viernes 19 de abril de 2024 - Edición Nº3681

Política | 21 ago 2020

Opinión

Operación Anticuarentena

Sobre la identidad y la pertenencia de los dirigentes que fogonean las movilizaciones contra las, necesarias, medidas de aislamiento social y obligatorio como en el pasado 17A.


“Pues ningún loco se hallare, que por más incurable fuera, si ejecutare y dijera, un hombre cuanto pensare”.
Pedro Calderón de la Barca (1600-1681)

El loco. Cuando los animales se agrupan en manada, el sentido de colaboración que con eso demuestran, los asemeja al hombre. Si, el hombre se une a la multitud, se parece más y más a los animales. Cuando alguien que disiente (un rebelde) se aparta del rumbo que la multitud tomó, lo tratan de loco. Si se retrasa porque intuye peligro, le pasan por arriba. Pero la multitud de la que el loco se aparta, generalmente termina en un desastre.

Anticuarentena. Hoy se tilda de loco al presidente Alberto Fernández y a sus asesores médicos, algo que va con el aderezo de odio concentrado. Quienes lo hacen tienen sumo interés que el número de muertos se incremente para que el gobierno fracase y caiga, es solo eso. Una clara y negativa pasión del grupo desplazado el año pasado. El número de infectados crece, las UTI no paran. Quienes impulsan esa ciega oposición se creen inmunes. Nunca deben haber visitado a un ser querido o estado en una UTI como paciente. La carencia de camas, de equipo técnico y de personal que sucederá durante el colapso del sistema, obligará a elegir solo a quienes tengan alguna posibilidad remota para sobrevivir. Los otros morirán en soledad (como sucedió en Europa). Esto es lo que quieren los odiadores, pero no piensan que entre los muertos pueden estar ellos, su odio les obnubila la razón. Con las capacidades agotadas, pedirán por favor por su atención, se aferrarán a una medalla, a un crucifijo o a la almohada en su desesperación por vivir. La sed de aire no se calma, esa posibilidad no la tienen en cuenta.

“La trinchera” (Unidad de Terapia Intensiva y anexos) Hay infectados entre el equipo médico y de apoyo, ellos también aportaron sus cuotas de muertos. Es mano de obra altamente calificada. Médico o enfermero u otro servicio en UTI no es para cualquiera. Ellos han soportado el trajín durante cinco meses sin interrupción, sin tregua, sin descanso. El agotamiento aumenta y reemplazos no hay. El miedo a la ausencia de alguien del equipo entrante durante el cambio de turno, crece la ansiedad y la tristeza. ¿Quién será el próximo?

El odio. Es un intento por rechazar o eliminar aquello que genera disgusto; es decir, sentimiento de profunda antipatía, aversión, enemistad o repulsión hacia una persona, cosa, o fenómeno, así como el deseo de evitar, limitar o destruir a su objetivo. Y acá es necesario hacer diferencia. El odio de clases es algo ancestral, los ricos en todas partes odiando a los pobres y viceversa, propietarios de todo contra esclavos sin pan en el mundo. Es el odio que sienten aquellos que están mejor sobre aquellos que quieren estarlo. Individuos que no desean que alguien esté en mejores condiciones, sea de trabajo, de educación y bienestar. Precisamente ese odio dio origen a las luchas por las reivindicaciones durante toda la existencia del hombre. Otra parte, los que perdieron las elecciones en octubre último. Están que explotan de la rabia que les produjo tal pérdida, puesto que a pesar de nadar en dinero quieren aún más y más (¿acaso no llegan a fin de mes?), sin importar los sufrimientos de quienes son los verdaderos generadores de la riqueza: los que trabajan. Se ha puesto de manifiesto durante la pandemia y las medidas consecuentes: la cuarentena entre otras.

Poniéndose en evidencia. Tipos que parecían inteligentes por sus discursos políticos han demostrado su mediocridad, hablando de temas de los que realmente han dado muestras de no saber absolutamente nada. Ofenden a quienes siempre se han dedicado a la preservación de la salud y la vida; impulsan a romper la cuarentena con las impredecibles consecuencias seguidos por una cohorte de ignorantes. Denostaron el tema de la negociación de la deuda y la torta les salió un pan. Ahora la tienen con la cuarentena. ¡Qué pobreza espiritual! Toda esa rabia los acompañará hasta el sepulcro. ¿Vale la pena vivir así? Recordemos una indicación de Carlomagno para su entierro: “Quiero que mis manos se balanceen al viento, para que las personas puedan ver que vinimos con las manos vacías y con las manos vacías nos vamos” ¿qué piensa UD. ciudadano de lo que hacen y dicen nuestros políticos opositores?

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