Espectáculos | 1 ago 2024
Novedades editoriales
Dos imprescindibles de Dolina, en versión de bolsillo
Se trata de dos de las obras del ‘Negro’ ancladas principalmente en el barrio porteño de Flores: “Crónicas del Ángel Gris” y “Cartas marcadas”.
Booket Editorial acaba de reeditar Crónicas del Ángel Gris y Cartas marcadas, dos clásicos de la biblioteca de Alejandro Dolina.
Los Hombres Sensibles y los Refutadores de Leyendas, el polígrafo Manuel Mandeb y el músico Ives Castagnino, el poeta Jorge Allen y el “Ruso” Salzman, el sueño y la vigilia, los cierto, lo no tanto, el barrio de Flores y el resto de la ciudad.
Como pocos, Alejandro Dolina supo darle forma en sus Crónicas del Ángel Gris a un universo con sus reglas y sus tiempos. Una mitología propia que se sumerge en el día a día de personajes que van y vienen de los rasgos más sentimentales de porteñismo melancólico a los aspectos más suspicaces y necios del habitante de la urbe.
Un libro que, a más de treinta años de su publicación original, y en su apelación a dosis iguales de humor y nostalgia, se ha convertido en uno de los clásicos de la literatura del Río de la Plata.
“Es fundamental rescatar el valor de estas crónicas en estos tiempos en los que tristemente abundan los Refutadores de Leyendas, deseando, en cambio, que los Hombres Sensibles no pierdan jamás su pasión por la vida, noble virtud del querido Alejandro”, decía Ernesto Sabato.
Y Horacio Ferrer acotaba: “Recursos de meditación, de invención y exposición narrativas de tan remota estirpe como la paradoja, la parábola o la ironía, fábulas, leyendas y alegorías son puestas por Alejandro al servicio de éticas y estéticas porteñas”.
Cartas marcadas es un libro envuelto en niebla. La cerrazón que cubre las calles de Flores se tiende también sobre los capítulos de la novela, provocando confusiones y obligándonos a marchar despacio.
Por otra parte, la acción perversa de los Conspiradores ha llenado el texto de tachaduras, episodios falsos y agregados fraudulentos, para no hablar de páginas y capítulos enteros que han sido robados.
La niebla no sólo dificulta la percepción, sino que además tiene, como los vapores oraculares, un efecto alucinatorio. Vemos poco y lo poco que vemos es dudoso.
El lector anda a tientas entre personajes que tratan de ocultar un secreto. El humo le inspira al principio una fe poética que lo convence de que debe dejarse guiar por las intuiciones del amor y del arte. Hasta que comprende, en medio de la oscuridad, que las manos de Virgilio y Beatriz, que han venido orientándolo, no son más que otro engaño, el más perfecto, de un universo que es ausencia pura.