Espectáculos | 23 ago 2024
Agenda
El teatro como ariete “revolucionario” en tiempos de individualismo salvaje
“El trabajo de dirección me conecta con la posibilidad del encuentro y de compartir sensibilidades”, confiesa el actor, director y docente Marcelo Veláquez. Los jueves de septiembre se vuelve a poner al frente de “Los otros Duarte”, en su nueva temporada en Ítaca.
El 5 de septiembre se repone Los otros Duarte, una obra de Gastón Quiroga dirigida por Marcelo Velázquez, protagonizada por Cecilia Sgariglia, Guillermo Flores y José Manuel Espeche.
La pieza ganadora del Premio Argentores en el Concurso “Del texto a la escena 2019” se presentará los jueves a las 20 horas en Ítaca Complejo Teatral, con entradas a $ 10.000 vía Alternativa o en la boltería de la sala, Humahuaca 4027.
Aún cuando aparece apenas como un personaje sugerido en el texto, la controvertida Eva Perón es la protagonista indiscutible de Los otros Duarte, y su historia es repasada desde la mirada de los otros: sus medios hermanos, aquellos para los que las biografías y los libros de historia no supieron guardar ningún lugar.
Es a través de sus ojos, de sus amores, de sus odios, de sus miserias y de sus temores, que transcurre la vida de Eva Duarte.
Los otros Duarte invita a una reflexión acerca de la otredad. Son tiempos estos en los que, paradójicamente, algunos aseveran que la patria es el otro, mientras se afirma a la vez que la sociedad argentina está atravesada por una grieta.
¿Quién es ese otro? Pregunta que nos interpela como artistas, como ciudadanos, y fundamentalmente, como seres humanos.
“Cada obra tiene sus propios desafíos, sus propias reglas. Siempre primero está la incertidumbre y me pregunto, ¿cómo se hace esto? Y me moviliza comenzar a armar un equipo de trabajo con un objetivo en común que es concretar un espectáculo, cada uno con sus saberes, sus sensibilidades, sus propuestas”, contextualiza Velázquez.
Y recalca: “Me moviliza imaginar un mundo vivo para un texto que solamente son palabras en un papel. Me moviliza encontrarme en cada ensayo con personas muy diversas, a veces más o menos conocidas, y que nos juntemos a imaginar, entregados al juego, comprometidos con un arte tan intangible como el teatro”.
“Las obras a lo largo de toda la historia del teatro siempre hablan de las mismas cosas: el amor, el desamor, la soledad, la traición, la maldad, la felicidad, los vínculos entre las personas, el paso del tiempo, etcétera. Lo que se pone en juego en cada proceso es cómo estas cuestiones repercuten en el momento actual de nuestras vidas y como artistas. Cómo dialogamos hoy con esos temas. En esa conexión de las obras con nuestro presente va a estar la particularidad del hecho artístico”, puntualiza el egresado de la carrera de Letras de la Universidad de Buenos Aires y titular de la cátedra Dirección Teatral I y Actuación I e investigador en el Departamento de Artes Dramáticas de la Universidad Nacional de las Artes (UNA).
En cuanto a las premisas a la hora de dirigir, pondera: “Me importa mucho la dinámica grupal en cada trabajo. Cada vez es más prioritario para mí. Si no, se hace muy difícil concretar un proyecto teatral ya que son muchas horas, muchos días, varios meses de trabajo que tenemos que compartir juntos con un equipo”.
“Entonces, la fórmula sería: muy buenas personas, muy buenos artistas y alegría en cada jornada de trabajo. Todo lo demás, lo vamos construyendo e imaginando juntos. Tenemos la suerte de realizar un trabajo que amamos y eso nos tiene que dar alegría”, resume.
Acto seguido, reflexioa: “El trabajo de dirección me conecta con la posibilidad del encuentro y de compartir sensibilidades. Como arte privilegiadamente colectivo, el teatro es revolucionario en ese sentido, en el de estar juntos en un mundo cada vez más individualista. Esto me conmueve y creo que es el motivo por el cual no puedo dejar de hacer teatro. Y el encuentro con el público en cada función, todos ahí, percibiéndonos, respirando juntos, compartiendo emociones, miradas es un acontecimiento único y, además, irrepetible”.
“Después, cada obra dispara hacia diferentes zonas emocionales, a descubrimientos en mi propia historia personal, familiar, profesional, a cuestiones quizás inconscientes pero que van apareciendo en el proceso de trabajo. Y me da mucha satisfacción que aparezcan y me sirve para conocerme a mí mismo, entender mejor este mundo, comprender más sensiblemente lo humano”, suma el también director de Mongo y el ángel, aclamada obra de Héctor Oliboni que sube a escena los viernes a las 20 horas en Teatro del Pueblo.
Finalmente, subraya la importancia de que “los espectadores perciban una obra en la que todos los elementos que la componen funcionen de manera satisfactoria: actuación, escenografía, vestuario, luz, música, etcétera”.
“Todo debe aportar a una totalidad y esta es la tarea de la dirección escénica. Los espectadores vienen a disfrutar de un espectáculo en su totalidad y pienso mucho y trabajo para esto, para que no haya nada en la obra, en ningún aspecto que esté flojo o poco trabajado”, cierra.