sábado 27 de julio de 2024 - Edición Nº3780

Espectáculos | 28 mar 2024

CABA

Resistencia al desguace libertario: una multitud copó la “casa del cine nacional”

Fue en el marco de la función homenaje por los 20 años del estreno de “El abrazo partido”, con copia remasterizada. La Sala 1 del Gaumont fue una fiesta. Estuvo presente el director, Daniel Burman, y parte del elenco.


Con la presencia de su director Daniel Burman, su productor Diego Dubcovsky, y el elenco encabezado por Daniel Hendler, se realizó este miércoles el homenaje a los 20 años de El abrazo partido en el Cine Gaumont, con copia remasterizada.

También estuvieron presentes Adriana Aizenberg, quien personifica a la madre de Ariel Makaroff (Hendler) y Jorge D’Elía, el padre en ficción, partícipe de la emblemática escena que da título a la película.

Acompañaron al equipo invitados de la industria audiovisual tales como Nazareno Casero, Francisco Romero (La sociedad de la nieve) y Gustavo Bassani (protagonista de la serie Iosi, el espía arrepentido).

En el film, un joven judío trabaja junto a su madre en una mercería de una galería de Once, y está iniciando los trámites para conseguir la ciudadanía polaca e irse a vivir a Europa. 

Cuenta su historia, la de los diversos personajes que habitan la galería y la de su padre, que hace varios años se fue a luchar en la Guerra de Yom Kippur, y que ahora vuelve a reencontrarse con su hijo.

“En mis anteriores películas, el único momento donde sentía que esto se parecía a un trabajo, era cuando llegaba el momento de tener que hablar con los actores; (ahora a la distancia creo que les tenía miedo). En cambio, en esta película ese temor devino en un placer extraordinario”, confiesa Burman. 

Y pondera: “La construcción del universo de la galería me obligó a tener muy claro desde un principio quién era quién, y definir a los personajes no por oposición, si no tratando de contar sus individualidades de manera muy austera: pequeños gestos, una palabra, la manera de palpar un rollo de telas, etcétera”.

“Lo que sucede en realidad es que todos los habitantes de la galería me resultan familiares, casi viejos amigos. En mi niñez y adolescencia transcurridos en el barrio del Once siempre fui espectador de aquellas historias y personajes extraordinarios que se esconden a través de la aparente monotonía del mundo comercial”, añade el realizador.

En tanto, resalta que “para algunos pueden pasar desapercibidos por el frenesí de los empleados llevando y trayendo cosas y los clientes esperando que llegue un descuento, pero detrás de los mostradores siempre encontré señales que advertían universos muy ricos en historias maquillados de mediocridad para mantenerse ocultos”.

“El proceso de casting fue muy divertido. Convocamos en el teatro de un club judío a actores ‘amateurs’. Vinieron amas de casa, contadores, sastres... Todos querían participar en la película y todos en su juventud habían soñado con una vida distinta de aquella que plantea repetir siempre la misma rutina”, prosigue.

Así las cosas, sostiene que “el desafío más grande era el de poder combinar estos ‘actores-no actores’ frente a aquellos denominados ‘profesionales’. Fue fundamental en este aspecto la decisión de dejar fuera del set todo aquel elemento que interrumpa la inmediatez entre la cámara y los actores, y más aún, entre el lente y aquello que los actores podían llegar a hacer. Se optó por no utilizar grips y en cambio, usar (excepto sólo un plano) la cámara en mano durante toda la película”, puntualiza el director.

Y sentencia: “El zoom y el reencuadre en toma fue la manera de remarcar sin pudores ni sutilezas, aquel gesto o palabra del personaje donde radicaba su unicidad”.
 

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