infinidad de dietas especiales y elementos como aros, zapatillas, parches, laxantes, semillas, masajeadores, plantillas, sellos homeopáticos y cirugías compulsivas que han demostrado no modificar la situación de los obesos en el paso del tiempo.
Puede ocurrir que al favorecer la saciedad, el chicle prevenga la ganancia de peso y ayude la adherencia a los cambios de hábitos, pero será finalmente la modificación de las conductas alimentarias a través de la toma de conciencia la que determinará un descenso de peso y su posterior mantenimiento.
El tratamiento de la obesidad tiene que ver con cambios profundos de conductas que no se modifican tan fácilmente. Hay muchos estudios científicos a nivel mundial que demuestran que nada se logra si no se modifica el ambiente, los hábitos diarios y si no hay una verdadera convicción por recuperar el cuerpo y la buena salud.
Los obesos no deben depositar toda su ilusión en la aparición de estos chicles o de algún elemento salvador que les evite el esfuerzo. En realidad no hay que agarrarse de lo cómodo y sí generar un verdadero cambio de hábito para dejar de lado todo lo que los llevó a ese estado.
(*) Médico especialista en obesidad y trastornos de la alimentación