viernes 26 de julio de 2024 - Edición Nº3779

Interés general | 11 oct 2023

Salud

El sueño: ese reparador natural de las funciones vitales y emocionales

Las alteraciones en el descanso nocturno, no son gratuitas. La psicóloga Paula Ruggero pone el acento en la “ansiedad” y el “estrés” como los principales enemigos y reconoce que la almohada es inseparable de las angustias cotidianas.


CIUDAD DE BUENOS AIRES (ANDigital) Pese a que muchas veces se la subestima, la problemática de los trastornos del sueño constituye uno de los motivos más frecuentes de consulta profesional, siendo que es padecido por un 35-40 % de la población e inclusive en aumento en contextos tan conmocionantes como pudo ser la pandemia o la actual incertidumbre económica.

Pueden manifestarse con el conocido insomnio de inicio del sueño, dificultad del mantenimiento del mismo o despertar precoz. Y según su duración, puede ser agudo y transitorio; moderado o crónico.

“Es realmente un tema no tan mencionado pero no por eso menos importante. Se trata de un trastorno biológico, pero sobre todo emocional”, introduce la licenciada Paula Ruggero ante ANDigital, mencionando a la ansiedad y al estrés como “los principales enemigos” del reparador descanso.

“Me meto en la cama, apago todo y lo primero que aparece son esos pensamientos indeseables, aprovechando ese espacio vacío que inevitablemente nos lleva a lo que más nos angustia”, precisa la psicóloga (MP 92310 | MN 26858).

En ese sentido, subraya que “clara e inevitablemente nos llevamos los problemas a la cama y en ese conectar con uno, el momento de soledad y apagar los estímulos del exterior, empieza a dispararse la angustia o la preocupación”.

Cabe reseñar que la melatonina (conocida como la hormona del sueño), forma parte de un circuito de señales que regulan el ritmo vigilia-sueño y se activa con la oscuridad. Sin embargo, si continuamos en forma nocturna con la estimulación de la luz azul de onda corta emitida por las pantallas de los celulares, tablets o TV, se genera un insomnio tecnológico, potenciado en la población joven.

Otras formas de presentación pueden ser como ansiedad nocturna, apneas de sueño, síndrome de piernas inquietas o narcolepsia con adormecimiento repentino en horas de vigilia, conllevando incluso pérdida de energía e ímpetu diurno, trastornos de concentración, irritabilidad, depresión,cefaleas, deterioro del rendimiento laboral, sexual, intelectual. “Es como intentar andar en un auto sin nafta”, grafica Ruggero.

Frente a todo ello, la profesional apunta a la receta biológica de “la higiene del sueño” y ejemplifica: “la lectura por caso es un gran inductor y todo lo que sea pantallas en lo contrario. El mismo cuerpo registra regula el ritmo circadiano y las personas tenemos ciclos que tenemos que cumplir, cuando eso se alteran, deviene en estrés”.

Así, debemos contemplar el apartamiento de las pantallas y estímulos luminosos como mínimo dos horas antes de acostarnos; procurar realizar actividad física regular como método de relajación en la última parte del día; elección de un ambiente cómodo para dormir, cenar en lo posible de forma liviana y con bastante antelación y evitar sustancias como alcohol o infusiones en horario nocturno. Si este régimen no resulta, allí sí debe evaluarse la medicación.

“El sueño es reparador de las funciones vitales y fundamentalmente de las emociones. Si no lo lográs, te desmoronás”, enfoca Ruggero y yendo más a lo terapéutico pone de relieve que “es preferible levantarse y anotar esa idea recurrente e insistente, para sacarla de la cabeza, al menos es una tranquilidad que está en un lugar, tiene un efecto catártico y lo llevan eventualmente a la sesión”.

“Lo mismo con el sueño, así sea pesadilla, algo revelador o muy fuerte emocionalmente, el fin es luego poder interpretar ese material del inconsciente, algo que no lo andamos mostrando ni tampoco sabiendo. Sabemos sí por los síntomas, pero está en nuestra tarea profesional poder ordenarlos, contrastando con la información que brinda el paciente”, resume.

Al calor del gradual acortamiento del lapso de sueño (una hora menos respecto a 50 años atrás y dos horas menos si nos retrotraemos a principios del siglo XX), la psicóloga completa el panorama haciendo alusión a la profusión de seres “hiperansiosos” dentro una “sociedad angustiada emergente de un mundo globalizado y el tener que responder a todas las demandas”. (ANDigital)

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