jueves 28 de marzo de 2024 - Edición Nº3659

Política | 31 oct 2020

A 37 años de su triunfo electoral

El origen del bautismo de Alfonsín como “padre de la democracia”

La figura del caudillo radical ha quedado indisolublemente ligada al 30 de octubre de 1983 y, hasta muchos que lo combatieron, le han tributado y aún continúan haciéndolo el merecido reconocimiento de haber sido el político que lideró una ciclópea tarea ¿Dónde nació su nombre por antonomasia?


Por Jorge ‘Cacho’ Novillo (*)

Un día como hoy, 30 de octubre, pero de hace 37 años, la Argentina recuperaba la democracia. Comenzaba a dejar atrás la última dictadura militar y el radical Raúl Alfonsín se consagraba como Presidente de la Nación. Pero, en todo caso, cómo él mismo remarcaba, el triunfo más trascedente era propiedad del conjunto de los argentinos.

Cuando el escrutinio provisorio le otorgaba la victoria, Alfonsín expresó aquel día debía ser reconocido “como el día de todos. Acá hemos ido a una elección, hemos ganado, pero no hemos derrotado a nadie”, dijo. No era una frase de ocasión sino una convocatoria al pueblo para marchar, codo a codo, en dirección a reconquistar derechos que a los argentinos se nos habían cercenado.

Pero, además, expresaba: “levantamos banderas de unión nacional, levantamos banderas de convivencia democrática, levantamos banderas de justicia social, levantamos banderas de solidaridad y de ayuda fraterna”.

Era el primero de sus mensajes y esas manifestaciones tuvieron correlato absoluto en su posterior gobierno que inició el 10 de diciembre de 1983 y en que enfrentó el desafío de suturar heridas en el tejido social ante las violaciones a los derechos humanos que se había cometido durante la dictadura y esa promesa de campaña se cumplió acabadamente con el memorable “Juicio a las Juntas” pero también con el juzgamiento de los cabecillas de las organizaciones armadas que creyeron que la violencia era el camino que debían transitar.

Alfonsín, tras aquel 30 de octubre, al asumir como Presidente, cumplió con otro compromiso que se patentizaba en aquello que pregonaba: “con la democracia no solo se vota, con la democracia se come, se cura y se educa” y ello se corporizó a través del Plan Alimentario Nacional (PAN) tanto con una eficaz política en materia de salud y las múltiples acciones para garantizar la educación en todos los niveles y, por supuesto, la normalización de las universidades.

A la par, Alfonsín desplegó una política exterior que permitió no sólo desterrar toda hipótesis de conflicto con los países vecinos de la región sino conjugar una ecuación que concebía desde su condición de estadista: Paz y Democracia. Y allí entonces se halla el fundamento del proceso de integración con Brasil y Uruguay tanto como el proceso que desembocó en el Acuerdo de Paz con Chile por el Canal de Beagle.

Pero volvamos a aquel 30 de octubre. Alfonsín, quizás como nadie, sabía que enfrentaría al asumir como Presidente la incomprensión de sectores que habían acumulado privilegios durante la dictadura pero no rehuyó el desafío de bregar y procurar el diálogo para buscar consensos con el propósito de encarar la tarea de reconstruir un país cuyas expectativas de progreso y prosperidad habían quedado sepultadas. Muchas veces recibió como respuesta el desdén de aquellos que sólo querían proteger el rédito del que habían gozado en desmedro del resto del pueblo argentino.

Alfonsín no se apartó ni ápice de lo que había prometido en la campaña electoral y con entereza, aún en las más adversas condiciones, frente a una deuda externa que jaqueaba toda posibilidad de desarrollo, edificó las bases de esa democracia que hoy, 30 de octubre de 2020, cumple 37 años.

La figura de Alfonsín ha quedado indisolublemente ligada al 30 de octubre de 1983 y, hasta muchos que lo combatieron, le han tributado y aún continúan haciéndolo el merecido reconocimiento de haber sido el político que lideró la ciclópea tarea del retorno y consolidación de la democracia. Viene a mi memoria la frase del mítico dirigente peronista, Antonio Cafiero, quien ante el fallecimiento de Alfonsín, en la despedida final, expresó ante los radicales: “Alfonsín fue un predestinado con una misión a cumplir y que no rehuyó cumplirla. Y si fue un predestinado, les digo, les cueste o no, que Alfonsín ya no les pertenece. Alfonsín es de todos”.

Un humilde recuerdo. Cuando Alfonsín dejó de ser presidente los radicales de Tres de Febrero fuimos humildemente primeros en bautizarlo como “padre de la democracia”. 

Los correligionarios del radicalismo del distrito, por entonces, me habían distinguido y ejercía el cargo de presidente del partido a nivel local y, en tal circunstancia, tuve el alto honor de entregar a Alfonsín una plaqueta que le confería aquella condición.

Hoy, a 37 años de aquel 30 de octubre de 1983, sería saludable que los argentinos recojamos el legado de Alfonsín que no es otro que proteger a la democracia. Ello implica, como él alentó hasta el último día de su vida, construir una sociedad más justa y con igualdad de oportunidades. Si lo hacemos honremos su memoria.

(*) Expresidente del Comité de la UCR de Tres de Febrero.-

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