

A punto de estrenar la tercera parte del documental del más grande bromista del mundo telefónico, el director Diego Recalde dialogó con ANDigital y no dudó en situar al artista antes conocido como Tarufetti dentro de “lo mejor de la narrativa argentina”. Las perlitas que pasaron a formar parte del libro, la legitimización del ‘Flaco’ Spinetta y la conjunción del lenguaje bárbaro y el civilizado.
CAPITAL FEDERAL (ANDigital) Este fin de semana estrena a sala llena la tercera parte del documental Víctimas de Tangalanga, dirigido por el guionista y escritor Diego Recalde, por lo que ya hay nuevas funciones previstas para el 10 y 17 de junio, siempre en el Hoyts Abasto.
“Hay muchos fanáticos de Tangalanga y la película genera sensaciones reales, te reís, te emocionás. Las tres son distintas entre sí con el fin de seguir sorprendiendo. Lo noto porque voy a todas las funciones y te das cuenta cuando acertás, no por mí, sino porque tuve suerte de encontrar a las víctimas”, introduce el realizador en diálogo con ANDigital.
“Encontrar a la mayoría de las víctimas vivas no es un dato menor, porque es algo que pasó hace 30 años” y además el documental “no es solo para fanáticos, se para en otro lugar. Es una mirada adulta, no es una mirada de un adolescente que va a burlarse por segunda vez de la víctima. No es eso, es la reconstrucción visceral sobre quién estaba del otro lado de la línea. Es la reconstrucción de un tiempo que se fue y ahora con un ingrediente que lo enriquece para que no muera del todo”, reflexiona.
Consultado además por la salida del libro, Diego señala que “viene a contar con un poco más de profundidad lo que las películas cuentan. Pude desarrollar un poco más las situaciones por las que pasé y además dar a conocer mi punto de vista sobre determinadas cuestiones que en lo audiovisual tampoco puse, porque allí el protagonista es la víctima”.
“En concreto, son personas que invitan a la reflexión y a partir de ahí pude plasmarlo en el libro, es el iceberg completo, mientras que la película es apenas la punta”, grafica.
En torno a si las víctimas guardan algún enojo pese al paso de las décadas, aclara: “la reacción es variopinta. El Doctor cuenta con la ventaja de haberse muerto. Y empieza a pasar esto de ‘qué sentido tiene que siga enojado con alguien que ya no existe’. Se da un enojo sí, algunas personas siguen no queriéndolo pero no al nivel patalógico que han sabido experimentar en su momento”.
En contraposición, menciona que “algunos están orgullosos de haber sido llamados, porque son parte de un imaginario que el tipo grabó sin consultarle a la otra persona. Dicen: ‘el costo que pagué es chico’, porque esas grabaciones se difundieron de manera imparable. Lo sufrió, pero siente orgullo. También están los que recién cuando se dieron cuenta de que fueron víctimas de la broma comenzaron a hurgar en su obra, escucharon otras llamadas, se cagaron de risa y se amigaron enseguida con la joda. El plomero (del trabajo “tráfico de soretes” en Junín y Santa Fe) es el mejor ejemplo, ya que hoy es fanático”.
Su verdadero nombre era Julio Victorio De Rissio. Fue el primero en hacer originales bromas por teléfono, grabarlas en cassette y luego hacerlas circular. Esos audios atravesaron todas las capas sociales y se convirtieron en un fenómeno.
Años dorados
La época más gloriosa del Doctor fueron los 80 y principios del 90 y con los shows en vivo la magia se terminó. Pero es entendible porque salió a mostrarse, necesitaba ser conocido, querido y creo que así alargó su vida, le levantaron las defensas...
“Frenado” de la Rúa
El llamado fue desde el programa de los hermanos Korol, dos años después de haber dejado la Casa Rosada. Estaba bastante a la defensiva, para él, el humor había colaborado para que no siguiera más en el poder, era sinónimo de destituyente. Es una lectura desmesurada. Él relaciona el llamado porque todo chiste sobre él le provoca escozor. Quien se quemó con leche, ve una vaca que se hace la graciosa y llora.
No fue un llamado arreglado y todo lo que pasó quedó registrado, está presentado sin cortes. Incluso cuando corta y Tangalanga dice “¡Qué pelotudo!”, porque hasta eso fue dejado. Algo que lo metió en problemas porque en algún momento, en uno de sus shows, se apersonó un comisario instándolo a que no haga circular ese material.
El idioma Tangalanga
Al hablar de su entrada al mundo Tangalanga, Recalde recuerda que fue cuando llegó a sus un cassette que contenía el famoso llamado de la tía Esther. “Me quedé loco con este tipo, era ponérmelo todas las noches para irme a dormir y levantarme al día siguiente con una sonrisa”, rememora.
“En vez de escuchar canciones de rock, escuchaba Tangalanga y encontré un montón de gente que estaba en la misma que yo. Cuando me enteré que Luis Alberto Spinetta lo legitimó, diciendo que era uno de los genios más grandes del siglo XX, ¡con más razón! En esa época me gustaba mucho el Flaco”, recalca.
Además, pone de relieve que con todos los llamados se descubre que Tangalanga “es mucho más que una puteada, es el primer tipo que combina el lenguaje bárbaro y el lenguaje civilizado, de manera tal que entre ellos se lleven bien. Lo hace de manera genial, sin subrayar la puteada. De esa forma, deja de ser un cómico berreta que insulta para causar gracia, para usar la puteada como una frase más. Fue un adelantado a la hora de putear”.
“También elabora un discurso absurdo y disparatado que demuestra que la mayoría de las veces el tipo que está del otro lado no te está escuchando. Si llamó a un tipo que tiene un negocio de la parapsicología y le dice que tiene un comercio muy importante, "tengo una cadena de zaguanes donde vendemos fósforos”, y del otro lado no reaccionan con sorpresa, claramente no lo están escuchando. Pero claro, el que estaba del otro lado era un parapsicólogo que en este caso lo único que le importaba era sacarle plata, por eso sigue tomándoselo en serio”, ejemplifica.
Asimismo, menciona que “el relato a la tarotista de ‘mi tía Esther’, es un cuento extraordinario está al nivel de El Sur o de El Aleph, de lo mejor de la narrativa argentina, nada más que es un relato oral. Lo que la tarotista le va agregando, pasa a ser construido con dos personas con un vuelo altísimo. Es un relato que todo el tiempo sorprende, entretiene y hace reír”.
“Generó, a diferencia de cualquier cómico, que la gente saliera a hablar como él. Creó un idioma, así como Jorge Luis Borges creó una forma expresiva única, con Tangalanga pasó lo mismo. Ya no es posible hacerlo hoy porque el INADI te cae al otro día; segundo que la gente no atiende el teléfono; en tercer lugar, el identificador de llamadas y cuatro: la fórmula se gastó, fue único, ya está. E inclusive a él mismo se le gastó y quedó demostrado con los llamados en vivo”, sentencia Recalde.
“Si me había ido bien con una chica, cuando me preguntaban cómo me fue, decía ‘me hice unos vahos de cachufleta’, frase que el Doctor se la dijo al tenor dramático. Obviamente usaba la expresión como sinónimo de algo bueno. O en el relato de la tarotista, hay una muy linda frase que es cuando le dice “le metieron la vela encendida”. Eso es cuando el Doctor le cuenta que a un amigo homosexual le metieron una vela por el ano. Bueno, cuando me pasaba algo feo, la frase era ‘me metieron la vela encendida’. Por eso digo que creó un idioma”, finaliza.
Cabe mencionar que la intención del realizador es, pasado el tiempo que exige el INCAA, publicar el material en platafomas online.
Diego Recalde
Nació en Buenos Aires el 2 de noviembre de 1969. En cine escribió, dirigió y produjo ocho largometrajes: Sidra, T.Ves?; Habano y cigarrillos; El periodista; Tenemos un problema, Ernesto; Víctimas de Tangalanga 1, Víctimas de Tangalanga 2 y Víctimas de Tangalanga 3.
Trabajó como guionista de los monólogos de Roberto Pettinato. Fue guionista de Sebastián Borensztein, Andy Kusnetzoff, Pedro Saborido, y de programas como Delicatessen, Televisión Rregistrada, Caiga quién caiga y Videomatch, entre otros.
Fue notero y columnista de Caiga quién caiga, Argentinos por su nombre, Duro de domar, Mundo perfecto y RSM.
En radio trabajó con Martín Ciccioli, Mario Pergolini y Roberto Pettinato. Trabaja en Radio Ciudad con Diego Sehinkman y Astrid Pikielny. Hizo humor gráfico para La Razón, La Nación y Perfil. Lleva escritas doce novelas, y tiene cuatro publicadas: La meta de Gregorio; Tenemos un problema, Ernesto; Revista (la primera novela formato revista) y la flamante Víctimas de Tangalanga. (ANDigital)