

Informe semanal del Instituto para el Desarrollo Social -IDeSA-
Se dispuso una reducción parcial a los derechos de exportación para la carne, maíz, sorgo, girasol, soja y derivados de la soja. En el caso de la carne y el girasol la reducción es del 25 % mientras que maíz, sorgo y soja y derivados es del 20%. El anuncio incluye el compromiso de no retrotraer la medida y profundizarla, hasta la eliminación total, cuando haya espacio fiscal.
Los derechos a la exportación son un muy mal impuesto porque desalienta la producción. Por ejemplo, a comienzo de siglo la Argentina tenía una producción de granos similar a la de Brasil, mientras que en la actualidad es menos de la mitad. Una de las principales explicaciones es que Brasil, al igual que la mayoría de los países, no aplican impuestos sobre sus exportaciones agropecuarias. Pero el problema no son sólo las retenciones, sino que, junto con ellas, el Estado apela a otros tributos distorsivos que también dañan la competitividad de la producción nacional.
La presión tributaria nacional, provincial y municipal alcanza a aproximadamente el 28 % del PBI. Dentro de ella, según el Ministerio de Economía para el 2024, se observa que:
---) El Estado nacional aplica derechos de exportación por el 1,0% del PBI y el impuesto al cheque por el 1,6 % del PBI.
---) Las provincias aplican el impuesto sobre los Ingresos Brutos y el impuesto a los Sellos con los que recaudan aproximadamente el 3,9 % y 0,4 % del PBI, respectivamente.
---) Los municipios aplican tasas a las ventas con los que estarían recaudando no menos del 0,5 % del PBI.
Estos datos muestran que los impuestos que más dañan la competitividad representan aproximadamente el 7,4 % del PBI, o sea, más de 1 de cada 4 pesos que recaudan los tres niveles del Estado. En esta perspectiva, la reducción parcial de los derechos de exportación (que equivaldría a 0,2 % del PBI) es un alivio muy marginal para la producción. Pero de gran esfuerzo fiscal para el Estado ya que representa dos tercios del superávit financiero. Resulta muy contradictorio que un tenue alivio para la producción y solo para el sector agroexportador sea un escollo tan grande para las finanzas públicas nacionales.
Asumiendo que el equilibrio fiscal es prioridad y también que es imprescindible eliminar impuestos que quitan competitividad a la producción nacional se pone en evidencia que es necesario buscar mejores alternativas. Es claro que con el “gradualismo tributario” el camino es excesivamente largo, ya que demandará mucho tiempo ir bajando el gasto público para, en función de ello, ir dando alivios a los sectores productivos.
Una estrategia más integral permitiría eliminar los malos impuestos, preservando el equilibrio fiscal, a ritmos más acordes con lo que demanda la producción. Por ejemplo, la baja en los derechos de exportación generará aumentos en la recaudación de otros impuestos, como Ganancias, IVA, Ingresos Brutos, Sellos y tasas municipales. Esto va a compensar parcialmente las pérdidas de ingresos del Estado nacional. Para las provincias y sus municipios implicará mayores recursos por aumento en la coparticipación y recaudación de impuestos propios. Por lo tanto, se debería haber acordado que estos ingresos adicionales se destinen a reducir impuestos provinciales y municipales que dañan la competitividad. La producción agropecuaria, no solo sufre pérdidas de competitividad por derechos de exportación, sino también porque paga insumos más caros debido a que en su precio están incluidos Ingresos Brutos, Impuesto sobre los Sellos y tasas municipales.
Con una estrategia de ordenamiento integral del sistema tributario se puede ir mucho más rápido hacia el objetivo de eliminar impuestos distorsivos sin comprometer el equilibrio fiscal. Para ello hay que ampliar el enfoque y, lo más desafiante, involucrar a los gobiernos provinciales. El ejemplo más ilustrativo es que, en base a un acuerdo de la Nación con un grupo mayoritario de provincias, se podría eliminar (no solo reducir) Ingresos Brutos y tasas municipales sobre las ventas creando el Super-IVA.