

“Porque te quiero te aporreo”. Una frase que para algunos parece inocente y simpática transmite el trasfondo cultural. La violencia tiene la forma de espiral. El final es el “femicidio”. Entonces “porque te quiero no te aporreo”. “Porque te quiero te respeto”. Te cuido. Tenemos un problema cultural y que no asumimos. Muchos de lo que portan los carteles y estarán en la marcha son parte del problema y no de la solución. Ejercen de diversas maneras las peores formas de machismo y violencia de género. Pero lo grave es que no lo sienten así. No tienen conciencia. Bourdieu decía “la ausencia de cultura viene acompañada de la ausencia del sentimiento de esa ausencia”. Eso es lo peligroso. A diferencia de otras disputas que damos, en este caso, el enemigo está adentro. De cualquier manera por algo se empieza.
Por Guillermo Justo Chaves (*)
Uno de los temas emblemáticos en la ruta hacia la igualdad es la derivada de la cuestión del género y las políticas de reconocimiento a la mujer en la sociedad. Hace un par de años asistimos con un grupo de jóvenes dirigentes a una serie de charlas en la Organización de Naciones Unidas. Una de las ocho metas, objetivos de desarrollo del milenio para 2015, consiste en promover la equidad de género y el empoderamiento de la mujer.
Las desigualdades entre los sexos en todos los niveles de enseñanza, el mayor porcentaje de nenas que no finalizan la escuela con relación a los varones, el relegamiento de las mujeres a las formas de empleo más vulnerables, el mayor número en trabajos informales con la consiguiente falta de seguridad laboral, la abrumadora diferencia a favor de los hombres en la ocupación de los puestos más altos, son algunos datos estadísticos de Naciones Unidas que ilustran la situación en el mundo en torno a esta temática.
Según la ONU, la igualdad de género y el empoderamiento de la mujer son factores clave para superar la pobreza, el hambre y las enfermedades. Esto va de la mano con la educación, pasando por la cuestión laboral hasta el poder de decisión política. A nivel global, por ejemplo, el 19% de puestos legislativos fueron para mujeres en 2010. En 1995, era del 11%. La meta para 2015 es del 30%. Los sistemas electorales y el cupo femenino han servido para el avance en la materia. En la cuestión del cupo, en Argentina también podemos considerarnos un país pionero, ya que además de tener una Presidenta, nos hallamos por arriba del promedio. Con relación a cargos ejecutivos a escala mundial, en 2010, 9 de 151 jefes de Estado electos (6%) y 11 de 192 jefes de gobierno (6%) eran mujeres.
La reducción de la desigualdad en nuestro país, como te mencionaba, es el resultado de las políticas de reconocimiento y de los mecanismos de acción afirmativa: la llamada ley de cupo femenino. Sin embargo, existe una lucha constante para lograr la conciencia acerca de trabajar con el objetivo de equiparar a los grupos desventajados.
Mucha hipocresía encontramos -por ejemplo- en el recorrido hacia la igualdad de género. Cuando se trata de discursos y palabras estamos todos de acuerdo. Cuando se trata de pasar a lo real y concreto aparecen las barreras culturales, los prejuicios y los bloqueos mentales. Muchos de los que se creen “open mind” (mente abierta) o progresistas, se transforman inconscientemente -pues es el acumulado cultural que le transmitieron en las diferentes instancias de socialización como la familia, la escuela o la religión- en seres reaccionarios y prejuiciosos.
Los casos típicos los encontramos en la vida cotidiana. Las propagandas televisivas sexistas donde están estereotipados los roles de varones y mujeres independientemente del sector económico o nivel de instrucción, hacen quedar siempre a la mujer como “hueca”, superficial, no pensante o a la sombra del hombre, finalmente terminan recreando ese estereotipo femenino, que -en ocasiones-, las mismas mujeres terminan asumiendo como cierto; o peor; si no cumplen con ese perfil el varón las cuestiona y está comprobado que es uno de los iniciadores de la violencia doméstica (ej.: “le pegué porque nunca hacía las tareas de la casa, es una inútil”).
Volviendo a las propagandas, seguramente todos hemos visto los spots televisivos de la cerveza Quilmes. Recordemos juntos. Spot 1: Quilmes sin alcohol. El protagonista es un oficinista y su novia que durante todo el corto publicitario “se la pasa” en la peluquería, es decir sin hacer nada, solo hablando de las virtudes de su novio que paralelamente desarrolla su jornada laboral continuamente “de fiesta”. La mujer se corta el pelo y se “hace las manos” mientras es víctima del verso del novio que terminado su día “de fiesta”, pasa a buscar a la novia como si llegara de una jornada laboral estresante, obviamente por la peluquería. En síntesis; varón trabajador, mujer que no hace nada, todo el día en la peluquería hablando; hombre piola, mujer boba; hombre engañador, mujer engañada.
Spot 2: Cerveza Quilmes. Igualismo. Esta es una serie de cortos basados en la batalla de los sexos. Dos grandes grupos enfrentados para la guerra, de un lado los varones defendiendo su identidad y cuestionando a las mujeres; del otro lado las mujeres en la misma posición. Ambos ejércitos dan la orden y avanzan unos al encuentro de otros presagiando una encarnizada lucha. La gran sorpresa sucede al momento de colisionar ambas facciones, allí surge “el encuentro” y con música romántica se forman parejas con diálogos que muestran que cada uno cede a los gustos del otro en aras del “reconocimiento” y el “igualismo”. Pero la sorpresa se da en el marco de los diálogos de las parejitas, a ver, sacá tus conclusiones…
EL: Revisame los mensajes del celular y pisoteá mi intimidad…
ELLA: Llevame a ver a Huracán…
ELLA: Traé toda la ropa íntima sucia que tenés que te la lavo a mano…
EL: Te hice una “extensión” de la tarjeta de crédito, destrozala…
ELLA: Comparame con tu mamá, dale…que me encanta!
El cierre del spot dice “cuando el machismo y el feminismo se encuentran nace el igualismo”.
La idea de igualismo de la publicidad, si analizamos los diálogos con sólo un poco de atención, se inicia a partir del perjuicio acerca del rol predeterminado y estereotipado de la mujer, subestimado, y en definitiva, las “concesiones” del varón siempre están en el marco de una relación donde él tiene supremacía. Finalmente, otra vez la mujer queda como la boba, ignorante, superficial y bajo la dependencia del varón. Situaciones similares podemos ver en los spots de chicles Topline, chocolate Hamlet o desodorante Axe, entre muchos más.
Lo extraño de todo esto es que cuando salió al aire aquella propaganda, un par de chicas militantes y estudiantes universitarias de alrededor de veinte años me comentaron: “tenés que ver la propaganda del ‘igualismo’ está buenísima”. La cultura, el relato dominante y los estereotipos a veces son tan fuertes que, como mencionaba arriba, se naturalizan las desigualdades. Sin embargo, en lo cotidiano definitivamente, es el lugar donde se deben dar las disputas.
Además de las campañas publicitarias, las expresiones cotidianas, las letras de las canciones de moda, fundamentalmente reggaetón o a veces algún tipo de cumbia, no sólo muestran discriminación hacia la mujer sino que son el paso inicial hacia el espiral de la violencia doméstica.
Y para muestra hace falta un botón. La célebre frase de nuestro máximo ídolo futbolístico que, por cierto, cuenta con un sinnúmero de expresiones ingeniosas, denota una connotación -además del mal gusto- sexista que debemos erradicar. La sigla LTA o en su versión completa “la tenés adentro”, en una sociedad que intenta caminar hacia la igualdad y al mismo tiempo eliminar la violencia debería ser explicada en forma pedagógica. Por supuesto, todos sabemos que “la tenés adentro” implica una acción de contenido sexual. Refiere a la penetración masculina, y el uso del miembro como forma de sancionar o disciplinar: “¿Viste?...Ahora LTA”…ya sea por sorpresa o contra la voluntad. La misma reflexión cabe para “seguila mamando”, otra de aquellas frases que deberíamos desterrar. Frente a la cantidad de personas víctimas de violencia o abusos de estas características, debemos insistir, en estas cuestiones que parecen pequeñas o inofensivas para quienes no las padecen, es donde se halla la posibilidad del cambio cultural.
En su defecto, vamos a seguir sufriendo las consecuencias de la desigualdad. Una de ellas, la violencia doméstica, es una forma de terrorismo silencioso: el terrorismo doméstico. Cruza a todos los pueblos y las clases sociales. Los sectores que se avergüenzan lo silencian, pero lo concreto es que en 2010, 260 mujeres fueron asesinadas y la Suprema Corte de Justicia de Buenos Aires en su Oficina de Víctimas de violencia recibió en 2011 más de 7000 llamados requiriendo ayuda. Las estadísticas de Amnesty International nos dicen que una de cada tres mujeres en el mundo ha sido golpeada, violada o agredida a lo largo de su vida, esto se hace extensivo trágicamente a niños y niñas.
La violencia de género, que se ejecuta en el ámbito familiar generalmente, en la esfera de la vida privada, termina desbordando en violencia a todo el seno de la familia, con vidas arruinadas. Pero su origen se encuentra en la desigualdad de condiciones entre el varón y la mujer, y la ausencia de conciencia colectiva o de difusión, se debe a que esa violencia la ejerce quien tiene el poder. Situación asimétrica, agresiva, arbitraria e injusta escondida detrás de silencios, disfraces y complicidades. Con historias de sumisión regidas por un poder patriarcal arcaico. Con actitudes prejuiciosas y represivas en lo que hace al rol de la mujer. Con ambientes de violencia crónica dentro de la familia. Generalmente, la violencia psíquica acompaña la física; amenaza del victimario, silencio y vergüenza de la víctima.
El golpeador usa la fuerza para dominar y matar, tiene modelos en su propia historia que explican su conducta, a través de ella transmite las abstractas violencias que padece. Funciona como un espiral creciente, cuanta más sumisión y temor, más violencia. Es increíble, pero constituye una forma de disciplinamiento que también lo presenciamos en la actividad política. Cuanta más sumisión y temor, mayor domesticación y dependencia.
En las relaciones políticas perversas y en la situación de violencia doméstica sucede de la misma manera: el violento es venerado porque perdonó, no agredió, cambió el golpe por una caricia; triste y lamentable. Se trata de una circunstancia aberrante que, como decíamos, atraviesa capas sociales y pueblos. Se transforman en hechos vergonzantes hasta para quienes escriben del tema. Siempre las experiencias están en otro lado. Este no es el caso, siempre es ilustrativo el testimonio de quienes hemos pasado por esas situaciones. Para colmo, se busca la responsabilidad de la víctima, casi siempre ella. Algo habrá hecho. Y también la hipocresía: por las dudas, el tema siempre resulta ajeno a nosotros.
Los grandes objetivos del milenio de Naciones Unidas para 2015 se relacionan directamente con la reducción de la desigualdad en el planeta. Nosotros estamos en línea con esto. Menos desigualdad es menos violencia, menos delitos, más educación, más posibilidades.
La violencia de género, la violencia infantil, la violencia intrafamiliar, espirales que culminan en los terribles femicidios. Un drama, un problema terrible que aún como sociedad no hemos podido resolver.-
(*) Esta columna tiene fragmentos de la obra “Herederos del Futuro. Esperanza y desafíos para una nueva Argentina”, del mismo autor.