¿Podemos hacer filosofía en estos tiempos?
El autor nos introduce en el conocimiento de la falta de conocimiento de las cuestiones más simples de nuestra vida diaria. Pase y vea este ejercicio que nos muestra la importancia de la filosofía en el devenir cotidiano.
- Escrito por Gerónimo Tutino
Actualizaciones constantes. Noticias de último momento. Intelectuales y opinólogos “parloteando” en los grandes medios de comunicación, avasallando a la población, mostrando ávidos e inmejorables discursos ideológicos, pero ninguna idea clara o enriquecedora para los oyentes. Es en este contexto en el que yo me hago la siguiente pregunta: ¿Es acaso en el actual momento histórico cuando hacer filosofía se muestra de la manera más intempestiva posible? Esclareciendo un poco el interrogante, ¿se encuentra la filosofía en un autodestructor “fuera de tiempo”?
La filosofía, aunque se encuentre fuera de tiempo (como siempre lo estuvo), continuamente tendrá algo para agregar a la coyuntura existencial de la actualidad (en el presente escrito intentaré demostrarlo). Nos habla desde un extremo que percibe la realidad saliéndose de la “cosidad” de la existencia, es decir, de-cosifica la existencia, la des-enajena, nos hace salirnos de la cotidianidad, perturba nuestro común funcionamiento de movilización permanente para descentrarnos, “cachetearnos”, despertarnos. Hacer filosofía siempre fue un ejercicio de descentramiento, y siempre se lo observó como un agente externo, extranjero, que no pertenecía al lugar donde hacía su análisis pero, más que nada, que no encajaba en el tiempo en que lo llevaba a cabo. Hacer filosofía es hacerse preguntas sobre todo (o más bien, sobre el todo) y, dentro de ese todo, las preguntas que más le interesa construir a esta rama del conocimiento (o del arte) son las direccionadas a lo obvio, a nuestro ir y venir cotidiano, que habitualmente no nos hacemos: ¿Qué es la verdad? ¿Y la justicia? ¿Y la belleza? ¿Existe la normalidad? ¿Hay cosas normales? ¿Y cosas raras, en sí?
En su libro Metafísica Aristóteles nos habla de que “hay una ciencia que contempla el Ser en cuanto ser”. Pues eso es hacer filosofía, contemplar el Ser o, más fácil, lo real, en cuanto que es real, en cuanto que existe. Remitiéndonos a los interrogantes formulados anteriormente, ¿solemos preguntarnos por la verdad en cuanto que es verdad, o simplemente lo damos por un hecho, el cual no necesita demasiado análisis? Creo que si le preguntara a usted qué es la verdad, no me podría dar una respuesta contundente, sin antes divagar, jugar, experimentar con el lenguaje por largo rato, algo que resulta increíble ya que, que a un concepto tan básico como la verdad no lo podamos definir con facilidad, nos impacta, nos sorprende. Y no sé si le pasa a todos quienes han realizado este ejercicio aunque sea una vez, pero a mí lo que me produce es la siguiente reflexión: Si no puedo definir palabras o conceptos tan simples, que utilizo constantemente en mi día a día, pero que afirmo en mi consciencia que realmente sé lo que significan, ¿cuántas de las cosas cuyo significado o sentido supongo que entiendo, entiendo realmente? ¿Comprendo algo de las cosas que comprendo, o que supongo que comprendo? ¿Por qué no puedo definir de manera simple palabras que imagino que entiendo, pero que en el fondo no entiendo? Esto es hacer filosofía. Preguntarnos por el fondo de lo real, del Ser. Hacer esto (y ni hablar que dedicarse a esto), nos hace entender que no sabemos nada, en un mundo en donde cohabitan seres “conscientes” que creen que lo saben todo. Esto fue así, tanto en aquella época lejana en la que Sócrates dialogaba en las calles de Atenas con cualquiera de los conciudadanos que se cruzaba, como en nuestro tiempo, en donde la gente opina y opina, y opina, sin saber que no saben, pero creyendo que saben. Entender esto es entender algo que la mayoría no entiende, por eso la filosofía no encaja, ni encajó, ni encajará en ninguna de las actualidades posibles, lisa y llanamente porque el ciudadano medio no desea darse cuenta que no entiende lo que supone que entiende.
“La verdadera sabiduría está en reconocer la propia ignorancia” Sócrates.
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